Los años de la resolución 242 de la o.n.u.

Publicado el 18 abril 2018 por Frank Paya @payafrank

Los efectos producidos por la derrota militar árabe fueron traumáticos. Pocos días después de haber alardeado de que "ésta será la batalla final", el presidente Nasser de Egipto se encaraba con la derrota de sus fuerzas militares, la ocupación de todo el Sinaí por Israel y con sus dos aliados; Siria y Jordania; gravemente dañados y sus territorios ocupados. Nasser presentó la dimisión de su cargo el 9 de junio, pero acató la "voluntad" del pueblo, tras una manifestación masiva bien orquestada, y aceptó seguir sentado en su poltrona. Su primera preocupación era hallar una cabeza de turco a quien achacar la derrota.
La excusa que se inventó fue que no había sido Israel la que había derrotado a Egipto, sino los Estados Unidos. Los aviones británicos y americanos; no los israelíes; habían destrozado las Fuerzas Aéreas egipcias durante las primeras horas de la guerra. Indignados por estos pretextos, los Gobiernos de Gran Bretaña y de Estados Unidos rompieron sus relaciones diplomáticas con Egipto.
La derrota de Egipto constituyó un serio revés para la Unión Soviética. Esta se comprometió sobre todo a ayudar a los Estados árabes, principalmente a Siria y a Egipto, al menos para realizar un esfuerzo encaminado a restaurar la situación a lo que había sido antes del 4 de junio de 1967. La Unión Soviética esperaba conseguirlo, de acuerdo con el precedente creado en 1956, de la Asamblea General de las Naciones Unidas que; a petición soviética; fue convocada en sesión especial. El propio Primer Ministro Kosiguin llegó a Nueva York para que su presencia influyera un tanto en la sesión. El objetivo tanto árabe como soviético era obligar a Israel a abandonar todos los territorios ocupados durante la guerra, sin la firma de una paz permanente ni la negociación de unas fronteras seguras. El Gobierno de Israel rechazó la propuesta, si así se podía llamar; su propósito era mantener las líneas del alto el fuego hasta que pudiesen ser sustituidas por tratados de paz que establecieran límites territoriales, mediante la negociación.
El debate en la sesión especial de la Asamblea General comenzó con un violento ataque soviético, acusando a Israel de agresión "alevosa".
El ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Abba Eban replicó: "Ustedes no han venido aquí como fiscales, sino más bien como legítimo objeto de crítica internacional por el papel que han desempeñado en los oscuros y sucios acontecimientos que condujeron a la guerra.....Nunca se ha empleado una fuerza armada en aras de una legítima causa como en nuestro caso....". El derecho de Israel a la defensa propia era incuestionable, al igual que el de Rusia a defender Stalingrado, o al de Gran Bretaña a expulsar de su espacio aéreo a los bombarderos de Hitler.
Los Estados Unidos apoyaron la posición básica de Israel. El presidente Johnson aunque admitió que debería haber una retirada de los territorios ocupados, la consideraba como parte de una posible negociación para asegurar las fronteras y no "para violar a menudo las líneas de armisticio". Insistió en que las naciones de Oriente Medio debían sentarse ante la mesa de negociaciones y dialogar para llegar a un acuerdo sobre su coexistencia pacífica. Exigía también el libre uso de las vías marítimas internacionales y un arreglo justo y equitativo con respecto a los problemas de los refugiados.
En consecuencia, fue derrotada la resolución de la retirada; aparte de los bloques soviéticos y árabe tan sólo ocho miembros de las Naciones Unidas apoyaron su postura.
El único resultado de la sesión especial fue una resolución adoptada el 4 de julio que se oponía a la anexión de Jerusalén, que Israel había decretado días antes. Esta resolución no fue nunca realidad. Los muros de la división habían caído después de casi 20 años y no había poder en el mundo entero capaz de alzarlos nuevamente.
El fracaso soviético en alcanzar un equilibrio mediante la vía diplomática aumentó las insistencias de Egipto sobre el hecho de que su Ejército debía ser equipado nuevamente por los soviéticos.
Una enorme cantidad, sin precedentes, de material soviético llegó a los arsenales sirios y egipcios. En unión de los armamentos, también comenzaron a llegar millares de expertos y consejeros rusos a los dos países.
A continuación comenzaron a llegar a Egipto unidades rusas completas, y algunos aeródromos quedaron a su entera disposición.
Con objeto de distraer la atención de la grave responsabilidad que le alcanzaba al más alto nivel político. Nasser inició cierto número de juicios contra los altos jefes de sus Fuerzas Armadas, así como contra su ministro de Defensa, Shams Badhran. Se les acusó de negligencia y traición en el campo de batalla.
El Estado Mayor egipcio, recientemente nombrado, dedicó su atención, escrupulosa atención, al minucioso análisis de los errores cometidos y a su posible corrección. Se hizo especial hincapié sobre el problema de cómo evitar las sorpresas en el futuro. Se reforzaron y reconstruyeron los sistemas de radar; se estableció un sistema antiaéreo perfectamente coordinado, incluyendo docenas de baterías de misiles tierra-aire SAM-2 y muchos centenares de cañones antiaéreos. Los egipcios se daban perfecta cuenta de que la destrucción de su aviación había representado un hecho decisivo para el resultado final de la guerra.
En otros países árabes también se aprendieron lecciones sobre el nivel operacional y profesional de sus Ejércitos. Muchos centenares de oficiales y pilotos marcharon a la Unión Soviética y a otros países del Este de Europa para su adiestramiento. Su formación incluía nuevos temas como, por ejemplo, el atravesar obstáculos acuáticos, empleo de armas químicas y biológicas y defensa contra las mismas.
Con objeto de alcanzar un control militar más perfecto, las divisiones se agruparon en cuerpos de Ejércitos. Desde 1970 se establecieron en las orillas del Canal de Suez dos Estados Mayores del Ejército, con un Tercer Ejército en la retaguardia, en la región de El Cairo.
La mejora en los armamentos no solamente fue cuantitativa, sino cualitativa. En el terreno de los blindados el tanque T-34, pasado de moda, fue sustituido por el T-54. Siria e Irak, así como Egipto, recibieron más baterías de artillería de 130 mm. y con mayor alcance. Los aviones Mig-21 sustituyeron a los Mig-17 y Mig-19, muchos de los cuales se habían perdido en la guerra. Llegaron muchos aparatos Sukhoi-7, aviones especialmente aptos para la penetración y bombardeo en vuelo rasante.
La Armada egipcia también se equipó con lanchas torpederas Komar, y los viejos submarinos se sustituyeron por otros más modernos.
En lugar de realizar un esfuerzo conducente a negociar un auténtico acuerdo de paz, los líderes árabes, reunidos en una conferencia en Jartum en septiembre de 1967, reiteraron los lemas de la vieja política irredentista: "Ninguna paz con Israel; ningún arreglo sobre territorios con Israel". La antigua ideología antiisraelí no cambiaría; por el contrario, se aplicaría más intensa y sistemáticamente. En tal estado anímico fue cuando el presidente Nasser declaró que lo que se había tomado por la fuerza sólo se devolvería también mediante la fuerza. Se daba cuenta de que no estaba preparado para otro enfrentamiento en un futuro inmediato. Por tanto, esperaría el momento en que las cosas estuviesen a punto, cuando las Fuerzas Armadas egipcias se hallasen reconstituidas y en íntima coordinación con otros Ejércitos árabes, entonces, se iniciaría la etapa de la liberación final.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió en Nueva York, en octubre de 1967, para continuar con lo expuesto en la sesión especial de la Asamblea General celebrada en junio del mismo año. Aunque la Unión Soviética no había cambiado de actitud, el Consejo sabía que toda resolución posible del caso requería el apoyo de los Estados Unidos; por añadidura, era preciso considerar las opiniones del Reino Unido, Canadá, Dinamarca y dos Estados latinoamericanos que se habían opuesto a las propuestas soviéticas en el mes de junio y en las que los rusos exigían una inmediata retirada sin ningún convenio o arreglo de paz.
El representante de Estados Unidos, embajador Goldberg, señaló que nunca había habido acuerdo alguno en lo concerniente a fijar ningún tipo de límites o fronteras como permanentes, entre los Estados de Oriente Medio; que las líneas de demarcación del armisticio de 1949 se habían definido específicamente por los signatarios como líneas provisionales basadas en consideraciones puramente militares, las cuales, según los acuerdos del armisticio, se podían revisar durante el período de transición a la paz. Y añadió después que "puesto que no existen tales límites o fronteras, habrán de establecerse por las partes como factor principal en el proceso de paz".
El texto que se adoptó por último, y que se basaba en un borrador británico fue conocido con el nombre de Resolución 242.
