Lo que prende el alma es un ardor extraño por agotamiento, una hinchazón, un espamo pulsante que convertido en palabras sería "creo que me duele el tuétano de un fémur y del otro".
Lo que prende es darle al botón de play.
Lo que prende es la enésima tontería de político tonto y la forma de inventar la realidad.
Lo que prende es la policía ayudando a un coche herido. Y un ictus mecánico. Y quizás, la última oportunidad de encontrar ningún otro trabajo, porque en todos piden coches enteros y no rotos.
Lo que prende es la enésima reseña del enésimo gilipollas, en la que admira a una periodista-barra-escritora que investiga en carne propia ser camarera-dependienta-vendedora. Que pobrecita. Que qué admirable. Que qué clasista eres, gilipollas, sí, tú. ¿Cómo llamas entonces a quien pasa de una cosa a otra, la condena a trabajos mecánicos forzados?
Lo que prende son estos pasillos atestados de cacharros tecnológicos muy caros y personas convertidas en cucarachas muy baratas.
Prende la idiotez del lugar común cuando se analiza en prensa el proceso creativo, se amontonan los años, se contabilizan las edades con un estilo rarísimo.Lo que prende es el enésimo comentario (malintencionado) de por qué hagoLo que prende es vuestro corcho en vez de sangre, vuestras líneas trazadas donde no hay más que espacio vacío, vuestras definiciones de algo que sólo es experiencia y no palabra, tan lejos estáis, tan lejos, que ni la Wikipedia de sinónimos edición ampliada os puede dar una pista que se aventure más allá de vuestro corcho para transmutarlo en pólvora.
Que prende. Lo que arde.