He leído algunos de los comentarios sobre el recientemente documentado plagio del presidente. Me llama la atención que algunas personas le defiendan con dichos que parecen responder a la difusión de una foto embarazosa de su adolescencia, cuando no se trató de eso.
Sí: todos hicimos algo incorrecto alguna vez, Si tuvimos la suerte de tener una vida académica, también habremos hecho algo incorrecto "ahí". Nadie va a crucificar al buen Juan Pérez, que tiene veinte años ganándose la vida decentemente, porque una vez copió en un examen, en primer semestre de la carrera, cuando sentía que la vida le iba en la calificación que necesitaba. Nadie va a desplumar a María Pérez -la hermana de Juan- porque en quinto semestre, cuando empezó a trabajar, le invitó pizza y refresco a sus compañeros para que pusieran su nombre en el trabajo por equipo, aunque no participó. Requetemal estuvo Juan y requetemal estuvo María, pero las cosas pasan.
Lo que pasa con la falta de Peña es en primer lugar, que es de lo más grave que puede hacerse en la universidad. Y luego: que no era un muchachito "volándose" una clase. Se empieza la carrera con 18 años más o menos, pero se termina años después, cursos después, profesores después, prácticas después... errores y reparaciones después. En ese tiempo, te estás formando. Cuando llegas al final y emprendes el camino de la tesis, ya estás lejos del preparatoriano que fuiste. Si por alguna extraña razón no lo sabías, con los primeros borradores de tu trabajo, te enteras de que no indicar la autoría de los textos que citas, se traduce en que te atribuyes dicha autoría. Suponiendo que Peña no tuviera intención de plagiar, en algún momento se enteró de que no sabía cómo hacer su tesis. Pero no importó y se tituló con un trabajo del que casi la tercera parte resulta "sospechoso" de plagio. Casi la tercera parte. Si compró el texto, peor.
Lo relevante del asunto no es su incompetencia escribiendo, lo relevante es que no importara y que tuviera un pase mágico para la obtención de un recurso que es andamio de su posición actual. Como ese pase mágico, los poderosos en México tienen boletos prácticamente para lo que les dé la gana, porque pueden. Es injusto y peligroso.
Silvia Parque