La resolución del Consejo de Seguridad era necesariamente vaga y ambigua en sus términos, como resultado de la necesidad de conseguir tanto el apoyo de los Estados Unidos como el de la Unión Soviética, así como la beneplácito de los Estados árabes y de Israel. Para los árabes, figuraba la omisión de las palabras negociación y reconocimiento. Para Israel, la retirada se enlazaba con el establecimiento de la paz y el establecimiento de fronteras seguras y reconocidas.Luego estaba el "detalle" de las versiones de la resolución: la inglesa decía que Israel debía abandonar "territorios ocupados"; la francesa y la castellana transcriben de "los territorios ocupados". Los israelíes se aferraron a la versión inglesa; los árabes exigieron que se cumpliera la segunda.Durante los años siguientes se discutiría mucho e incansablemente el tema de si la resolución del Consejo de Seguridad del 22 de noviembre de 1967 preveía una revisión territorial. La interpretación árabe era que no se preveía tal revisión y que la retirada debería tener lugar en todos los territorios y que, además, debía ser incondicional. La interpretación de Israel, basada en declaraciones hechas por los autores de la resolución, era que la retirada prevista por la resolución no seria de "todos los territorios", sino solamente de aquellos que se hallaban más allá de los límites últimamente acordados entre las partes, en el tratado de paz. En 1968, el secretario del Foreign Office inglés, Michael Stewart, señalaba que la omisión de las palabras "todos los" delante de "territorios" había sido deliberada.Sin embargo, si había sido diferentemente interpretada. La Resolución 242 fue aceptada al fin por Israel, Egipto y Jordania; Siria no lo hizo, y asimismo la rechazó la Organización para la Liberación de Palestina, puesto que se refería al pueblo palestino solamente con la categoría de refugiados cuyo problema era preciso resolver. Pero nada se negoció de inmediato y los israelíes impusieron su administración militar sobre los territorios ocupados. El embajador sueco Gunnar Jarring fue nombrado representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas con objeto de promover un acuerdo que se ciñese a la Resolución.Las consecuencias de la Guerra de los Seis Días fueron distintas para Israel y para los palestinos: el primero engrandeció su territorio y no alteró su proceso de normalización, mientras que para los segundos, que se sentían derrotados y marginados, fue aprovechado para consolidar su organización autónoma.Para Israel, en efecto, las consecuencias del conflicto no alteraron de manera decisiva su proceso de normalización política. En un primer momento, la ocupación de la parte jordana de Jerusalén provocó un entusiasmo israelí con connotaciones tanto históricas como religiosas. El 27 de junio de 1967 el Parlamento israelí proclamó la reunificación de la ciudad, dividida desde 1948, y la anexión de su parte oriental. Israel vivió unos años de entusiasmo colectivo basado en su conciencia de superioridad militar, de optimismo económico por el aumento de los recursos financieros procedentes del exterior, especialmente de los judíos americanos, unido a un incremento de la inmigración.Por otro lado, Israel no estaba dispuesto, en principio, a devolver a los países árabes sus territorios ocupados durante la guerra. Por el contrario, Israel esperaba negociar desde una posición de fuerza para obtener el reconocimiento y la paz, con unas fronteras seguras, a cambio de la devolución de la mayor parte de los territorios ocupados, con excepción de Jerusalén.En la política que aplicó Israel sobre los territorios ocupados destacaron dos aspectos distintos, pero complementarios: por un lado, la adopción de medidas por las autoridades militares destinadas a impedir que regresaran a sus hogares las personas que los abandonaron forzadamente a causa de la invasión, así como las encaminadas a desplazar hacia los países árabes próximos a los que permanecieron allí durante y después de la guerra; y por otro, la implantación de colonias judías de población en esos territorios ocupados.El 23 de junio de 1967, exactamente dos semanas después del alto el fuego, el comité central de Al Fatah se reunió en Damasco. Parecía sensato que, en la reunión hubiera alguien que abogase por una pausa en las actividades terroristas; los ataques y atentados efectuados a través de las fronteras siempre podían proporcionar un pretexto a Israel para llevar a cabo operaciones militares contra países vecinos en unos momentos en los que éstos se hallaban totalmente indefensos, así como todas las operaciones que se efectuaban desde el interior de los territorios ocupados también podrían proporcionar una excusa al gobierno militar para adoptar duras medidas disuasorias que sin duda, y a su vez, darían lugar a un renovado éxodo de estos territorios. Por último, a instancias de Yasser Arafat, se decidió seguir un curso activista. Arafat alegaba que una revolución que deja de actuar está siempre condenada a la extinción.
En efecto, el hecho de que en aquellos momentos un millón de árabes se encontrasen bajo un gobierno militar israelí, parecía ser algo muy atractivo para los protagonistas de una guerra popular de liberación. En la medida de que sus modelos eran el Vietcong, que operaba en Vietnam, el F.L.N. que actuaba en Argelia, y el Mau-Mau que luchara contra los ingleses en Kenia. Además se esperaba que el gobierno militar se mostrara duro, cuanto más duro, mejor, y adoptando ciertas medidas despertaría el resentimiento entre la población, con lo que se haría el juego a Al Fatah.
Así, Yasser Arafat, acompañado por algunos de sus ayudantes, dejó Damasco en 1967, y se infiltró en la Ribera Occidental para establecer su cuartel general en la casbah de Nablus. Pudo actuar al principio prácticamente sin que nadie le molestara. Su plan de operaciones tenía dos vertientes: por una parte, la organización de una red de saboteadores que podrían encargarse de las acciones terroristas, preferiblemente en el interior de Israel, con objeto de evitar cualquier posible complicidad y subsiguiente represalia contra la población local, y por otra, la agitación de la población local para que iniciara una campaña de desobediencia civil contra las autoridades de ocupación.
Organizó un gobierno local que situó a Al Fatah al mando de todos los poblados, garantizándole un control, al menos nocturno, sobre zonas completas de la Ribera Occidental. Creía que seria capaz de crear un foco terrorista en la Ribera Occidental, que se defendería contra Israel, y lentamente iría extendiéndose hasta abarcar todo el país. Se iniciaron las actividades de sabotaje a mediados de septiembre. A partir de entonces, siempre existió un incremento en tales operaciones.
Los primeros esfuerzos en tal sentido se dirigieron principalmente contra objetivos civiles: fábricas, hogares particulares y cines, en Israel.. En el Sharon, en Jerusalén, y una vez, incluso en Tel Aviv, la primera y más grande de las ciudades judías. Cuando Israel reforzó la vigilancia a lo largo de la línea verde que separaba a Israel de los territorios ocupados, Al Fatah comenzó a actuar dentro de dichos territorios.
Al principio, Al Fatah estuvo ayudado solamente por Siria. Egipto estaba ocupado en estabilizar su gobierno y muy preocupado con sus problemas en el Canal de Suez. Jordania se opuso abiertamente a los terroristas.
La política adoptada por el gobierno militar israelí, sin embargo, fracasó en hacer el juego a Al Fatah. Los administradores árabes, los profesores y los policías recibieron el consejo de continuar viviendo como lo hacían antes, realizando sus funciones normales. Se inició una política con dos objetivos: capacitar a la población para que continuase su vida como antes, en la medida en que fuese posible, manteniendo los lazos comerciales y familiares con la Ribera Oriental del río Jordán y, a través de Jordania, con el resto del mundo árabe. Por otra parte, tal política trataba de impedir que los terroristas alimentaran el descontento de la población local, y así aislarlos de forma que la lucha contra ellos no perjudicara los intentos de crear una coexistencia pacífica entre los palestinos y la administración israelí.
En septiembre de 1967, el gobierno militar instituyó una política selectiva destinada a demoler las casas de los terroristas y sus colaboradores, de acuerdo con las normas de emergencia que se hallaban en vigor bajo el anterior gobierno jordano. Así, fueron demolidas unas 500 casas como resultado de tal política.
Semejante política demostró ser eficaz para aislar a los terroristas de la población local. Los terroristas descubrieron pronto que no podían contar con el apoyo de los poblados: por el contrario, algunos de éstos se organizaron activamente con objeto de mantener alejados a los terroristas de sus dominios. En consecuencia, los terroristas tuvieron que refugiarse en las cuevas de las montañas. Cuando los israelíes efectuaron una inspección de todas las cuevas que había en la Ribera Oriental, los activistas se vieron obligados a marchar a las ciudades, sobre todo a la casbah de Nablus. Los que fueron capturados pronto proporcionaron a los investigadores la pista del paradero de sus antiguos colegas. En noviembre los líderes de Al Fatah se vieron obligados a admitir en público que su organización había sufrido "relativamente grandes pérdidas" en muertos y prisioneros.
La jefatura de Al Fatah terminó dándose cuenta de que las actividades de sabotaje necesitaban apoyo. La resistencia pasiva en forma de boicots y huelgas, así como la resistencia política dirigida por algún partido o movimiento para orientar al público y canalizar sus emociones, eran condiciones necesarias para el buen éxito de las actividades de sabotaje.
Hacia fines de 1967 el centro de las actividades de Al Fatah, por tanto, se trasladó desde la Ribera Occidental a bases situadas más allá del río Jordán, en Jordania.
