Pues sí, bromas aparte, cumplir años pasa de ser uno de los acontecimientos más importantes en la vida de un niño, a amargarle la vida al más pintada y a la que, cuantos más cumple, más se pinta.
Porque, ¿te acuerdas cuando eras pequeño? Si eres de mi quinta, tiene que costarte poco, porque fue hace diez o doce años… o unos pocos más. En el caso de mi amigo Jose ya es diferente, porque él, por muchos años que pasen, sigue siendo pequeño.
Cuando eres un niño, el tema del cumpleaños es sagrado. Ya vas contando desde el minuto cero del día siguiente de tu último cumpleaños, los días que te quedan para el siguiente. Joder. Lo recuerdo como si fuera ayer. Si caía entre semana era brutal. El día anterior se lo ibas diciendo a todos los compis. “Eh, que mañana es mi cumple… Cumplo estos [aquí hacías un gesto con las manos]”. La sonrisa de oreja a oreja, esas que sabías que te iban a arrancar los muy animales. Pero todo te daba igual, porque ibas a ser el rey del día.
Te ibas a la cama la noche anterior con unos nerviossssss. Jo, te costaba dormirte lo que no estaba escrito. Preguntabas a papá…”¿Qué hora eeeees? Las nueve y media, duérmete.” A los tres minutos mal contados, volvías: ”¿Qué hora eeeees?” Y mi padre, en un alarde de aquellos que te confirman que “mi papá es el mejor”, paraba el tiempo y me decía lo mismo… que eran las nueve y media. Pensabas, “no puede ser, no pueden ser todavía las nueve y media”. En el mejor de los casos, y tras preguntar por la hora hasta diez veces, te amenazaban con no tener regalo al día siguiente, en el peor… dormías caliente. Como ahora, pero en otra versión menos sádica.
Te levantabas el primero por la mañana. Vamos, no había nadie despierto. Las calles no estaban ni puestas. Nadie se había enterado. No salía en las noticias. Pero vamos, si era mi cumple, cómo van a estar durmiendo… Pues a levantar a todo el mundo. “Mamá, mamá, que ya es mi cumple…” Ella, por supuesto, te felicitaba, te daba el mejor beso que pueden darte en la vida y te daba un gran abrazo. Tu padre… Pues te felicitaba, se daba la vuelta, y seguía durmiendo… Y cuidado que no se soltara un sonoro pedo matutino…
Pedías tus regalos. Y aquí era cuando te soltaban la afirmación más rotunda y más cabrona que te pueden soltar en tu vida… “Pero si naciste a las nueve de la noche… Hasta esa hora nada…” Diooooooosssss.
Te ibas al cole. Caramelos, repartías muchos caramelos, y las orejas… Joder, los primeros años bien, pero luego, si encima habías nacido en invierno, se te caían antes de salir de clase… Treinta y nueve bestias tirándote repetidamente de las orejas… “uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… y el de propina” Joder cómo dolía el de propina, ahí estiraban con toda la mala leche del mundo.
Por cierto, que todo este tostón que te he soltado viene a que ya es el cumpleaños de MªJesús, y no voy a ponerme moñas porque X@vi me lo ha prohibido rotundamente, pero sí que quiero decir que mi sentido del humor (el que sea, éste, que no sé si es bueno o es malo), que tengo al menos yo tengo uno, lo debo en gran parte en la felicidad que tengo al compartir mi vida con ella:
“Cariño, que tengas un día cojonudo… Mañana, sábado, cuando dejemos a los niños con mis padres, te aseguro que será… bueno… será…”
Que vaya bonito,
La vida son cuatro dias punto com