Revista Diario

Los chismes se estrellan contra los oídos inteligentes

Publicado el 17 marzo 2018 por Carmen Calabuig López @revoltosa1952

Rincón de la Psicología



Los chismes se estrellan contra los oídos inteligentes
“¡No te vas a creer de lo que me acabo de enterar! Te lo voy a contar, pero no se lo digas a nadie”. 
Cuando escucho esto, lo primero que pienso es: “Si nadie se puede enterar, mejor ni me lo cuentes”. Pero claro, luego recuerdo que el chisme tiene una función de pegamento social y soporto estoicamente durante un tiempo prudencial como para poder cambiar la conversación sin parecer demasiado grosera. 
Sin embargo, los rumores son tan antiguos como la humanidad. Y su mecanismo de base siempre es el mismo: hay una persona que inventa el rumor desvirtuando la realidad, se lo sirve en bandeja de plata a la persona chismosa para que lo difunda y un tercer ingenuo se lo cree sin ofrecer ninguna resistencia. Por suerte, el rumor se estrella contra la barrera que representa el oído de una persona inteligente que comprende que no tiene ningún sentido prestar atención a las habladurías y mucho menos difundirlas. 

Los rumores fungen como un pegamento social 


Gordon Allport explicaba que los rumores sirven para que las personas se cohesionen entre sí y se posicionen frente a alguien más, generalmente el objeto del rumor. En práctica, el acto de contar un chisme adquiere un carácter íntimo, de manera que la persona chismosa le está diciendo a su interlocutor que le estima lo suficiente como para revelarle un “secreto”, aunque la mayoría de las veces se trata de un secreto a voces. 
En muchos casos, el chisme contiene una alarma implícita, es una indicación de que la opinión pública está en contra de algo, por tanto, se convierte en una especie de “advertencia de amigo”. Desde esta perspectiva, nos permite posicionarnos e integrar el grupo que se ha formado contra la persona o entidad que representa los antivalores que se deben combatir. En esos casos, el chisme sería una especie de “carta de invitación” al club. 
Sin embargo, debemos tener cuidado porque en muchos casos los rumores se convierten en un mecanismo de control social que le otorga poder a quien lo difunde. Dado que la persona chismosa posee “información privilegiada”, también adquiere cierto poder sobre el grupo receptivo que le cree, un poder que le permitirá manipularlos. 

Los rumores canalizan las incertidumbres, miedos y ansiedades 


Los rumores sirven para canalizar las incertidumbres y ansiedades de las personas. De hecho, para que los rumores surjan y sean creíbles, debe existir un contexto de ambigüedad. Allport propuso una ley según la cual, el rumor es proporcional a su importancia y ambigüedad. En otras palabras, la difusión del chisme dependerá de la importancia que le confieren al asunto las personas implicadas y del grado de desconocimiento sobre el tema. 
Eso significa que para que un rumor se difunda, tiene que hacer cierta resonancia en nuestras creencias y expectativas.
Un ejemplo perfecto fue lo que le sucedió a la compañía P&G en 1980. Se difundió que su logotipo, en el que se apreciaba un hombre en la luna, en realidad representaba a un diablo con cuernos y con el número “666” oculto. Las personas comenzaron a pensar que la compañía apoyaba a sectas satánicas y dejaron de comprar sus productos, causándole pérdidas millonarias. 
En realidad, el rumor fue difundido por cuatro compañías de la competencia, que llamaban a los católicos a unirse para afrontar esa perversidad, pero es obvio que encontró terreno fértil en una época en que las personas estaban obsesionadas con los mitos egipcios. P&G los llevó a juicio y tuvieron que resarcirle con 19 millones de dólares pero el daño ya estaba hecho, muestra de ello fue que en 1991 la compañía eliminó los detalles supuestamente diabólicos y en 1995 cambiaron por completo su logo. 
Otro ejemplo del daño que puede causar un rumor fue el caso del refresco “Tropical Fantasy”, que apenas salió al mercado fue un éxito de ventas debido a que su precio era mucho más bajo que el de sus competidores. Sin embargo, muy pronto se difundió el rumor de que la bebida había sido creada por el Ku Klux Klan para dañar la calidad del semen de los afroamericanos. A partir de ese momento, sus ventas se desplomaron un 70%. 
Aquel rumor era absurdo, pero se “basaba” en el hecho de que muchas de las máquinas expendedoras de la compañía se encontraban en barrios pobres donde vivían afroamericanos. Por supuesto, aquello no era un complot sino que se debía a una mera estrategia comercial ya que la empresa, Brooklyn Bottling, pretendía posicionar su producto entre las clases menos favorecidas. No obstante, la marca tardó años en recuperarse de aquel rumor. 

El rumor se detiene con inteligencia 


Estos ejemplos nos demuestran que los rumores se difunden cuando percibimos que son creíbles (incluso las historias más ridículas). Cuando los rumores hacen palanca en la ansiedad o en un miedo intenso, es menos probable que los analicemos lógicamente o que contrastemos su verosimilitud. 
Un rumor es una forma de manipulación emocional, por lo que la mejor arma para hacerle frente es la inteligencia y la lógica. Informarse, sin caer en sesgos cognitivos, también es fundamental ya que el rumor se ceba de la ambigüedad y el desconocimiento. 
Según Allport, el rumor se crea pasando por estos tres procesos, de manera que solo persiste apenas un 30% de la realidad: 
1- Nivelación. El rumor se acorta, restándole detalles y complejidad a la historia, lo cual ayuda a su difusión. 
2- Agudización. Se enfatizan y exageran ciertas características del rumor, para lograr que sea más memorable. 
3- Asimilación. Se distorsiona según los prejuicios, las parcialidades, los intereses y las agendas preexistentes de las personas que quieren difundir el rumor, para lograr que haga resonancia emocional. 
Por tanto, ante el rumor, lo mejor es actuar con inteligencia. Cuando te cuenten algo que invoca una consecuencia esperada (los rumores de deseos) o que aluda a consecuencias temidas o decepcionantes (los rumores temibles), piénsatelo dos veces antes de creerlo y, sobre todo, no lo difundas. 
Fuentes: DiFonzo, N.; Bordia, P. & Rosnow, R. L. (1994) Reining in rumors. Organizational Dynamics; 23: 47-62. Allport, G. W. & Postman, L. (1947) The psychology of rumor. Nueva York: Holt, Rinehart & Winston. Rosnow, R. L.; Yost, J. H. & Esposito, J. L. (1986) Belief in rumor and likelihood of rumor transmission. Language and Communication; 6: 189-194.


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