Yasser Arafat se las ingenió para escapar al destino de muchos de sus hombres. Hacia el final de su estancia en la Ribera Occidental, y después de un fuerte ataque realizado contra la casbah de Nablus donde cayeron prisioneros treinta y tres terroristas y se capturaron muchas armas, trasladó su cuartel general desde Nablus a la villa de uno de sus partidarios en Ramallah. Una noche, en otoño, las Fuerzas de Seguridad de Israel rodearon la villa y luego irrumpieron en su interior. Hallaron un lecho todavía caliente y una tetera que aún hervía, pero Arafat se las había arreglado para, en cuestión de segundos, saltar por una ventana y ocultarse en un coche particular que se hallaba estacionado en la carretera. Arafat partió hacia el Este y cruzó el río Jordán por última vez hasta Jordania.
Dejó atrás a unos mil terroristas detenidos y aproximadamente doscientos muertos. Para justificar el desastre Al Fatah alegó que "cada revolución se mide por el número de sus bajas".
Aunque el gobierno jordano no se inclinaba en absoluto a mostrarse hospitalario con las organizaciones terroristas antes de la Guerra de los Seis Días, posteriormente colaboró, aunque no de muy buena gana, con sus organizaciones. La humillación, el deseo de venganza, la presión de otros países árabes, así como la creciente influencia de los palestinos en Jordania, formaron una perfecta combinación para reforzar los lazos que existían entre la Legión Árabe y las organizaciones terroristas. La Legión Árabe, al ayudar a los terroristas en sus intentos de infiltración en Israel, así como a cubrir sus retiradas, perdió gradualmente el control sobre considerables extensiones del Valle del Jordán.
Los incidentes locales con los terroristas pronto se convirtieron en batallas de tanques y artillería. Las Fuerzas Armadas de Israel también tomaban parte en las escaramuzas, pero las bajas causadas a la Legión Árabe no disuadían en modo alguno a los terroristas a que cesaran en sus actividades. El fuego de mortero desde el otro lado del río Jordán, eran cosa normal y corriente. Hubo que construir refugios en todas las zonas fronterizas.
Los cazas de Israel destruyeron baterías jordanas, bases militares y algunos reductos. Un importante proyecto de irrigación quedó dañado en varios lugares y, naturalmente quedó fuera de servicio. Los campesinos jordanos abandonaron sus hogares del valle. En toda Jordania se decretó el estado de alerta: el rey Hussein, finalmente enterado del daño que para su gobierno significaban las actividades terroristas, publicó una especie de edicto de "advertencia", indicando que, en el futuro, actuaría con dureza si las organizaciones terroristas socavaban su autoridad. Sin embargo, había dejado de ser un gobernante libre para convertirse más bien en un prisionero de sus propios compromisos con otros países árabes. Dos días más tarde, dejó de cumplir su palabra y, una vez más, apoyó a los terroristas, actitud que pagaría muy cara.
Paralelamente con todos estos acontecimientos, aumentaron las infiltraciones en territorio ocupado por Israel, a través del Jordán. Israel adoptó algunas contramedidas. Conforme fue pasando el tiempo, perfeccionó un sistema defensivo a lo largo de la frontera, que incluía alambradas de espino separadas por campos de minas; varios dispositivos de alarma electrónicos, y cepos; las ametralladoras funcionaban automáticamente mediante los rayos infrarrojos.
Sin embargo, tales medidas defensivas no eran suficientes. Entonces se decidió llevar a cabo operaciones activas contra las bases terroristas del Valle del Jordán. La base principal era el poblado de Karameh. Cuando los terroristas llegaron allí por vez primera, su población era de unos siete mil habitantes, aunque anteriormente llegó a los diecisiete mil. Arafat y sus ayudantes instalaron su cuartel general en una antigua escuela de niñas, situada en el centro de la villa. Todos los servicios, incluyendo el agua y electricidad, corrían a cargo de los terroristas. Karameh y sus alrededores se dividieron en campamentos separados, cada uno de ellos con su propio sistema de suministros y equipo. Los terroristas construyeron búnkers subterráneos y grandes almacenes. Toda la zona quedó rodeada por un sistema de trincheras y puestos de servicio perfectamente conectados unos con otros. El cercano lecho de un río seco se empleaba para ejercicios de tiro con munición real. Así, Karameh se había convertido, en relativamente poco tiempo, en una base de suministro y formación militar, cuartel general y punto de partida para las infiltraciones.
El 21 de marzo de 1968, Israel ordenó que sus fuerzas cruzaran el río Jordán con objeto de liquidar esta base terrorista, la operación de más importancia de las I.D.F., después de la guerra. Participaron en ella tanques, paracaidistas, artillería, ingenieros y aviación. Las fuerzas de vanguardia cruzaron los puentes al amanecer y liquidaron inmediatamente las posiciones más avanzadas.
El golpe que se aplicó contra la base de Karameh obligó a Arafat a trasladar su base mucho más al Este, hasta una zona montañosa, y dispersar sus fuerzas alejándolas más del río Jordán. También sirvió como más amplia demostración, para el gobierno jordano, que, en ausencia de contramedidas eficaces por su parte, también podría llegar a ser víctima de los acontecimientos iniciados por los terroristas.
Meses más tarde, en julio de 1968, el Consejo Nacional Palestino se reunió en El Cairo, en su cuarta sesión, para reformar la Alianza Nacional Palestina, constituida originalmente en una reunión celebrada en 1964, durante la cual se había fundado la Organización para la Liberación de Palestina. Participaron en la reunión representantes de casi todas las organizaciones palestinas que existían en los países árabes, incluyendo a grupos de fedayines. Al Fatah y las organizaciones fedayines afiliadas al primero disponían de 37 representantes; el Frente Popular Marxista, a la cabeza del cual figuraba George Habash, disponía de 10. Se reconocía claramente el estilo de Al Fatah en la nueva alianza.
Los principios fundamentales que se establecían en la nuevamenteadoptada alianza eran los siguientes. En el Estado palestino sólo se reconocería como ciudadanos a los judíos que vivían en Palestina desde antes de 1917; únicamente los árabes palestinos poseían el derecho a la autodeterminación y todo el país les pertenecía; se rechazaba cualquier solución o acuerdo con Israel que no implicara la total liberación del país, y tal objetivo no se podía alcanzar en el plano político, sino militarmente.
Mientras que tal acuerdo proclamaba la acción militar como condición imprescindible para la liberación de Palestina, la posición militar de la referida organización era débil. El ataque de Israel contra Karameh había empujado a Al Fatah hacia las montañas; las Fuerzas Aéreas de Israel persiguieron al enemigo hasta aquella zona; y a partir de agosto de 1968, Al Fatah ya no pudo sentirse segura en sus bases del Este. A partir de entonces, los terroristas se mezclaron con la población de Jordania, evitando importantes concentraciones por separado que, sin duda, serían objetivos ideales para las Fuerzas Aéreas de Israel.
Poco después de la reunión de El Cairo, comenzó a surgir una nueva táctica que a partir de aquellos días ha sido y es muy notable: la del secuestro de aviones. El 22 de julio de 1968, un avión de El-Al que volaba de Roma a Lydda, fue secuestrado por terroristas árabes y obligado a tomar tierra en Argelia. La opinión pública occidental fue unánime en su condena de esta nueva extensión del conflicto árabe-israelí, pero las organizaciones internacionales; principalmente la O.N.U.; se mostraron por completo ineficaces. Argelia retuvo a la tripulación y a los pasajeros israelíes en espera de un arreglo del problema, en el que como mediadores figuraba Italia. Finalmente, tanto el avión como sus pasajeros fueron liberados el 31 de agosto de 1968. Quince árabes detenidos en Israel también quedaron en libertad como un "gesto" hacia los mediadores.
Durante todo este periodo, desde el final de la Guerra de los Seis Días hasta últimos de 1968, las líneas de armisticio con Egipto y Siria fueron, en conjunto, un lugar pacífico. Como en ocasiones anteriores, antes y después de las guerras entre Israel y sus vecinos árabes, los terroristas palestinos hicieron todo lo posible por ser el centro de la atracción mundial, y principales personajes en escena.
El 11 de julio, Israel y Egipto se ponían de acuerdo para estacionar en ambos lados del Canal de Suez a observadores de la O.N.U., pero aun continuaba sobre la mesa el problema de la línea divisoria en el Canal. La posición de Israel se basaba en que la línea debía pasar por el centro del Canal, y la navegación por el mismo debería, por tanto, basarse también en una reciprocidad: si una de las partes podía emplear embarcaciones en el Canal, la otra parte también podría hacerlo. Como Egipto empleaba pequeñas embarcaciones en varios sectores del Canal, Israel hizo lo propio. Los egipcios dispararon contra ellas, e inmediatamente vinieron las represalias israelíes. Las Fuerzas Aéreas de Israel participaron en la lucha y muy pronto los ataques se fueron trasladando hacia el Sur. En la ciudad de Suez se incendiaron las refinerías y resultaron dañadas las baterías costeras de Port Ibrahim.
