Revista Talentos

Los calcetines

Publicado el 01 diciembre 2016 por Sylvia
Hablando con Macondo sobre los inconvenientes de la lluvia, le contaba que ODIO que se mojen los calcetines. Podría pensarse que lo que odio es que se mojen los pies, pero es que tengo un asunto con los calcetines. Tal vez es que en mi caso, pies y calcetines van juntos. Ya sé que hasta mi niña sabe que los calcetines son para los pies; pero en mi caso, pies y calcetines deben, NECESITAN ir juntos.
Uso calcetines siempre, no importa el calor que haga: nunca me da calor en los pies. Un tiempo, traté de usar sandalias; me gustan y me parece que con mucha ropa, se ven mejor las sandalias que otros tipos de zapatos. Pero me incomoda no traer calcetines. Cierto que una vez que he llevado sandalias cómodas un rato, pongo mi atención en otra cosa y mis pies tan contentos. ¡Pero qué bien se siente volver a enfundarlos!
En la sección de "datos sin importancia de los que usted no debería enterarse", podría quedar registrado que más o menos el 85% de las veces que he tenido sexo en la vida, ha sido con calcetines. Para un orgasmo, conmigo es suficiente; pero terminar sin calcetines, eso sí que es señal de que hubo éxtasis a otro nivel, nivel desquiciante, tal vez. Empezar sin calcetines, ni se diga; está reservado para ocasiones con circunstancias extra irresistibles.
Ya no hablando de sexo, sino de amor, la otra noche tuve una confirmación del significado profundo de la entrega de mis pies. Estaba en la cama con B, en el rato a gusto de apapacho y juego nocturno, cuando tuve que quitarme un calcetín por alguna razón. ¡Le dio un gusto ver mi pie! Nos bañamos juntas hace meses, así que no es que no me conozca toda; pero supongo que el contexto se lo presentó como algo distinto. Lo tocaba, lo levantaba, se alegraba con el movimiento de mis dedos. No quiso que volviera a enfundarlo. Y no lo enfundé.
Esta manía mía viene de la costumbre de mi abuela, de ponerme las calcetas de mi abuelo. Un cable se me cruzó con otro, en la experiencia de ser arropada y consentida, en el acto de vestirme los pies. Y es que podría parecer que simplemente prefiero llevar calcetines a no llevarlos; después de todo, como he contado, he sido capaz de usar sandalias varias veces. Pero de verdad me pongo mal cuando me faltan. He usado los mismos calcetines sucios por días -muchos días-, cuando la opción era dejar desenfundados los pies. De hecho, encontrándome estresada, cansada, alterada o en cualquier modo alejada del bienestar, mi necesidad adquiere matices delirantes.
Silvia Parque

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