Revista Literatura

Lola

Publicado el 15 junio 2011 por Hogaradas @hogaradas

Lola

Por Hogaradas

Lola mueve su cuerpo como una campana, ella es una campana entera, a derecha e izquierda a izquierda y a derecha, mientras canta.
Lola se mueve mientras la campana de la iglesia cercana repica una y otra vez recordándonos las horas.
Lola mira hacia arriba, perdida como está su mirada en el infinito, mientras su mundo de nińa grande sorprende a quienes la miramos y resulta indiferente para su madre, que acostumbrada, ni se inmuta.
Me gustaría poder ir hacia ella y aliviarla; Lola se agota con su movimiento, con sus manos hacia lo más alto, con su voz incesante, pero yo no puedo hacer nada, nadie podemos hacerlo, seguro que si lo intentáramos ella se rebelaría, porque es su mundo, el que ella ha creado y en el que siente feliz, así que intento seguir mirando al televisor e ignorar lo que en el exterior me produce una enorme tristeza.
Lola, un nombre precioso para una nińa, un nombre elegido al azar entre tantos otros por unos padres deseosos de ver la carita de su hija, por una madre en cuyo vientre al calor de su amor se iba gestando quien sería sin duda el gran amor de su vida.
Lola, un sueńo, un futuro con Lola, una sillita para Lola, miles de regalos, de juegos, de vestiditos, amigos que la esperaban para compartir una vida de nińa, una vida rota para Lola.
Comienza a llover, pero su cuerpo es una campana y las campanas no temen a la lluvia, su madre se levanta y la resguarda con una gabardina, blanca como Lola, como su alma, blanca, como su corazón de nińa escondido en un cuerpo que le queda demasiado grande. Y ella ajena a la lluvia continúa bailando, moviéndose, girando, cantando.
Lola me inspira una enorme ternura, si pudiera me encantaría crear un mundo feliz para tantas y tantas nińas Lola, para tantos y tantos pequeńos seres a los que el destino, mostrando su cara más cruel les ha negado todo, todo excepto la vida, el bien más preciado, pero limitándoles sus cartas para jugar su juego y vivirla.
Ayer Lola volvió a mi cabeza, esta vez era él, y gritaba, no sé si por dolor, quizás ni ellos lo saben, pero la recordé de nuevo, cerré los ojos y pude verla allí, en la calle, como una campana, mirando hacia lo alto, con la mirada perdida, moviéndose y cantando.
Dejó de gritar, acarició la cara de su madre con su mano blanca, también como su alma, como su corazón, blanca como él, como su inocencia, y recordaré siempre la expresión de esa madre, una de tantas acostumbradas a vivir con el dolor, reconfortadas con una mano que acaricia su mejilla para agradecerle todo, para empezar, seguramente lo más importante, su vida.
Lola, mientras sigas girando tu madre se sentirá seguramente más viva que nunca, fuiste su sueńo y ya se sabe, los sueńos convertidos en realidad son lo más maravilloso que podemos tener en la vida, al igual que tú, Lola.


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