Asimismo fueron derribados algunos aparatos egipcios que intentaban interceptar el paso a los aviones israelíes. Entonces se inició el éxodo de una nueva ola de refugiados entre los que, naturalmente, se incluían residentes de las ciudades egipcias de la ribera occidental del Canal, quienes habían decidido abandonar sus hogares. A últimos de julio se llegó a un acuerdo de mutua abstención en cuanto se refería a la navegación por el Canal.
Durante los meses siguientes continuó el fuego local. A pesar de que el resultado final, o más bien el acumulativo, se tradujo en un creciente aumento de refugiados, Egipto continuó con su hostigamiento, en evidente esfuerzo por impedir un enfriamiento de la situación a lo largo del Canal de Suez. A continuación, vino un largo período de paz en el Sur. Los prisioneros de la Guerra de los Seis Días se intercambiaron durante el mes de enero de 1968; seis mil por un bando y un pequeño grupo de hombres por otro. Los prisioneros egipcios habían sido tratados muy bien por las autoridades de Israel durante su cautividad, con la esperanza de hacerles comprender lo que realmente representaba Israel y de que cuando regresaran a sus casas lo hiciesen con diferentes opiniones y distintas actitudes hacia el pueblo judío.
Al parecer, en septiembre de 1968, Nasser tuvo la impresión de que ya estaba preparado para la segunda fase, la de una disuasión activa que estaba concebida como preliminar de la fase tercera y última, la de la liberación. La artillería egipcia abrió fuego contra la aviación israelí a lo largo de un frente de 100 kilómetros. Este bombardeo artillero no tenía más objeto que proporcionar a los soldados egipcios nuevas esperanzas e inyectarles confianza en si mismos; su objetivo era matar soldados israelíes.
La artillería israelí reaccionó contra los egipcios, quedando demostrado, una vez más, la vulnerabilidad de éstos en la ribera occidental del Canal de Suez, con sus concentraciones de población, depósitos de crudos y otras instalaciones.
Muy pronto resultó evidente que las fortificaciones construidas en la ribera oriental del Canal no eran suficientemente adecuadas como para soportar el fuego concentrado de la artillería.Desde un principio se supo que sólo el hecho de responder al fuego con más fuego no era la respuesta adecuada a esta nueva táctica. En consecuencia, las I.D.F. se dedicaron a realizar descubiertas en Egipto y con bastante profundidad, a fin de demostrar a los egipcios que, cuando ellos comenzaran a disparar, las I.D.F. no reaccionarían empleando los mismos métodos, hora o lugar. El primer ataque se dirigió contra Naj Hammadi, el 31 de octubre de 1968. Asimismo se volaron un puente, una presa y una estación de transmisiones, todo ello situado a unos 350 kilómetros de la zona israelí más próxima. Con objeto de defender objetivos militares en el interior de Egipto, Nasser había formado una especie de milicia popular. Una vez que se sintió seguro en sus zonas de retaguardia, en la primavera de 1969, dedicó todos sus esfuerzos a una constante "Guerra de Desgaste".
A partir de entonces, durante dieciséis meses hasta el alto el fuego en agosto de 1970, hubo una guerra continua con Egipto, no incidentes aislados y más prolongados, sino una guerra cuyo objetivo era causar bajas a las I.D.F., socavar su moral, provocar la desesperación y sembrar la confusión entre los habitantes de pueblos y ciudades, destruir material de guerra, e imponer a Israel una carga económica realmente insoportable.
La intervención de las I.D.F. provocaba confusión e incluso estragos entre los egipcios, pero éstos continuaban la lucha. En septiembre de 1969, aumentó el número de los ataques israelíes. Después de que algunos hombres-rana israelíes hundiesen dos lanchas torpederas egipcias, que podían haber puesto en peligro el éxito de la operación principal, los buques de desembarco israelíes atravesaron la bahía de Suez y, por vez primera, los blindados judíos rodaron sobre la ribera opuesta, la parte egipcia del golfo. La columna blindada partió hacia el Sur, y a lo largo de bastantes kilómetros de carretera costera destruyó doce puestos egipcios, atacó un campamento del Ejército egipcio y atacó asimismo otros objetivos militares, incluyendo instalaciones de radar. Después del ataque israelí fueron relevados de sus puestos algunos jefes egipcios, así como el comandante de la Flota y el jefe del Estado Mayor. Mientras, la prensa extranjera anunciaba la invasión de Egipto por parte de Israel.
Estos ataques, combinados con los que las Fuerzas Aéreas de Israel, que se habían hecho mucho más eficaces y destructores desde que habían llegado los primeros "Phantom", en septiembre de 1969, según el convenio firmado por la Primer Ministro Golda Meir y el presidente Johnson, produjeron en Egipto, hacia comienzos de 1970, un auténtico desastre, o quizá sería más adecuado decir que condujeron a un callejón sin salida.
El presidente Nasser se enfrentó entonces con la elección de o bien detener la guerra e iniciar conversaciones con Israel o estimular aún más a los soviéticos para que interviniesen en mayor grado. A principios de enero, Nasser partió hacia Moscú en misión secreta. Evidentemente, se había decidido por la segunda alternativa.
Al mismo tiempo, las Fuerzas Aéreas israelíes comenzaron a atacar objetivos situados en el interior de Egipto, como, por ejemplo, depósitos de municiones, bases de suministros, cuarteles generales e instalaciones militares de la región de El Cairo, donde se estaban llevando a cabo preparativos para la guerra contra Israel. Los ciudadanos de El Cairo vieron con sus propios ojos cómo los ataques de Israel se acercaban cada vez más a la ciudad sin llegar a alcanzarla del todo. Ya se reconocía la superioridad aérea de Israel y los aviones egipcios evitaban los encuentros directos con sus rivales. Al mismo tiempo, la actividad de la artillería egipcia a lo largo del Canal de Suez fue disminuyendo gradualmente.
El 9 de marzo fue el nadir de la Guerra de Desgaste, desde el punto de vista egipcio. A partir de este momento, las defensas egipcias de la ribera occidental del Canal de Suez dejaron de ser eficaces, con el resultado de que los aviones israelíes podían penetrar a su gusto en el espacio aéreo egipcio. Una vez más, Nasser se volvió hacia sus aliados soviéticos, quienes se hicieron cargo de la reconstrucción del sistema antiaéreo, pero ahora, en vista de que su confianza en la capacidad de los expertos egipcios se había reducido muy considerablemente, el sistema sería dirigido por los propios soviéticos. El nuevo sistema consistía en perfeccionados proyectiles "Sam-2" y "Sam-3" para interceptar a los aviones en vuelo bajo o rasante. Los rusos, en su intento de reconstruir alguna especie de sistema antiaéreo que resultara eficaz, ya no emplearon para ello los anteriores emplazamientos. Adelantaron las baterías hasta situarlas a unos 25 kilómetros del Canal, en un sector estrecho que únicamente se extendía a lo largo de 70 kilómetros, pero las piezas estaban emplazadas de tal manera que cubrían perfectamente toda la línea y así la penetración se hizo mucho más difícil. Al tratar de neutralizar el nuevo sistema, fueron derribados cuatro aviones israelíes.
En julio, los rusos llegaron finalmente a la conclusión de que ya no era suficiente emplear pilotos soviéticos para proteger el corazón de Egipto; en consecuencia, trasladaron pilotos rusos hasta la línea del frente con el exclusivo objeto de interceptar a los aviones israelíes. En el único combate aéreo librado entre pilotos rusos e israelíes, fueron abatidos cuatro aparatos soviéticos. Tanto la Unión Soviética como Israel, cada una de ellas obedeciendo a razones privadas, silenciaron el combate.
El 14 de junio, Nasser había declarado que deseaba aceptar un alto el fuego, siempre y cuando Israel se retirase de todos los territorios ocupados. Aproximadamente un mes más tarde, se hallaba muy bien dispuesto a aceptar una iniciativa americana que exigía un alto el fuego y la paz a lo largo del Canal de Suez, al mismo tiempo que Israel debía aceptar el principio de la retirada que se mencionaba en la Resolución 242.
La iniciativa americana, ya iniciada meses antes por el Secretario de Estado, William Rogers, se produjo como resultado de la seguridad por parte de Estados Unidos, de que la misión del embajador Jarring, durante la cual realizó varios viajes de ida y vuelta entre las partes contendientes, en 1968 y 1969, había sido un rotundo fracaso. Por otra parte, la creciente intervención rusa en la Guerra de Desgaste también había aumentado el riesgo de una probable intervención americana y, por ende, un enfrentamiento entra las grandes potencias, en el que ni Estados Unidos ni la Unión Soviética estaban interesados.
