Hace tan sólo unos días nos sorprendía la noticia de la muerte del actor inglés Pete Postlethwaite. A mí, al menos, me sorprendió, pues apenas dos meses atrás acababa de verlo en su penúltima película, en plena forma y haciendo un papel corto que alabé en mi blog: El Florista, un personaje secundario de `The Town´, titulada en España `Ciudad de ladrones´. Postlethwaite, cuyo trabajo quizá más venerado y conocido sea el de padre de Daniel Day-Lewis en `En el nombre del padre´, era la clase de actor que siempre ocupa un personaje de fondo, alguien de importancia tal vez menor pero imprescindible, como le ocurre a otros magníficos actores de carácter, eternos secundarios de las películas actuales: Steve Buscemi, Bill Nighy, Tom Wilkinson, Mark Strong, Ed Harris, Alan Rickman, John Hurt, Robert Duvall o Michael Gambon, por citar unos cuantos de esos nombres de tipos que aportan solidez y elegancia al cine, incluso aunque la película sea mala.
Al día siguiente le tocó el turno a Anne Francis, actriz cuyas apariciones yo apenas recuerdo, pese a intervenir en cintas tan famosas como `Conspiración de silencio´ y `Planeta prohibido”. Al que sí recuerdo de las películas (ha fallecido al empezar esta semana) es a Juanito Navarro, aunque ahora no soy capaz de citar uno de sus títulos porque lo he visto en veinte mil comedias españolas idénticas. Lo que retengo en la memoria es su voz, su voz rota que, junto a la verborrea chiflada de Mariano Ozores, presidió unas cuantas tardes de mi infancia. Y no olvido a Peter Yates, muerto también en estos días y autor de la célebre `Bullit´.
Sin embargo, la infancia está más presente en mi memoria gracias a un director que ha muerto un par de días antes que Yates y Navarro, pero de cuyo óbito hemos tenido noticia este lunes. Me refiero al valenciano Juan Piquer Simón, director de entrañables clásicos-basura de serie B. Y lo digo con todo el respeto, pues, aunque Piquer ya había sido prácticamente olvidado por la industria y por los espectadores actuales (que consideran “una película vieja” a `Matrix´), a mí y a los chavales de mi generación nos hizo disfrutar muchísimo en esas matinales zamoranas de antaño, las de los años 70 y 80. Recordemos `Viaje al centro de la tierra´, adaptación de la novela de Julio Verne, en la que ya aparecía uno de los actores fetiche de Piquer: el inefable Frank Braña, un tipo asturiano que ha hecho más de 160 películas y que ha tocado todos los géneros, entre ellos el terror, el western, la comedia y el cine quinqui. `Supersonic Man´, ya de niños, que es cuando más fáciles somos de engañar por las imágenes, nos parecía entonces una mala película, pero conservaba mucha gracia y recientemente he vuelto a verla: son admirables su ingenuidad y su presupuesto irrisorio, que no permitía demasiadas florituras. Pero sus dos filmes más fascinantes de entonces fueron `Misterio en la isla de los monstruos´ y `Los diablos del mar´, auténtico celuloide de matinal, de programa doble y cine de barrio. Piquer Simón fue capaz de mezclar, en la primera, a personas tan dispares como Terence Stamp y Ana Obregón, Peter Cushing y Blanca Estrada, Paul Naschy y Frank Braña. Allí convivían actores de carácter con máscaras de látex y decorados de cartón piedra. Recuerdo, sobre todo, que se distribuyeron pegatinas con el cartel de sendas películas, y hasta caretas de cartón con goma para sujetarlas a la cabeza, y estamos hablando de producciones españolas de principios de los años 80: ese merchandising, entonces, se adelantó a su tiempo.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla