Hay mucha gente buena, muchas más que las personas que no lo son. Es muy probable que en el balance de nuestras vidas la gente que nos jodió tenga más llegada a nuestros recuerdos que la otra, es que de la mano de los pérfidos se construye nuestro sentido de la vida y casi la pertenencia a la sociedad que, en definitiva, es una mierda.
Ya sé que exagero un poco y es reconfortante saber que siempre hay alguien que nos da la mano y nos ayuda, siempre sucede eso si somos buena gente, es una devolución casi mágica. Y que merece ser recordada y reconocida el resto de la vida.
Muchas de las personas con poder económico que he conocido se han convertido en seres oscuros, es que el dinero abre puertas y cierra ventanas, y es muy difícil – por desconfianza, por orgullo o por hijaputez – que alguien de guita también sea buena gente. También el poder suele limitar a las personas afectivamente y casi siempre tienen más enemigos que amigos, se vuelven como Burns – el millonario de Los Simpson´s – o sueñan con su Rosebud como el Citizen Kane. Pobres tipos.
Las peores personas de tu vida pueden estar en tu mismo nivel: tus compañeros de trabajo. Un día una quiromántica me dijo que no haga amigos en mi trabajo. No se si lo dijo como consejo o como vaticinio. Pero caí en la conclusión que muchos de los grandes problemas de la gente estaba en esas relaciones competitivas que se establecen en los espacios laborales. Hay personas que se enferman por eso.
La traición, la infidelidad de todo tipo, el chisme hiriente, la competencia desleal disfrazada de hipocresía, reina en el mundo del trabajo y en las relaciones que se establecen en él. Desconozco si en las minas o en las obras en construcción pasa lo mismo, pero en las radios y canales de televisión la competencia es atroz. Una amiga solía decir “esto es una picadora de carne”, no exageraba. Ojo, conozco muchos colegas y ex compañeros de trabajo a los que quiero mucho y con los que he compartido momentos muy gratos.
Será por todo eso que no hice tantos amigos verdaderos en los medios, en los que trabajo desde hace casi 30 años, y la mayoría de las personas que me brindan su amistad están fuera de ellos: son amigos de la vida, los mejores sin duda.
A esos amigos los saludé en este día:
“Yo que fuí psicólogos en algunos momentos de mi vida recuerdo con especial cariño a una a la que fui cuando viví unos años en Concordia. Es una psicóloga llamada Alicia Livitin se Schinder, porteña ella, que me dijo sabiamente que la vida se construye a partir de los amigos y desde ellos viene todo lo demás. Privilegiar la amistad vence los miedos a la soledad, a la pérdida de trabajo, al futuro. Sus consejos me ayudaron mucho a darle valor a los amigos, y a pensar que la vida es más llevadera con ellos. Yo lo descubrí tardíamente, cuando me dí cuenta que casi no tenía amigos. Hoy ya no me alcanzan los dedos de las manos para contarlos y me retribuyen esa forma de amor tan constructiva. Considero, como dijo Borges, que la frecuencia no hace a la amistad y aunque a muchos de Uds. no los vea como se merecen el deseo de “compartir” está intacto. La amistad se conquista sin caretas y con naturalidad, es lo que me gusta de mis amigos: la falta de protocolo y de actuación que suele dominar el terreno de las demás relaciones interpersonales, incluso algunas familiares. Además no hay amigos más grandes que otros, porque todos son importantes en su momento y circunstancia. Entre mis amigos median los mates, la pizza, los guisos de lentejas, los vinos buenos o malos – según el presupuesto – y las picadas de cumpleaños. No hace falta más. Porque lo demás, la charla intensa, las confidencias, el respeto mutuo y la solidaridad, vienen por añadidura.”
Fabián Scabuzzo