Así, el 19 de junio de 1970, el Secretario de Estado, Rogers, se puso formalmente en contacto con Israel, Jordania y la República Árabe Unida, llevando en su cartera una propuesta que se basaba en tres puntos: nombramiento de representantes para conferenciar, a través del embajador Jarring, y llegar a una paz justa y duradera; declaración de que aceptaban la resolución del Consejo de Seguridad dictada en 1967, y observación de la resolución de alto el fuego al menos durante un período de 90 días. Mientras que Siria se mostraba intransigente, el presidente Nasser aceptó, aunque de mala gana. Su Guerra de Desgaste y asedio había sido un absoluto fracaso. No había podido convencer a los Estados Unidos para que impusieran un embargo a Israel, aunque, por otra parte, las armas de la Unión Soviética seguían llegando a los Estados árabes. Era muy difícil, en verdad, que Israel aceptase la iniciativa americana porque significaba comprometer, o incluso arrojar por la borda, todos aquellos principios que Israel, hasta entonces, esgrimía como base de su política. La negociación que se proponía debía ser indirecta, al menos en su primera fase; el alto el fuego sería temporal; y cualquier prolongación del mismo sería negociado por ambos bandos, o mediante mutuas concesiones. Por otra parte, la mayoría pensaba en que era urgentemente necesario iniciar un diálogo, y lo que aún podría llegar a ser más importante, mantener el interés de los Estados Unidos en apoyar la fuerza de Israel y asimismo en que continuasen disuadiendo para evitar toda intervención exterior.
El 4 de agosto de 1970, el gobierno de Israel aceptó la iniciativa americana. No le quedaba otra opción. Pero esto trajo como inmediata consecuencia la ruptura de la unidad nacional en el gobierno israelí. Menahem Begin, líder del partido Gahal, de centroderecha, y antiguo comandante del Irgún, se llevó a sus seis ministros del gabinete, oponiéndose, ante todo, a que Israel aceptara el principio de retirada sin que se lograse nada a cambio.
Los acontecimientos ocurridos pocos días después del alto el fuego, y concretamente el día 8 de agosto de 1970, parecieron dar la razón a las premoniciones de Begin. Al cabo de unos días, tanto los rusos como los egipcios restablecieron un sistema completo de proyectiles antiaéreos a lo largo del Canal de Suez, en contra de los términos del convenio, o lo que era igual..... algo que no habían podido llevar a cabo durante las semanas y meses anteriores al alto el fuego. Los Estados Unidos, durante cierto tiempo, negaron los hechos, y, acto seguido, se produjo una discusión entre Israel y el gobierno americano; sin embargo, la evidencia era demasiado clara como para que se ignorase. El gabinete israelí decidió unánimemente suspender la participación en las conversaciones con Jarring y Egipto hasta que se restaurase la anterior situación al oeste de la línea de alto el fuego. Por último, los Estados Unidos exigieron a la Unión Soviética que rectificara el violado status en la zona de "paz". Cuando ni hubo respuesta por parte rusa, los Estados Unidos aumentaron los envíos de armas a Israel con objeto de restablecer el equilibrio.
Aunque el alto el fuego se limitó, en principio, a sólo tres meses, luego se alargó por otros seis más. Después, sin que mediase en absoluto prolongación oficial alguna, duró cierto número de años, de hecho hasta el estallido de la Guerra del Yom Kippur.
Mientras que todo el peso de la lucha se localizaba en el frente egipcio, el frente sirio se mantenía en relativa calma. Siria había aceptado con mucha repugnancia el alto el fuego en junio de 1967; y por supuesto, rechazado la resolución del Consejo de Seguridad de noviembre del mismo año. Aun cuando Siria apoyaba constantemente a los terroristas, tanto en el terreno de la propaganda como en la concesión de bases para su formación y suministro, evidentemente prefería que los terroristas operasen desde algún otro lugar. Esta preferencia sin duda se debía al temor de las represalias israelíes. Sin embargo, el claro deterioro de la posición de Egipto significaba un verdadero dilema para Siria. Una continuada abstención en la auténtica lucha disminuiría su prestigio, ya que significaba dejar en la estacada a su aliado. Así, pues, en abril de 1969 tuvo lugar un ataque terrorista, inspirado por Siria, contra una posición israelí del Golán. El ataque fue rechazado. A continuación, los terroristas que se infiltraban desde el otro lado de la frontera siria iniciaron acciones de sabotaje y minado en el Golán.
En julio de 1969, los aviones sirios trataron de penetrar en el espacio aéreo de Israel y, como resultado del intento y en combate sobre Kunietra, fueron derribados siete aparatos sirios Mig-21.
Siria declaró entonces que había completado la reconstrucción de su Ejército y que estaba preparado para una guerra total contra Israel, recuperar los territorios ocupados y liberar Palestina. Durante el invierno de 1969-1970 aumentaron los incidentes a lo largo de la frontera siria.
Por ello, el 1 de marzo de 1970, las I.D.F. decidieron penetrar profundamente en territorio sirio, siendo sus principales objetivos un campamento militar, las líneas de energía y un puente. Semanas después, se realizó una operación combinada contra las posiciones del frente sirio, en una extensión de 20 kilómetros. Las Fuerzas Aéreas sirias se retiraron de la lucha tras ser derribados tres de sus aparatos. Incluso así, continuó el fuego de la artillería siria contra las colonias del Golán.
Por último, la retirada de Egipto como consecuencia del alto el fuego del 7 de agosto de 1970, proporcionó a Siria la oportuna excusa de seguir los pasos de su aliado.
El vecino occidental de Siria, Líbano, se comportó de forma diferente. Su sociedad relativamente abierta con instituciones democráticas, así como la debilidad de su posición entre los Estados árabes resultante de su estructura religiosa, además de la naturaleza del sur de su territorio, fronterizo con Israel, fueron factores que se combinaron para convertir el país en excelente base de actividades terroristas a partir del verano de 1968. Los miembros de Al Fatah, de Jordania y Siria, se reunieron en el rincón sur del Líbano, sector situado entre el Monte Hermón y el río Hatzbani, lugar que posteriormente se conocería con el nombre de "Tierra de Al Fatah". Aunque el gobierno del Líbano, que no había participado en la Guerra de los Seis Días, no tenía ningún interés en complicarse la vida en el conflicto.... ¿pudo o no impedir que otros usaran su territorio como base para luchar contra Israel?. Un acuerdo establecido en El Cairo, en noviembre de 1969, según el cual los terroristas no podrían bombardear las colonias de Israel desde el Líbano, no fue respetado por los terroristas. A continuación de una serie de ataques con cohetes "katiuska" contra colonias judías del Norte, particularmente contra Kiryat Shemonah, las Fuerzas Aéreas de Israel iniciaron también una serie sistemática de bombardeos contra las bases terroristas de "Tierra de Al Fatah", a la vez que sus tropas de tierra atacaban las bases ubicadas en las estribaciones del Hermón. La población judía de la frontera norte se vio obligada a adaptar su vida a tales circunstancias, construyendo refugios en los que la gente pasaba muchas noches. Sin embargo, los terroristas continuaron con sus bombardeos desde el otro lado de la frontera y con sus infiltraciones.
Los intentos del Ejército libanés para restringir las actividades de los terroristas no sirvieron para nada; lo único que en realidad lograron fue aumentar la tensión entre diferentes sectores de la población libanesa que, en el verano de 1970, ya estaba al borde de la guerra civil.
En el frente jordano reinaba una situación similar. Aunque los terroristas habían quedado desplazados de sus bases en el Valle del Jordán, y teniendo que trasladarse más hacia el Este, habían establecido bases en las principales ciudades y campos de refugiados. El rey Hussein vacilaba entre emprender una dura acción para volver a imponer su autoridad o dar rienda suelta a los terroristas, que eran simple reflejo del estado anímico de muchos de sus súbditos. En el invierno de 1969-1970, se publicó un decreto real que prohibía a los terroristas transitar armados por las ciudades. Cediendo ante las presiones combinadas de las organizaciones terroristas y las de los países árabes, nombró un nuevo gobierno para tranquilizar y halagar a los terroristas. Sin embargo, éstos no quedaron satisfechos. Los moderados que había entre ellos deseaban una participación activa en el nuevo gobierno; los extremistas ansiaban derribar la monarquía.
Por entonces, la frontera con Israel a lo largo del río Jordán se hallaba herméticamente cerrada y las infiltraciones resultaban cada vez menos remuneradoras.
En junio de 1970 se produjo el primer choque entre el Ejército jordano y los terroristas palestinos. Sin embargo, esto no eran más que medidas a medias; otras unidades de la Legión Árabe y tropas iraquíes y saudís estacionadas en Jordania continuaron colaborando con los terroristas, que acrecentaron sus ataques contra las colonias judías de los valles. En ningún momento se llegó a abandonar una sola colonia y la actividad diaria en las mismas siguió su curso normal; sin embargo, una buena parte de la vida de los adultos y aún más de los niños comenzó a transcurrir bajo tierra o en los subterráneos construidos a tal efecto. Las fuerzas de tierra y aire de Israel reaccionaron no sólo contra las bases terroristas, sino también contra objetivos militares jordanos, incluyendo cuarteles generales de unidades del Ejército que habían concedido facilidades a los terroristas para que éstos operasen contra las colonias judías. La aceptación del alto el fuego por parte de Jordania en agosto de 1970 no cambió en absoluto la actitud terrorista, sino todo lo contrario.
