Hay noches y días, que cálidos como las sombras, nos atan al pérfido abandono de unos besos de canela. Nos hacen olvidar la crisis, el presente, los enquilosados pasados, y nos cuelgan al abismo de un futuro.
La huída siempre ha sido uno de mis refugios, el lugar idóneo donde partir para sobrevivir ante aquellas verdades que casi siempre acaban en falacias, pero pese a mí, regreso siempre a los puntos de partida, como un vuelco necesario para saber que existí en alguien o simplemente que sigo existiendo, o sencillamente para ir a bañarme o beberme las raíces para regenerarme un poquito las ramas y las alas.
Nunca me ha costado hacer las maletas, tal vez porque nunca las acabo de deshacer. Siempre a punto para tomar ese avión, ese tren, esa nueva quimera.
Nunca cargo con nada supérfluo. Tan solo un par de vestidos, ese traje de chaqueta, el neceser, los tacones, la cámara, las bambas y los vaqueros. Los libros los suelo comprar de paso antes de subir a los trenes o los aviones, son como mi pasaje, y en ellos anoto la fecha de cada aventura. Es fácil hacer una maleta cuando has pasado media vida viajando, es como lavarse los dientes o mirar el reloj, me suelo decir mientras voy empacando, porque suelo ponerme siempre lo mismo a fin de cuentas.
Lo vital, lo importante, lo llevamos ya en los bolsillos y en la piel: la sonrisa. El guiliguili que uno siente en el estómago por mucho que haya viajado, con sus maripositas dentro, y con las manos recién lavadas con agua de espliego para tocar y sentir, ésas que no falten, ya que a fin de cuentas son las únicas llaves que nos abrirán las puertas; y ya casi lista, con la mirada puesta, ante ese nuevo desafío, abriré/mos mañana los ojos al despertar.
Está siendo un semestre largo y duro, entre ajetreos administrativos, sueños que se cumplirán a fines de mayo, proyectos que verán la luz pese a la pesadilla y las argucias de mucho celosillo, y el todo envuelto entre una ida y vuelta casi diaria al hospital, peleas con los sabelotodo que sólo intentan ver cómo y de qué manera nos van a parar los pies para disfrutar de nuestra caída en todos los aspectos de nuestro día a día... Pero como me dice Nán, a seguir dándole, que aunque sean muchos, ya quisieran ser o parecerse a nosotros.
Sonrío.
Como decía el poeta:
P.S : Sé que los tengo muy abandonados. Y aunque los leo a todos, aún no pude comentarles como se merecen porque no me llegó el tiempo. La semana que viene, por fin y frente al mar, espero que ese mi líquido amniótico me devuelva la calma y pueda escribirles desde las olas. Y respirar.
No estáis obligados a comentar esta entrada. Bye. Nos vemos.
Y Vestida de nit, como la de la canción y película Rastres de sandal que ambienta ésta(que de no haber visto os aconsejo), ya salgo a que el Mar me bese la orilla. Voy por el mío, lejos, ya que en cualquier lugar donde haya mar está mi patria, el Mar, la única que conozco.
Sé que cada uno de vosotros, ya tenéis el vuestro propio... a mí me quedan aún muchos por descubrir.