Rojos
ácidos
llenos de noche
y vacíos de cielo
arañando los pechos
y la piel de la nada
apareándose entre palabras
y muchos gritos,
a la hora que ya no te quiero ver
tanto como a la hora del mate,
rápido
de golpe
montados en una canción
en muchas canciones
y en el azul de mi silencio
llegan tus ojos,
llegan desde las místicas reuniones por la tarde
como desde la panadería de la esquina
desde tu estomago,
hechos ceros a la izquierda en mis cuentas
ya no lloran, no tiemblan en invierno
no me miran
no se miran
tus ojos duermen sepulcros de ayer
tus ojos tienen miedo
vergüenza,
tus ojos sí saben como te reías.