Líder

El año es 1974. Luego de cuatro años, por fin terminé la. secundaria (la conmoción de una tragedia familiar me hizo perder un curso). Me fui a estudiar la preparatoria a Morelia. Entonces no lo sabía, pero casi estaba abandonando Tacámbaro permanentemente. Aunque nominalmente el pueblo seguía siendo mi hogar, desde ese momento mis estancias en él empezaron a adquirir más condición de visita que de residencia. Más tarde apareció Pátzcuaro en mi horizonte y la partida fue definitiva. No me avergüenza decirlo: desde hace años soy un patzcuarense originario de Tacámbaro. Pero estoy divagando. De lo que quiero hablar es de la aventura que representaron los pocos años que estuve en la antiquísima Guayangareo. Una aventura que si bien probó que yo no era "material académico" me dejó varias satisfacciones: una, el derecho a llamarme nicolaíta (aún cuando mi establecimiento en Pátzcuaro truncó tempranamente mi carrera) y otra, aún más importante, la reanudación de amistades de mi infancia que se renovaron al coincidir en la casa a la que llegué a hospedarme al inicio del año escolar. Mis compañeros de alojamiento eran los hermanos Álvarez: Rodrigo y Adrián, Gabriel Cortés y Juan de Dios Nieto. Aunque con todos ellos tuve una excelente relación amistosa, fue con Juan y dos compañeros suyos de la facultad de medicina con quienes establecí un vínculo mas que amistoso, fraternal. Al paso del tiempo, y pese a toda una vida de distancia me he acostumbrado a considerar en esos tres viejos amigos como mis hermanos. Los tres tuvieron ocasión de demostrarme que podía contar con ellos en momentos en que los necesité. Uno de los compañeros de Juan era José Luis Carmona, originario de Puruándiro y una de las personas más nobles que he conocido en mi vida. El otro era un conocido de Tacámbaro con el que hasta entonces no había tenido mucho trato: Marco Antonio Rodríguez-Meza. Y es aquí, después de este largo preámbulo que la historia comienza. Continuará...Published with Blogger-droid v1.7.4