Livianismo
Flotaba entre las olas con la gracia de un corcho. Era divertido dejarse llevar por la corriente. De a ratos cerraba los ojos e imaginaba que el cielo estaba encapotado y que en cualquier momento el primer rayo lo fundiría como a una gota de estaño. Pero sabía que el cielo era azul y que el agua, verde. Por las noches gustaba de escuchar las historias de los pescadores en la playa. Bebían y bromeaban. Solían hablar sobre tiburones martillo descomunales, decían que la ensenada estaba infestada de ellos. Todos los días, cuando el sol llegaba al cenit nadaba con el viento hacia la costa después de sumergirse por algunas ostras. Como siempre, el olor del ajillo frito y los duendes del vino y la guitarra obsequiaban las mejores vacaciones.
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