Revista Diario

Llevar los colegios al campo

Publicado el 06 mayo 2010 por Bloggermam
Llevar los colegios al campoHoy en día vivimos con la mayor dependencia de la tecnología que jamás haya existido en la historia de la humanidad. La gente se hacina en ciudades en las que molesta que los árboles pierdan hojas, que haya animales, que el clima no encaje con lo que dice el corte inglés o que se pegue tierra a las suelas de los zapatos. 
Cuando falta la electricidad la gente entra en modo pánico y algo tan elemental como comer, asearse o entretenerse son tareas sólo al alcance de Hércules o McGyver. Somos la generación, hasta la fecha, en la que tenemos más informaicón, acceso a más cultura, más comodidades, pero a costa de depender en exceso de la tecnología y por ello cada generación es más vulnerable que la anterior.
Hace pocas décadas en España había una gran cantidad de analfabetos. Era un mal al que no se escapaban ni pueblos, ni ciudades. En una sociedad muy dominada por el medio rural hacer que un niño asistiera al colegio en lugar de trabajar en el campo era un lujo que en muchos casos no se podían permitir las familias. Incluso en las ciudades los niños tenían que ayudar en el oficio que duramente desempeñaban sus padres y de paso aprendían una forma de vida para el futuro.
El día a día de esos niños les obligaba a aprender a ganarse la vida trabajando en el campo, con el ganado, en una carbonería o en un taller. Incluso aquellos más afortunados que no tenían necesidad de trabajar, andaban por ahí empapándose de lo que había alrededor. A ninguno le era desconocido el funcionamiento de una fragua o de un molino, puede que nunca hubieran hecho un cesto pero los habían visto hacer cientos de veces. Y todas esas actividades que no se enseñaban en la escuela y que aprendían por necesidad les permitían sobrevivir con muy pocos recursos.
A pesar de las carencias los padres se esforzaban para que sus hijos fueran a la escuela y consiguieran una cultura que les permitiera tener una vida mejor. Aquellos padres ignorantes eran conscientes de sus limitaciones y no querían que sus hijos pasaran las mimas penurias, por lo que era importante que estudiaran y aprendieran los logros de la humanidad, la historia, las matemáticas, la lengua, o las ciencias naturales de las que tenían mucha más práctica que teoría.
Con el paso del tiempo las mejoras económicas y sociales hicieron que fuera más factible estudiar y que se fueran quedando en el olvido las actividades más primarias, que antes formaban parte de la vida cotidiana. Se comenzó a ver el trabajo en el campo como algo de bajo nivel a lo que sólo se debían dedicar las personas que no podían acceder a nada mejor. Y siguiendo por ese camino hemos llegado a un punto en el que la mayoría de las personas están mucho más cultivadas intelectualmente que hace décadas (lo de la educación es algo diferente y que no es objeto de este discurso), pero si les alejas los suficiente de un supermercado o de la tecnología a la que se han acostumbrado se marchitan rápidamente.
La imagen del típico paleto pueblerino que hizo tan entrañable Paco Martínez Soria, ha cambiado hacia el descerebrado de barrio que encarna con tanta gracia Paco León.
La tecnología es muy útil, pero depender en exceso de ella es una insensatez. No hace falta que se produzca un apocalípsis nuclear, o un desastre vulcanológico para que nuestra teconología se vuelva inútil y tengamos que volver a intentar comer como lo hacían nuestros abuelos. Nuestra tecnología es débil ante la naturaleza y ante la codicia de las personas. Es una tecnología que se sustenta sobre un modelo económico que no se sostiene.
Hemos recorrido un camino que nos ha llevado del conocimiento de las formas de ganarnos la vida en contacto con la naturaleza siendo bastante incultos, a poder ser cultos olvidando los aspectos más básicos de la vida. Entre tanta discusión para reformar el sistema educativo en el que lo único que está en juego son subvenciones, cuotas de poder y alguna que otra diferencia de temario para que se pinte la historia del color del que manda, lo más sensato sería hacer borrón y cuenta nueva.
Además hay que tener en cuenta que el medio rural está en una situación agonizante y con esta agonía se están perdiendo no sólo oficios que hoy en día consideramos superfluos, si no la sabiduría del vivir día a día de la naturaleza.
Así pues habría que cambiar los lugares de formación de los niños y enviarlos a colegios-granja en el campo. Y de este modo permitirles aprender todo lo que sus padres olvidaron. Conocer el ritmo de las cosechas, darles la oportunidad de sembrar grano, de saber cuándo hay que hacerlo, cómo cuidarlo, saber cuándo y cómo recolectar. Ver cómo día a día florecen los frutales y cómo va madurando el fruto en el árbol. Ayudar a nacer un ternero, esquilar ovejas. Pincharse mientras cogen moras de una zarza. Distinguier el olor de la alfalfa cortada de el de una cuadra por limpiar. Saber que para conseguir alimentos hay que esforzarse y preocuparse. Experimentar la satisfacción de cuidar de los animales de granja y poder observar a los de vida silvestre en su medio natural.
Llegado este momento noto cómo me zumban los oídos. Lo sé. Nadie quiere que sus hijos se alejen de la seguridad de su hogar. Pero en cuanto tienen vacaciones los niños son enviados a campamentos, albergues y si la economía no lo permite a casa de los abuelos; porque con el ritmo endiablado de las ciudades los padren tiene casi imposible dedicar a sus hijos el tiempo que merecen.
Todo un curso escolar en el campo es inviable, pero se podría conseguir que cada alumno pasara una semana cada dos meses en centros de este tipo y temporadas algo más largas durante el verano. En estos centros la docencia continuaría y se complementaría con actividades que enriquezcan la insaciable capacidad de aprendizaje que tienen los jóvenes.
Con medidas de este estilo se conseguirían que los niños crecieran conociendo la naturaleza, aprendiendo a cuidarla y a usarla sin esquilmarla. Es complicado que se intente inculcar a los jóvenes el respeto por algo que no conocen.
El mayor inconveniente de medidas de este tipo sería la oposición de los padres. Sin embargo creo que para los niños un cambio en el sistema educativo de este calibre sería positivo y les permitiría:
Conseguir que sean más autosuficientes. En la actualidad están sobreprotegidos
  • Mayor actividad física. Actualmente el sedentarismo les provoca grandes trastornos de salud. En el medio rural los niños no tienen que estar encerrados en casa para estar a salvo de los coches, pueden jugar sin tener un techo sobre sus cabezas.
  • Conocer qué comen y cómo ha llegado hasta su plato. En la actualidad para muchos niños un pollo son cachos que están en una bandeja del supermercado y son incapaces de asociar la leche con una vaca. Incluso tienen problemas para distinguir una vaca de una cabra o un conejo de un perro.
  • Que el frío y el calor no se alivian quejándose.
  • Que es posible vivir sin televisión, video consola, dvd, vitro cerámica, micro ondas, lavaplatos, lavadora.
  • Poder ver como nace un animal y ayudarle a crecer. La realidad dista mucho de cualquier juego de granjas.
  • Que merece la pena cuidar todo lo que se consigue, porque supone un gran esfuerzo producirlo
     
  • Que cazar y pescar no son deportes, si no actividades que sólo tienen sentido para alimentarse.

Y sobre todo, si un día todas las comodidades que nos brinda la tecnología desaparecen tendrán una oportunidad de salir adelante en lugar de morir de hambre cuando la última lata de fabada haya caducado.
keagustitomekedao

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