La causa de los palestinos se vio reforzada con la designación de Yasser Arafat, el fundador de Al Fatah, como presidente de la O.L.P. El Frente Popular para la Liberación de Palestina (F.P.L.P.), rechazó la jefatura de Arafat y permaneció al margen de la O.L.P. En adelante la O.L.P. funcionaría con gran independencia respecto a los gobiernos árabes. Desde el 2 de febrero de 1969, en que fue elegido, Arafat se fue haciendo poco a poco con el control de los palestinos, empresa para la que contaba con el apoyo de la mayoría de los países árabes, que veían en él al líder nacionalista más moderado y, por tanto, ideológicamente, menos peligroso que George Habash o Nayef Hawatmen mucho más radicales. Arafat se convertiría así en la figura dominante del movimiento de resistencia palestino. La actividad terrorista de los palestinos fue constante, pero la muerte no les desalentaba. Paseaban a sus muertos por los campamentos de refugiados y conseguían más y más seguidores.
Septiembre Negro
Cuando ya el presidente Nasser había abandonado la lucha armada, el rey Hussein decidió poner fin también a la anomalía de un "Estado terrorista dentro de otro Estado" en su propio reino. Por entonces Al Fatah, desafiaba abiertamente su autoridad. El monarca jordano manifestó:"Mi Ejército se impacienta. No podrá seguir soportando durante mucho tiempo que se escarnezca continuamente la autoridad del Estado. El Frente Popular para la Liberación de Palestina se ha pasado de la raya. No contento con establecer un aeropuerto pirata en mi territorio, confecciona sellos oficiales, proporciona visados, regula la circulación sobre las grandes carreteras, mantiene rehenes y emprende negociaciones con potencias extranjeras".
Las unidades del Frente Popular, circulaban libremente por todo el país, armadas bajo la luz del sol. Tenían sus propios tribunales, su propio sistema para cobrar contribuciones a los habitantes y sus propias matrículas automovilísticas. El rey Hussein se dio cuenta de que no era ya la seguridad de Israel la que estaba en peligro, sino también la de su propio país, o, más bien, su propio trono.
La respuesta palestina fue cerrar filas en torno al grupo de Habash, emitiendo este comunicado: "Toda intención de atacar al Frente Popular se enfrentará con la respuesta unida de la Revolución palestina".
El secuestro de tres aviones el día 6 de septiembre de 1970, desembocaría en una de las mayores tragedias para el pueblo palestino: Septiembre Negro.
Ese 6 de septiembre los comandos del Frente Popular para la Liberación de Palestina, de Habash, intentaron el secuestro de cuatro aviones en distintas partes del mundo. Lo lograron en tres de los casos, fracasando en el cuarto, un avión israelí, porque un agente de seguridad mató a uno de los secuestradores y redujo al segundo, la famosa activista Leila Khaled. Los otros tres aviones volaron hacia Oriente Medio. Uno de ellos, un jumbo, fue conducido hasta el aeropuerto de El Cairo, donde lo dinamitaron tras desembarcar a los pasajeros. Los otros dos aparatos fueron llevados hasta un perdido aeropuerto jordano, Camp Dawson, en Zarka, construido durante la Segunda Guerra Mundial, donde el día 9 se les unió otro aparato más, secuestrado ese día.
Los terroristas palestinos retuvieron a los 1.062 pasajeros y destruyeron los 3 aviones en el que bautizaron como "Aeropuerto de la Revolución". Aquello fue demasiado para Hussein de Jordania, en cuyo reino los palestinos venían enfrentándose con grupos militares beduinos desde mediados del mes anterior y campando por sus respetos.
El día 15 Hussein ya no lo dudó más. Nombró un primer ministro militar, el general Mahali, que el día 16 lanzaba a sus soldados contra los palestinos. La lucha se prolongó hasta el día 24. En esas ocho jornadas, los tanques del Ejército pulverizaron con sus cañones y cadenas los campamentos palestinos de Ammán, Irbyd y Mafraq. Según datos de U.N.W.R.A., resultaron muertos unos 10.000 palestinos y heridos no menos de 15.000. Al Fatah declaró que se habían contabilizado 20.000 bajas, más que el número total de árabes palestinos muertos durante el curso de todos los choques habidos con los judíos y con Israel desde principios de los años 20 en adelante. Incapaces de resistir en contraataque del Ejército del rey Hussein, los terroristas llamaron a Siria para que acudiese en su ayuda. En la tercera semana del mes de septiembre de 1970, las fuerzas sirias invadieron Jordania por la zona de Irbid. Parecía más que probable que tales fuerzas avanzasen hacia el Sur para derrocar al gobierno jordano e instalar un régimen formado por los terroristas y sus partidarios. Evidentemente, esto habría traído como consecuencia un control soviético sobre Jordania, liquidando toda influencia occidental. En consecuencia, tanto Israel como los Estados Unidos indicaron a Siria y a la Unión Soviética, que cualquier intento de ocupar Jordania acarrearía resultados gravísimos. Los blindados y carros de Israel se concentraron en la frontera siria, sin camuflajes de ninguna clase. Todas estas precauciones, en unión de unas eficaces operaciones llevadas a cabo por las Fuerzas Aéreas jordanas, dieron lugar a que se retirasen las tropas sirias. Muchos de los terroristas, conociendo el destino que les esperaba en manos de la Legión Árabe, prefirieron cruzar, desarmados, el río Jordán, y rendirse a los soldados de Israel.
La represión llevada a cabo por Hussein, fue un golpe terrible para los palestinos y no sólo por sus cuantiosas bajas. Los países árabes que lograron parar la masacre, desaprobaron los excesos cometidos por los palestinos en Jordania. De esta manera el rey Hussein pudo imponer este plan: salida de los guerrilleros de las ciudades y estacionamiento de éstos a lo largo del Jordán; desarme completo en los centros urbanos; Arafat sería, en adelante, el único representante legal reconocido de los palestinos.
Ese fue el final de las guerrillas palestinas en Jordania. Junto al río Jordán eran fácil presa para los comandos judíos; desarmados en las ciudades, estaban a merced de todas las arbitrariedades de la policía y el ejército jordano, que se cobraron cumplidamente las humillaciones anteriores. Buena parte de los palestinos, sobre todo los grupos armados, emigraron poco a poco a Líbano, desde donde reanudaron las hostilidades contra Israel.
El rey Hussein había corrido un calculado riesgo que sin duda producía sus beneficios. A pesar de la terrible matanza que sus soldados habían causado entre la población palestina de la Ribera Oriental, acababa de reforzar enormemente su autoridad durante el Septiembre Negro, a la vez que se había granjeado el respeto tanto de sus súbditos como de otros países árabes.
Hacia últimos de septiembre de 1970, el presidente Nasser convocó una reunión en la cumbre, que se celebraría en El Cairo, para considerar la nueva situación creada por el alto el fuego, y particularmente rellenar la grieta abierta entre Siria y Jordania que, a todo propósito práctico, acababa de romper el frente oriental. Fue al final de aquella conferencia cuando el presidente Nasser murió de un ataque cardíaco.
Durante casi dieciocho años había dominado el escenario árabe y llegado a ser el líder más popular, así como también el portavoz de la causa árabe palestina y que consideró en todo consejo, reunión o concilio mundiales. Su obsesión con Israel había agotado sus energías y a la vez condenado al fracaso sus restantes ambiciones. Le sucedió en el cargo Anwar el Sadat, su ayudante.
Desde comienzos de 1969, las organizaciones terroristas siempre compitieron e hicieron todo lo posible para hacer acto de presencia y de continua actividad cometiendo actos de sabotaje y terrorismo, tanto en el interior de zonas administradas como en la propia Israel. Tras haber fracasado en sus ataques contra objetivos militares, decidieron iniciar una política de asesinatos indiscriminados, con objeto de alcanzar una máxima publicidad y provocar confusión y desorden en la vida normal. En un principio, los objetivos preferidos fueron la cafetería de la Universidad Hebrea de Jerusalén, supermercados, mercados, cines y otros lugares públicos. Israel tuvo que adaptarse a esta nueva amenaza. Era totalmente imposible proteger a cada ciudadano durante todas las horas del día; sin embargo, se encargó a la Defensa Civil la tarea de investigar y estudiar a todos aquellos que entraban en lugares públicos. Estas precauciones, además de la creciente vigilancia de la población y la eficacia de las Fuerzas de Seguridad, minimizaron los daños causados por esta nueva táctica. Fueron detenidos la mayor parte de los grupos terroristas responsables de tales delitos. Con el paso del tiempo, los terroristas recurrieron a dispositivos más diabólicos: plumas estilográficas explosivas y cargas en forma de botones que llamaban la atención de los niños. La identificación y tratamiento de objetos sospechosos se convirtió en parte de la tarea regular de todas las escuelas israelíes.
Aunque las organizaciones terroristas lograron una enorme publicidad y obligaron a Israel a concentrar mayores esfuerzos en la prevención de sabotajes, fracasaron en su objetivo principal: trastornar y desconcertar la vida normal en Israel.
