Chispazos de buen humor dentro de un todo poco convincente
La esperada vuelta de Pedro Almodovar al género que lo catapultó a la fama en los ochenta se traduce en una película coral con excéntricos personajes, diálogos surrealistas y esa atmosfera tan kitsch que es el sello de marca del director. Pero todo ello no es suficiente porque el film quiere ser una disparatada comedia, con un trasfondo de crítica a la España de hoy, y se queda en un pegote de gags y situaciones inverosímiles en donde todo se mueve y se resuelve mediante los tópicos de sexo, drogas y alcohol.
Como casi toda la cinta se desarrolla en el interior de un avión, para cambiar de localización Almodovar propone una forzada escena inicial con el insulso cameo de Antonio Banderas y Penélope Cruz, y una más dramática a la mitad de la película, y con mejores resultados, que trae de nuevo como pareja a Willy Toledo y una irreconocible Paz Vega, con Blanca Suarez completando el triángulo amoroso. El resto de actores o son pasajeros o forman parte de la tripulación, destacando, otra vez, el divertidísimo Javier Cámara como sobrecargo y los pilotos Antonio de la Torre y Hugo Silva en un registro distinto al que nos tienen acostumbrados.
Me quedo con los alegres títulos iniciales diseñados por Mariscal bajo la versión cumbia del “Para Elisa” de Beethoven hecha por “Los Destellos” y la desternillante coreografía del clásico de las Pointer Sisters “I’m so excited”, desde su absurda justificación hasta su brillante ejecución por Cámara y sus azafatos Raúl Arévalo y Carlos Areces. Sensibles a la procacidad y a los chistes escatológicos, por favor abstenerse de verla.
Tráiler de la película, aquí
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