Pues vaya mala suerte que le había tocado entonces.
A la gente buena siempre le pasaban cosas malas y, sin embargo, ella nunca había perdido la sonrisa. Se ocultaba tras una graciosa máscara llena de brillantina y hacía reír al personal, cuando se convertía en la chica más divertida de la fiesta. Se había sentido tentada de ir a la tienda de Vidas y Destinos a cambiarla por otra nueva, pero la negativa del dependiente le había desinflado las esperanzas y socarrado el corazón. Él le ofreció, si acaso quería, una pequeña reparación, "pero las vidas defectuosas llenas de malos recuerdos, dijo, son vidas igualmente y no se pueden devolver, ni cambiar, ni mucho menos le haremos un cheque regalo". Decidió entonces que ni cheque regalo ni hostias, que se iba de allí. Se largaba y empezaba de nuevo. Hizo la maleta con cuatro cosas mal contadas y se fue.
El tracatrac del tren y el paisaje pasando delante de sus ojos, le chivaban, que no importa lo lejos que uno se vaya. Los recuerdos van con uno mismo, no se quedan en el sitio que uno deja pretendiendo olvidar...