Miré alrededor. Estaba rodeado de drones: cafeteras y aspiradoras con diseño de cazabombarderos. ¿Qué ha pasado aquí? Seguí por ahí: vi packs de ocio (¿?), packs de relax (¿?) y ordenadores muy extraños. Total, que me fui a Libros. Los bestsellers estaban tan bien expuestos que las 50 sombras de Grey casi me muerden. O atan, que es lo que mola (Almodóvar ya se adelantó). Con saltitos de pulgarcito fui a la sección de Literatura Fantástica y aquí, bueno, francamente, unos leggins me hubieran ido bien porque casi se me caen los pantalones. De seis o siete estantes la fantasía había quedado en uno, ¡uno!, desde mi última visita. En el que no detecté presencia de editoriales pequeñas. ¿Quién se ha zampado el pastel? El género negro, que se ha multiplicado. Es lo que se lleva ahora. Adoro a ese superacorazado, Dashiell Hammett, pero no, el género negro no me atrae. Volví a salir, confundido y confundiéndome en los ríos de gentes con bolsas vacías del que pasea y no compra. La marea de lo fantástico va a la baja. ¿Tolkien y su Hobbit cambiarán los movimientos de las placas tectónicas...?