La población judía no reaccionó como los terroristas habían planeado: mediante ataques indiscriminados contra la población árabe. La vida en Israel y en los territorios administrados siguió su curso normal: escuelas, cines y mercados continuaron con sus operaciones, y los judíos y árabes también siguieron trabajando juntos en las calles y en los zocos y mercados de todo tipo.
Gran parte de los esfuerzos de los terroristas se dedicaron a impedir que los obreros árabes procedentes de los territorios administrados acudieran a trabajar a Israel. Así llegaron a convertirse en objetivos corrientes los autobuses cargados con obreros árabes. Durante un tiempo, la franja de Gaza se convirtió en centro de las actividades terroristas. Los palestinos en la franja eran peores que los de la Ribera Occidental; los grandes campos de refugiados, con sus estrechas veredas, resultaban, en gran parte, inaccesibles a las patrullas motorizadas de las I.D.F. Sin embargo, al realizar un esfuerzo concertado mediante las Fuerzas de Seguridad para identificar a los centros y líderes terroristas, así como la construcción de carreteras en los campos de refugiados, logró en gran medida detener las actividades terroristas en la franja. Aunque, por supuesto, no se llegaron a suprimir del todo. Cuanto mayor era el éxito de Israel en ir liquidando toda actividad terrorista dentro del territorio bajo su dominio, mayor era la tentación de los terroristas a probar suerte en el extranjero.
Fue en este campo donde alcanzaron mayores éxitos. Iniciando sus nuevas tácticas con el secuestro del avión de El-Al, del que ya hemos hablado anteriormente, los aviones se convirtieron en sus víctimas favoritas. Desde que El-Al adoptó las necesarias precauciones, los terroristas abandonaron el secuestro de sus aparatos y, en consecuencia, otras líneas aéreas que volaban a Israel se consideraron, a partir de entonces, presas más fáciles. Cuando esto también se hizo difícil, se comenzó a secuestrar aviones indiscriminadamente. A la vez, sufrían graves atentados todas las instituciones israelíes en el extranjero; cuando asimismo estas instituciones lograron protegerse adecuadamente, le llegó el turno a firmas y personalidades judías. Tales ataques y secuestros inevitablemente fueron objeto de una gran atención, e incluso las más pequeñas organizaciones recibieron enorme publicidad y grandes epígrafes en la prensa mundial.
Aunque la opinión pública mundial condenaba la amplitud del conflicto árabe-israelí más allá de las fronteras de la región, los gobiernos no deseaban o no podían suprimir tales actividades. Muchos gobiernos europeos hacían poco o nada por impedir la formación de células terroristas en sus territorios. Los terroristas que habían detenido en una u otra ocasión casi siempre eran puestos en libertad como resultado de otro secuestro, que siempre se combinaba directamente con la libertad de los terroristas detenidos con anterioridad.
A últimos de diciembre de 1968, los terroristas atacaron a un avión de El-Al en Atenas, resultó muerto un hombre; y los dos terroristas que fueron detenidos quedaron en libertad en 1970, como resultado del secuestro de otro avión. Dos meses después, en febrero de 1970, fue atacado en Zurich otro avión de El-Al. Un agente de los Servicios de Seguridad israelí mató a uno de los terroristas y otros tres fueron detenidos. También los pusieron en libertad, como resultado de otro secuestro aéreo, esta vez de un aparato de la compañía Swissair, en septiembre de 1970.
En mayo del mismo año, fue detenido cierto número de terroristas en Dinamarca, en vuelo hacia América Latina donde intentaban asesinar a Ben Gurión, que se hallaba allí de visita. Fueron puestos en libertad al cabo de tres semanas bajo la alegación de que la intención de asesinar no era suficiente razón para que se celebrara un juicio.
Los objetivos israelíes en Bruselas, La Haya y Bonn, fueron atacados en septiembre del mismo año. Detuvieron a dos terroristas en Bélgica y Holanda, pero quedaron en libertad tras haber prestado declaración. Una vez más, en noviembre de 1969, arrojaron una granada de mano en una oficina israelí en Atenas. Los dos terroristas detenidos quedaron en libertad tras el secuestro de un avión de la Olympic Airways, en julio de 1970. Tres terroristas detenidos en Atenas semanas más tarde, durante un fracasado secuestro aéreo, también quedaron en libertad.
El 10 de febrero de 1970 fue atacado, en Munich, un avión de El-Al; una semana más tarde se intentó secuestrar otro avión de la misma compañía y en la misma ciudad. Todos los detenidos quedaron inmediatamente en libertad tras el secuestro de un avión que volaba hacia Jordania en septiembre de 1970, durante el Septiembre Negro. El 4 de mayo de 1970 fue atacada la embajada israelí en Asunción, Paraguay, y asesinada la esposa del primer secretario. Los dos terroristas detenidos allí figuran entre los pocos que todavía continúan en la cárcel.
Los secuestros culminaron, como se ha dicho ya, en septiembre de 1970, cuando fueron secuestrados varios aviones en ruta hacia o procedentes de Israel y llevados a Jordania, donde, acto seguido, fueron destruidos.
A principios de enero de 1971, y en un aeropuerto italiano, se descubrió una maleta llena de armas. Los terroristas que llevaban la maleta quedaron pronto en libertad, puesto que, al parecer los italianos, temían posibles complicaciones. En abril del mismo año fueron desbaratados varios ataques contra hoteles en Israel, y se detuvo a cinco ciudadanos franceses. Un matrimonio de edad avanzada quedó en libertad debido a esta circunstancia y estar ambos enfermos. Tres mujeres jóvenes fueron condenadas a largas penas de prisión y luego puestas en libertad, tras haber cumplido parte de su condena. Éste era un ejemplo sorprendente de organizaciones terroristas que no empleaban a árabes, sobre todo a mujeres jóvenes a las que convencían para que actuaran en sus intentos criminales.
Después del Septiembre Negro fueron en aumento los objetivos jordanos. A fines de 1971, secuestraron un avión jordano y el Primer Ministro jordano Basi Thal, fue asesinado en Egipto. El gobierno egipcio, anfitrión del Primer Ministro, detuvo a cierto número de terroristas, pero más tarde les puso en libertad. Aquí también se trataba de evitar nuevas complicaciones. El año 1972 contempló un incremento de este tipo de actividad. Un avión de la Sabena fue secuestrado y conducido al aeropuerto de Lod; los terroristas fueron derrotados por los comandos israelíes, y, acto seguido, detenidos y condenados.
El caso más brutal de terrorismo indiscriminado tuvo lugar en el aeropuerto de Lod, el 13 de mayo de 1972; lo llevó a cabo un grupo suicida japonés, miembros del Frente Rojo de Japón, que por entonces colaboraba íntimamente con el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, una de las organizaciones más izquierdistas y radicales. La mayoría de las víctimas de la matanza de Lod fueron peregrinos católicos de Puerto Rico.
Pero el atentado de más resonancia mundial se produjo el 5 de septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos de Munich. Ocho guerrilleros palestinos asaltaron la residencia del equipo israelí y secuestraron a once atletas y entrenadores judíos. Tras un día entero de negociaciones se desencadenó la tragedia en el aeropuerto, debido a la ineficacia de la policía alemana. Esta intervino precipitadamente y los palestinos asesinaron a los rehenes al lanzar una granada de mano en el interior del helicóptero que les iba a transportar, inmediatamente cinco terroristas resultaron muertos por los disparos de la policía y tres fueron detenidos. Los tres terroristas detenidos entonces quedaron en libertad tras el secuestro de un avión de la Lufthansa, en octubre del mismo año.
Una organización denominada "Septiembre Negro"; en honor de los palestinos muertos en la represión de Jordania, reivindicó desde Beirut el atentado.
Israel no dejó enfriar los cadáveres. Tres días después sus aviones reducían a cenizas un campo de refugiados en Líbano con el saldo de 65 muertos. Simultáneamente estudió dos acciones de mayor relieve: una de comandos, de minuciosa preparación, que acabase con los principales líderes palestinos, y una negociación con la Falange Libanesa de Gemayel, a la que proporcionaría armas y dinero para que realizase algo parecido a lo que en Jordania hiciera el Ejército del rey Hussein.
La mayor parte de las organizaciones terroristas tenían sus cuarteles generales en Beirut. El 10 de abril de 1973, comandos judíos transportados por mar alcanzaron Beirut, asaltaron varias casas y residencias de palestinos, matando a medio centenar de guerrilleros y a tres de sus líderes con ellos; una de las víctimas fue Kamal Nasser, portavoz de la O.L.P.
Pero no por eso cesaron los palestinos en su lucha contra Israel y sus intereses, aunque pagasen un alto precio: durante 1973 el Ejército israelí bombardeó en ocho ocasiones los campamentos palestinos de Líbano.
