Revista Talentos
Todas las mañanas, sin excepción, Ivette se levantaba de la cama con el ánimo de comprobar si en la habitación colindante la cigüeña había dejado a su tan ansiado niño de París. Y todas las mañanas, sin excepción, Ivette amamantaba de su pecho a la abominable serpiente de la locura.