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Escribir fragmentos, escribir notas en una libreta al vuelo de los días, es lo que más se acerca a una escritura que no sabe que miente. Luego, cuando se reelabora, se crean los subterfugios y establecen las maneras de no decir o no decir del todo. Pero aquí, en esta libreta negra, todavía no sé lo que no me permitiría confesar. No importa si lo que digo es cierto. Ni siquiera hace falta saberlo. No sé lo que pasará mañana. No sé lo que escribiré después. Tengo toda la escritura por delante.
(Lalo, Eduardo, "Simone", Buenos Aires, Corregidor, 2012, p. 58).
Seguimos con Eduardo Lalo. Pienso en la escritura fragmentaria, el derroche de palabras en una libreta, mientras paseo en la ciudad. La señora y su hijo esperan un colectivo que no llega, como yo. Él la abraza, ella simula quejarse, pero se deja contener. "Sos un payaso", escucho.
Enfrente, una pareja apoyada contra una vidriera de instrumentos musicales. Sus besos, la música de sus gestos. Una marcha impresionante contra los femicidios, más allá de la amplitud (o mezcla) de consignas. Los pañuelos verdes, explicarle a la peque que es por ella, que las están matando a diario. Me guardo la hipocresía de algunos y sus cartelitos.
Me olvidé los auriculares. Bocinazos, prisas de viernes. Palabras que arrojo sin pensar, acaso como Simone. "Series y Grietas" en La Habana, en el Festival de Poesía, gracias al invalorable gesto de poetas patagónicos que llevaron más de trescientas obras para la isla, una huellita más.
¿Por qué todavía seguimos escribiendo?; ¿inconformismo?; ¿ego?; ¿una falta?; ¿un vacío que perdemos al nacer y buscamos con la mirada perdida en la ventana?
Pasan los colectivos amarillos y el mío que no llega.
El cielo encapotado, el mimo del olor a lluvia, la noche cae sobre la ciudad.
¿Es aquél? No tampoco.