El año 1973 también fue testigo de la adición de otro objetivo más, a sumar a la ya larga lista de los mismos: se iniciaron una serie de operaciones terroristas contra los inmigrantes judíos que llegaban desde la Unión Soviética. El primer ataque contra el campo de Schönau, en Viena, en enero de aquel año, fracasó rotundamente y los terroristas detenidos con tal motivo fueron expulsados de Austria, con objeto, como siempre, de evitar complicaciones. El 28 de septiembre fue atacado un tren que circulaba desde Checoslovaquia a Austria con inmigrantes judíos. Este ataque fue llevado a cabo por "E-Saika", organización terrorista que, como se probó, era una rama de la Información siria. Se formuló la hipótesis de que esta acción no tenía más propósito que la de distraer la atención; acto, por supuesto, instigado por los sirios; ante el inminente ataque del Yom Kippur.
A medida que los objetivos israelíes en Europa llegaron a protegerse más y a resultar menos vulnerables, los terroristas actuaron con mayor ahínco en el extranjero. Uno de ellos fue la ocupación por los terroristas de la embajada israelí en Bangkok; otro fue la embajada israelí en Nicosia. Sin embargo, los terroristas pronto se dividieron atacando asimismo a embajadas árabes. En la embajada de Arabia Saudi, en Jartum, fueron asesinados dos diplomáticos americanos y otro belga; y en la embajada del mismo país, en París, otros fueron secuestrados.
Por supuesto, desde mediados de 1968 hasta últimos de 1973, fueron detenidos ciento treinta y siete secuestradores en diferentes países, pero casi todos fueron puestos en libertad inmediatamente o al cabo de cortos períodos de tiempo. A finales de 1973, sólo veintisiete de ellos se hallaban todavía en la cárcel, siete en Israel.
Israel también inició una serie de operaciones proyectadas para convencer al gobierno libanés de que, por su propio interés, debía suprimir toda actividad terrorista que partiera de su territorio. Aun cuando todas estas actividades desbarataron los proyectos de los terroristas durante algún tiempo, el gobierno libanés no supo o no quiso armarse de valor para expulsar a los cuarteles generales terroristas de su territorio. Resulta evidente, por otra parte, que la disminución de las operaciones terroristas efectuadas más allá de los límites de Oriente Medio se debieron entonces, en gran medida, a las presiones de los países árabes que, por último, comenzaron a darse cuenta de que tales operaciones estaban perjudicando enormemente a la causa palestina, y así, aparte de otras medidas punitivas, incluyeron sanciones financieras contra dichas organizaciones, aunque por otro lado, las estimulaban a que tan sólo actuasen contra Israel. Las restantes operaciones terroristas en Europa también fueron acabando con el tiempo, cuando algunos de los principales líderes murieron en varias capitales europeas.
A la vez que la capital libanesa servía como cuartel general de las organizaciones terroristas, su extremo sur; "Tierra de Al Fatah"; era el centro de actividades guerrilleras contra Israel, desde un lado a otro de la frontera. Entre 1970 y 1973, y en monótona repetición, se produjeron bombardeos y hubo muchas infiltraciones fronterizas, todo ello seguido de las clásicas advertencias de Israel al gobierno libanés; cuando tales advertencias cayeron en saco roto, las fuerzas de tierra y aire israelíes atacaron todas las bases terroristas. De vez en cuando se reunía el Consejo de Seguridad de la O.N.U. a requerimientos del gobierno libanés; bien para resolver condenando blandamente toda violencia, o bien para condenar a Israel por sus actos militares (ignorando los previos ataques árabes que los habían provocado), o suspendiéndose las reuniones sin haber adoptado resolución alguna. También, de vez en cuando, Siria entraba en liza, permitiendo actividades guerrilleras desde bases situadas en su territorio, en este caso, Israel también contraatacó razonable y lógicamente.
En enero de 1971, se halló una fórmula con la cual Israel estaba de acuerdo en que se reanudasen las conversaciones Jarring. El embajador Jarring regresó a Nueva York desde Moscú, visitó Israel, y resumió todos sus esfuerzos en un informe dirigido a Egipto y a Israel. Pronto supo que las posiciones de ambas partes eran realmente inaccesibles: Egipto insistía en una retirada de todos los territorios como primera medida para negociar. Israel dejaba bien claro que no volvería a las vulnerables líneas de 1967. A partir de entonces, la misión de Jarring fue totalmente ineficaz.
Tal misión se sustituyó, en la primavera de 1970, por una iniciativa del secretario de Estado americano, William Rogers, la cual proponía un regreso a las líneas de armisticio de 1967, sin alteraciones importantes o significativas, regreso que se basaría como garantía sobre la presencia de unas fuerzas internacionales de paz. También esta iniciativa se convirtió en agua de borrajas. Asimismo se formuló otra propuesta que implicaba la retirada de las fuerzas de Israel de la Ribera Oriental del Canal de Suez y la apertura del propio Canal, propuesta que durante cierto tiempo pareció ser la más aceptable de todas, hasta que resultó evidente que los egipcios no aceptarían ninguna propuesta de carácter parcial a menos que tuvieran la seguridad, por parte de Israel, de que tal propuesta no era más que un proyecto que culminaría en la evacuación de todos los territorios ocupados por Israel durante la guerra de 1967.
En otoño de 1973, poco antes de la Guerra del Yom Kippur, el recientemente nombrado Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, sondeó a Egipto y a Israel tratando de hallar alguna posibilidad de renovar las negociaciones. Luego se hizo más que evidente que la participación de Egipto en estas conversaciones eran solamente puro enmascaramiento, parte de un plan para engañar a Israel, e inyectarle así cierto sentido de seguridad.
Desde los primeros días de su gobierno, el presidente Anwar el Sadat adoptó el lema de su predecesor: que lo que se había tomado por la fuerza sólo se devolvería por la fuerza. Aún cuando él hubiera considerado posible llegar a un acuerdo político; y en efecto el acuerdo relacionado con el Canal de Suez anteriormente mencionado no era básicamente muy diferente del acuerdo de separación de fuerzas que se alcanzó después de la Guerra del Yom Kippur; él no lo estimaba deseable. Su meta era borrar la humillación sufrida por el Ejército egipcio en 1967; de hecho, era también su principal ambición.
Las fuerzas egipcias se estaban preparando para una importante ofensiva contra Israel. Sadat declaró a los cuatro vientos que 1971 sería el año decisivo; cuando nada sucedió en el curso de aquel año, Sadat quedó en ridículo tanto en Egipto como fuera de su país. Hoy día, a nadie le cabe la menor duda de que aquel ridículo representó un incentivo para él, una especie de fuerte estímulo para que actuara aún más impulsiva y duramente.
En un discurso pronunciado en abril de 1972 en la radio de El Cairo, para conmemorar el aniversario del nacimiento de Mahoma, Sadat declaró:
"Los judíos demostraron que eran hombres embusteros y traicioneros, ya que concluyeron un trabajo con los enemigos de Mahoma con objeto de atacarle en Medina y atacarle desde dentro.... son una nación de embusteros y traidores, repito, gentes nacidas únicamente para la traición. Yo declaro aquí y ahora que sus sueños, de los que hablan hoy a causa de la victoria que creen haber logrado en 1967, no serán duraderos.... les digo hoy, desde este lugar, que no cederemos una sola pulgada de nuestro suelo, que no negociaremos con Israel en ninguna circunstancia, y que no negociaremos con ellos tampoco ni uno solo de los derechos del pueblo palestino. Os prometí esto el año pasado y os prometo este año que, en el próximo aniversario del nacimiento del Profeta, celebraremos en este lugar no sólo la liberación de nuestro país, sino también la derrota de la arrogancia israelí para que vuelvan a ser lo que El Corán ha dicho de ellos: Condenados a la humillación y a la miseria. No cederemos en esto. Ya no se trata tan sólo de la liberación de nuestro país, sino que es una cuestión de honor, y que tenemos fe en nuestro destino. Les haremos regresar a su antiguo estado".
A continuación del discurso, Sadat se trasladó a Moscú. Solicitó a los rusos armas ofensivas e insistió en disponer de entera libertad para usarlas. Los rusos se negaron. No deseaban una confrontación de superpotencias.
Sadat decidió, por tanto, expulsar de Egipto a todos los expertos rusos. El 17 de julio de 1973, todo el personal militar soviético y sus familias; unas cuarenta mil personas en total; recibieron la orden de abandonar Egipto inmediatamente. Entre los consejeros rusos se incluían de cuatro mil a cinco mil instructores del Ejército egipcio; de diez mil a quince mil expertos de otro tipo, entre los cuales figuraban los que manejaban los emplazamientos de cohetes Sam-2 y Sam-3, cincuenta emplazamientos en total; doscientos pilotos con personal de tierra para atender para atender a los Mig-21, Mig-23, y a los once aviones de caza y bombardeo Sukhoi.
La valoración por parte de Israel sobre tal movimiento indicaba, ante todo, que, como resultado de la expulsión del personal ruso, el potencial bélico egipcio se había debilitado muy considerablemente; sin embargo, desde el punto de vista de Sadat tal expulsión le dejaba libres las manos para decidir la guerra. De hecho, pocas semanas después, fue cuando se comenzó a proyectar seriamente la Guerra del Yom Kippur.