Las Filipinas -en referencia a Felipe II de España o a mí, por supuesto- estuvieron dominadas por el Imperio Español por más de 300 años. Esto trajo como consecuencia la presencia de muchos vocablos del Español en Tagalo; idioma que, junto con Inglés, por 50 años de presencia de los Estados Unidos, son las lenguas oficiales de este país. Así, por ejemplo, dicen “sapatos” por zapatos o “tinidor” por tenedor. Otro buen ejemplo, pero no porque signifiquen lo mismo sino todo lo contrario, es un plato típico de la cocina filipina denominado “puto”, un pastel de arroz fermentado cocinado al vapor y, tan importante, que hasta se consigue su versión rápida en mercados alrededor del mundo. Como este que vi en un mercado chino en Alemania. Para nosotros los latinos, y especialmente en México en donde es empleado para referirse de manera peyorativa a los hombres LGBTIQ+, es un término controversial y de manejo muy sensible. La globalización que, en ocasiones, nos brinda estas ventanas a lo que hoy somos, de dónde venimos y cómo estamos conectados, a través de los hilos de la historia, con los-lejos y los por-allá. Tan lejos y tan por-allá como para que un término como este pueda tener semejante distancia de uso y significado.