Una ventana se abre a mil estrellas y pienso que un día volaré hacia una de ellas, hacia la mía, hacia la que lleva mi nombre en su estela.
En ocasiones siento que no lo intento lo suficiente, que me falta convicción para alzar el vuelo. Cuando la tengo, toco el cielo y siento el arco iris bañar mi piel pero en otras, mis pies se pegan al suelo y pesan como si las suelas de mis zapatos fueran de hierro. Tal vez el día en que me salgan alas esté próximo mas, buscando cualquier estrella, no encuentro la que es mía, la que es mi norte, mi propia estrella polar.
Han amanecido en mi horizonte tantos días nublados, que ya olvido soplar para apartar las nubes. Tal vez, me digo en ocasiones, esas nubes las formo yo con mis miedos. Un día brillo, otro me apago. Aunque últimamente me siento brillante, viva, iluminada por un brillo interior que jamás pensé que tendría, temo que sea un estado pasajero. Me digo que no, me dicen que no, pero no acabo de creerme que esté hecha de fuego por dentro, que todo lo puedo, que todo lo que siento es mío. Debo creerme que estoy viva, que puedo volar, que la ventana se abrió para mí.
Hace ya
mil años
migré al continente
de mis sueños.
hace ya
mil años,
los nortes desnudos
de mi alma
me indicaron el camino.
Hace ya mil versos,
fondeó mi barco
en una isla azul.
Hace ya mil añosj
me encontré, más
en ocasiones sopla el viento
y nubes negras se agrupan
sobre mi isla,
dispuestas a jugarme
una mala pasada.
Aún así, tengo dentro de mí
y tengo fuera, enredadas a mi pelo,
fuerzas que me recuerdan
quién soy.
Mi bandera icé decidida y
rompen olas de espuma
sobre mi cuerpo varado
en la playa.
Remanso de paz,
miro al cielo,
veo mi norte,
mi rumbo,
me descubro,
me siento y soy.
Llegaré a lo más alto,
hace ya mil años
que lo sé.
Creo que siempre lo supe,
pero ahora debo volver
a decirme que me quiero.
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