Cuatro días frei en casa, (casi) todo cerrado, nieve, frío y tres polluelos desatados.
Biocuñada + biosobrinos + ñoñez suprema del tipo yo-he-venido-a-hablar-de-mi-bodaaaaaa (y de tus colchones, natürlichmente).
Un conejo huevón que ha dejado kilos y kilos de azúcar y „detallitos“ no aptos para espacios cerrados (véase patinete, tractor de arenero a escala del miniproprietario y tizas para el suelo).
Háganme el favor de quitar esa cara de interlocutor receptivo de tragedia, porque si estoy escribiendo esto es que he sobrevivido.
Empezamos muy resigno-motivados y hasta con un poquitín de ilusión, para que luego no digan: que si colorear un ratito, plastilina otro ratito, Lego otro poquito, entre medias algún librito, puzles...
Pero aquello empezó a degenerar pronto: dejaron de andar y empezaron a saltar y/o patinar; dejaron de cantar y empezaron a berrear; dejaron los cuadernos y empezaron a pintar las paredes; dejaron de moldear animalitos y restregaron la plastilina por los cristales...
Cualquier intento de educación responsable se reveló inútil y bastante humillante, hasta el punto de ceder ante „las galletas o la vida“ bajo amenaza de llanto simultáneo o cagadadesbordapañal (aclarar que ese tipo de cagada es apestosa sería redundante, ¿verdad?).
Eran mayoría y lo sabían. Estábamos acorralados.
Pero he aquí que la sabiduría popular a veces acierta y esta vez lo hizo para bien, con eso de que más sabe el diablo por madre que por diablo, y la tarde del último día de tortura parental a una se le ocurre una idea. Muy mala y muy poco pedagógica. No lo hagan. Nunca. O sólo si se han pillado a punto de pedir ayuda a los servicios sociales para padres. O planeando abandonarlos en el bosque.
Consiste en laisser faire.
Pero de verdad.
Siéntese en el sofá y no intervenga, déjelos regularse a sí mismos.
Verá lo que ocurre cuando no imparte justicia ante el usufructo inmediato del tractor nuevo. Y lo que desencadena el mirar para otro lado cuando Destroyer atiza al del Rizo y el del Rizo grita. Y lo que pasa cuando el mayor interviene collejeando al mediano y el del Rizo le remata con mordisco. Y lo que provoca que el Mayor consuele al mordido mientras regaña al mordiente. Y lo que es un bebé soberbio mandando a tomar por culo a todos y mordiendo también al otro. Y lo que implica cabrear al Mayor y llevarse un tirón de rizos a dos manos. Y lo que era de esperar cuando Destroyer no sabe a quién consolar y acaba cobrando ya no sabe de dónde...
Déjelos un ratito así. Ya verá como al rato se vuelven desconcertados, suplicando intervención materna inmediata.
Contrólese. Sonría y coja una revista. Y ponga cara de interés y concentración al pasar las páginas.
Uno a uno, acudirán desconsolados (y pelín magullados) a sus brazos, con algún libro que habrán elegido juntos, y le regalarán al menos 30 minutos de paz y armonía.
Y si avista amago de pelea fraternal otra vez, coja de nuevo su revista y déjeles claro que siempre les querrá. A todo igual.