Acabo de leer el nuevo post del blog de Gordipés y me he quedado pensativa y todo. Porque en cuestiones de cómo aceptar una crítica pública tenemos (y yo la primera) un problema importante del que no siempre sabemos salir airosos.
Por poner un ejemplo del que puedo hablar con conocimiento de causa, los que tenemos un blog. Creo que todos hemos tenido trolls, comentaristas anónimos y demás fauna chunga de la que es fácil librarnos porque, al fin y al cabo, no dicen más que sandeces.Pero, ¿qué pasa cuando llega alguien con nombre y apellidos, educación y respeto, que nos dice una verdad mu gorda? ¿Qué sucede cuando el que hace la crítica tiene razón?
Es fácil indignarnos, o reírnos muy fuerte, o hacer como que pasamos porque es un troll más de esos que hay que ignorar. Pero mira, no. Porque por dentro sabemos que ese señor tiene razón y que no lo dice por joder o por ganar visitas en su blog. Que lo que nos está diciendo tiene su lógica, aunque nos deje mal delante de los demás.
Y ahora es cuando llega el problema. Porque si le respondemos como esta presentadora del post de Gordi, parece que estemos restándole importancia al hecho de que TENGA RAZÓN, como si diese igual lo que critique porque todos te quieren así como tú eres y ya está, chimpún. Seguramente a esta mujer le lluevan más críticas ahora diciéndole exactamente lo que Gordi ha expuesto de una forma muy elocuente: señorita, puede usted reírse o responder con toda la dignidad que quiera y tener un marido que la quiera tal y como usted es, pero está usted gorda y no es un buen ejemplo público.
Y si la buena mujer se hubiese puesto a llorar mientras lee el comentario en directo, diciendo que hay que ver qué malvado y lo mal que le ha sentado porque a ella le tiraban piedras en el cole, habría recibido mil críticas más por débil, por víctima, por mal ejemplo.
En qué quedamos, vamos a ver. ¿Qué se supone que tenemos que hacer para que todos estén contentos con nuestra respuesta?
Como le dije a Gordi en su blog, yo no estoy segura de lo que habría hecho en caso de ser esa presentadora. A mí me han hecho muchas críticas en mi vida personal y las he llevado lo mejor posible interiormente, claro. Pero así en plan público en los comentarios del blog, aunque alguna ha habido, han sido pocas las que me han revuelto las lanas y me han hecho sentirme mal por ser certeras. La mayoría han sido anónimos que se creen guays y tal, y a esos la verdad es que me los paso por el rizo.
Pero cualquier día de estos podría llegar alguien que firmase con su nombre, (sea conocido por mí o no, aunque peor si lo es) me hablase con respeto -no necesariamente cariñoso- y me dijese un par de verdades que me doliesen en el alma. De esas que al reconocerlas públicamente me harían tener que mirarme por dentro y afrontarlas conmigo misma. Y entonces qué, eh. Qué.