A los mayores nos gusta mandar. Somos así, de alguna manera con el tiempo nos creemos tan válidos como para asumir que el único modo correcto de hacer las cosas es el nuestro y, más aún, que el momento adecuado es también el que nosotros consideremos.
Pero tú debes saber que eso no es así, que es una mentira. Que ni siquiera es cierto del todo cuando tratamos de enseñaros cosas o inculcar nuestros valores. Debes saber que siempre puedes reflexionar acerca de las directrices que recibas, preguntar por qué las veces que necesites para comprender qué se te pide y que, por supuesto, puedes negarte si lo deseas.
Esto último te lo digo bajito, porque a los adultos no nos gusta que vosotros, los niños, no obedezcáis. Entorpece nuestro ritmo antinatural en el que vuestro espacio se reduce cada vez más y más. Por eso es importante que tomes conciencia rápido de que también debes tener cabida en él y que ese espacio tuyo debe ser respetado. Porque ¿sabes qué? a muchos adultos les reconforta decir que es importante fomentar la autonomía de los niños pero en la práctica se limitan a dar órdenes, marcando cómo, cuándo y qué hacer. Eso no es fomentar la autonomía, pero sois tan tiernos que permitís que se crean sus propias artimañas.
Hija mía, te cuento todo esto porque me doy cuenta de lo mucho que has crecido ya. Ahora no sólo se sigue ampliando tu círculo sino que compartes cada vez más momentos con quién tú eliges. Y me preocupa cómo se establecen dichas relaciones. Me preocupa que aceptes que es normal y válido que se dirijan a ti sólo con imperativos. Porque no lo es.
Tú puedes elegir. Puedes decidir dónde sentarte, por ejemplo. No tienes porqué acudir con tu mejor sonrisa cuando un adulto, por muy conocido que sea, te diga que vayas a sentarte dónde él o ella te indiquen. Puedes incluso decidir si deseas o no sentarte. No olvides preguntártelo antes de acceder. Y así con todo.
Cuando vayas practicando te será cada vez más sencillo, ya lo verás, irás tomando poco a poco más conciencia de estas situaciones y podrás reafirmarte. A muchos adultos no les gusta que les lleven la contraria y les va a sorprender tu actitud, pero no desistas hija, porque ahí radica tu fuerza y de tu reacción dependerá el tipo de relación que se establezca entre vosotros. Con suerte algo se renovará en ellos, aunque eso no es tu responsabilidad.
Tal vez crean, e incluso se atrevan a decirte, que eres una maleducada o una niña mala. Ni caso, mi amor, ya te he explicado que nos sienta fatal que cuestionéis nuestras órdenes. Eso no es así, como tampoco eres buena por el hecho de obedecer. Los mayores bendicen con su aprobación como si fuese un tesoro, no caigas en la trampa. Escucha, piensa y pregunta lo que no comprendas. Luego valora y actúa. A nadie le agrada, aun teniendo obligaciones, que le hablen con imperativos o que no le dejen decidir. Y tú no mereces menos consideración.
A veces, mi amor, te encontrarás rodeada de adultos y recibirás muchas órdenes a la vez y lo más absurdo es que varias de ellas serán contradictorias. Además notarás que la mayoría de los adultos se toman la libertad de opinar y dirigiros sin consideración hacia vosotras ni a los padres, de modo que si papá o yo estamos presentes, me gustaría que nos escucharas a nosotros. Somos tu guía y resguardo. A veces hemos tardado en reaccionar, perdónanos, también estamos aprendiendo a manejar estas situaciones. El mundo de los adultos es mucho más complejo, no hablamos con franqueza y por tanto no perdonamos de corazón y por eso casi nada es transparente entre nosotros aún pareciendo que lo sea. ¿Estamos locos, verdad? Sí, yo también lo creo.
Me gusta repetirte esto por las noches. Me gusta que te revuelvas de risa cuando te digo que no tienes porqué obedecer sin cuestionar la situación... y me entristece que ni siquiera hubieras contemplado esta opción. Lo siento. Desearía que tuvieras presentes mis palabras, porque aunque aún no lo comprendas, con ellas te regalo libertad.
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