Flint ha soñado con ser inventor desde muy pequeño, como todo gran inventor es un incomprendido y su único aliciente es una madre orgullosa que lo insta a seguir y seguir. Vive en una isla que produce sardinas pero que con los avatares de las vacas flacas termina sumida en el hartazgo de comerse su propia producción. Entonces Flint, gracias a la casualidad o torpeza de siempre, logra dar con una máquina que hace llover comida. Inmediatamente se convierte en el ídolo popular.
El argumento tiene lo que no puede faltar en ninguna cinta de este tipo: gran colorido, personajes carismáticos y divertidos -destaco los personajes de Earl con la voz del nada más y nada menos que Mister T. y el padre del protagonista, un cejudo hombre con la voz de James Caan- acción y romance.
Un film que funciona sin dudas porque aunque por momentos repetitiva y predecible, divierte sobremanera y encanta con sus ambientaciones originales de dulces y salados a pedido. Una película evidentemente llamativa para el público infantil, pues lo que tiene de bueno es que cualquier cosa puede pasar tanto en la fantasía de un niño como en este film: el sueño de que llueva helado o hamburguesas, ¿no es irresistible?.
La película está dualmente dirigida por Phil Lord y Chris Miller, este último ya nos deleitó con Shrek 3 y esta vuelta, si bien no tan ingeniosa como aquella, nos divierten pulcramente y nos ofrecen lo que es, un film para nada pretencioso ni estridente, acorde con los elementos que uno puede exigir a la hora de plantarse frente a un film de animación. Un film, este, que se sustenta mayormente y más que nunca con escenas hilarantes y realmente divertidas, como el Gobernador engordando tanto que se verá en la necesidad de moverse en una silla de ruedas mecánica, un padre chapado a la antigua que no entiende de tecnología o la típica mascota del inventor que destila gracia.
Para toda la familia, con momentos memorables y otros no tanto.
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