Al abrir los ojos y despertar, todo estaba sucio, como si la rutina con su desparpajo se hubiese divertido a no pasarle el plumero a la pelusa acumulada en tardes de primavera mordiendo el polvo de los dientes de león.
Maldito Karma dijiste, cuando al besarte te decía yo con un gesto de la mano izquierda, moviendo la mano en forma de caracolillo, que en otra vida nos veríamos.
- ¿No habrá otra vida, verdad?- preguntaste con un mohín de incertidumbre.- No lo sé, - respondí- eres tú quien crees en estas cosas, alma de luz, de cántaro…
Caminando bajo esta lluvia Vallejiana que juega al quita y pon como la montaña rusa de las emociones, veo el mantel puesto en aquella mesa en la que nos comimos las perdices de manera precoz en el érase una vez y con pimiento colorín colorao, con una salsa en la que acabamos en escabeche, y claro, se nos quedó la felicidad a medias y por terminar, y no logramos cumplir esas promesas, aunque como la mayoría, las nuestras también se parecían a las de un domingo por la tarde para un lunes o a las de un uno de enero y con resaca.
¿Amanecerá de nuevo? - me pregunto. Sí, - me contesto. Pero hace siglos que no por eso ya me levanto más temprano.
Y es que el Mar, cuando lo miro, sigue en su sitio.
La culpa es de cada ola, que sigue revolcándonos, en cada una y todas sus resacas sin fin.
Vaivén de este nuestro eterno retorno, metáfora de nuestras vidas, sin principio ni fin.
Libre 1: Aquí.
P.S. Sigo igual. Queriendo, pero es que como ya os dije, no llego ... Estos putos huesos, me están matando.