Revista Diario

Liliana, hasta el socialismo, siempre

Publicado el 15 marzo 2012 por Andreadatri

Liliana, hasta el socialismo, siempre!Liliana era la contadora, la que hacía el trabajo pesado, pesado, pesadísimo de lidiar con las leyes y las reglamentaciones que el Estado burgués imponía a nuestro partido. Pesadísimo trabajo cuando el contador no cuenta las ganancias de una empresa, arrancadas bajo el látigo de la explotación a los trabajadores, sino cuando tiene que hacer maravillosas volteretas para que las ideas y la política se puedan transformar en fuerzas materiales con las modestas sumas que aportan los propios trabajadores de sus propios salarios a la organización que construyen día a día. Porque los partidos revolucionarios no tienen sponsors, ni benefactores. Pero igual tienen que pagarle a la imprenta y la luz y el gas y pagar internet y comprar computadoras y viajes en micro a alguna provincia y viajes en micro de las provincias a la capital y así... Eso lo hacía Liliana. Yo no la conocí con la pinta de la foto, que parece de los años 70. Ella conoció a nuestro partido cuando, como muchos vecinos y vecinas de los barrios porteños, se reunió en asambleas que surgieron como hongos después de diciembre de 2001. Pero a ella le interesaron las obreras de Brukman, que habían tomado su fábrica. Y ahí nos conoció y abrazó las ideas del trotskismo. Lo que siempre me impactó de Liliana, como de otros, es que decidió dedicar su vida a la militancia revolucionaria siendo ya una mujer grande, con la vida hecha. Eso me gusta. Son esas personas cuya vida te sirve para ejemplificarle a los otros, a los que dicen "sos zurdo, porque sos joven, ya se te va a pasar". Hay gente que abraza las ideas de la revolución cuando ya está maduro, se ve que entonces lo pensó muy bien y no fue por puro idealismo tonto o rebeldía romántica.
Y fueron diez años. Diez años que militó como loca, pobre. Porque era contadora, de eso sabía muchísimo y todo lo que sabía lo puso a disposición de la organización del partido, pero también para todos los trabajadores que la consultaron (como yo que no entendía nada de papelería de jubilación e impuestos y qué ocho cuartos), incluso para solucionar problemas no sólo de su partido, sino del Frente de Izquierda. Y nunca jamás pero jamás de los jamases me saludó como al pasar o malhumoradam, ni a mí ni a nadie. Porque además era buena gente. ¡Hasta el socialismo, siempre, compañera Liliana!


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