Hoy os traigo una nueva entrega de personas extraordinarias que aparecen espontáneamente en mi vida. Estoy trabajando desde hace casi un año en un proyecto que trata de acercar servicios sanitarios a zonas desprovistas de los mismos, es cierto que España en líneas generales cuenta con una sanidad publica envidiable, pero aun así, ningún servicio es perfecto, siempre hay fallos o colectivos en relativa situación de vulnerabilidad; sea como fuere, tras varios años trabajando en clínicas privadas me siento un privilegiado al poder ejercer mi profesión de forma pública sin cobrar nada a nadie, sin importar si la persona se puede o no permitir un tratamiento.
No es un trabajo de ensueño, no es perfecto, pero aun así con sus cosas buenas y con las malas también resulta reconfortante y bonito saber que el dinero no es una barrera en cuanto a salud (aunque cada vez exista más tendencia a la práctica privada por los tiempos de espera y los retrasos de la sanidad pública) a diario me enfado por las muchas horas que hecho al dia, o por lo poco valorado que es mi trabajo en muchas ocasiones, sobre todo cuando los políticos de turno vienen a hacer show mediático, gobierne quien gobierne es la triste realidad de la sanidad pública, nuestro trabajo es un arma muy valiosa para ganar votos y las fotos en un hospital, aunque luego este desabastecido de material y personal dan mucha repercusión pues la gente ignora la verdadera situación de nuestro trabajo.
Tras esta larga introducción en la que una vez mas me he ido por las ramas, vayamos al tema en cuestión, personas extraordinarias que aparecen espontáneamente en mi trabajo. Hablemos pues de manolo y su grandísimo corazón y bondad.
Manolo es un hombre recién jubilado, el cual tenia una pensión y un bar de carretera tan típicos en la España de los 80 pero los cuales escasean cada vez mas hoy en día, el transito en aquellos años por carretera era continuo de camioneros y transportes en general por que antaño casi la totalidad de las cosas debían desplazarse por carretera, lo que se traduce en intensas jornadas de trabajo de Manolo, él y su mujer probablemente trabajaron por encima de las 14 horas al día durante 30 o 40 años. Una vez jubilados, acostumbrados a tratar con tantísima gente, al estar siempre en movimiento, escuchando, ayudando a viajeros y prestando un servicio y una ayuda imprescindibles ahora se sentían un poco solos, en un pueblo pequeño con cada vez menos gente y con el negocio cerrado (esta circunstancia me recordó profundamente a mis abuelos y lo difícil que fue para ellos cerrar el restaurante y jubilarse, pues también estaban acostumbrados a relacionarse con cientos de personas al día, y de golpe y porrazo pasaron de eso a tan solo familia y amigos).
Un año tan solo había transcurrido desde que cerraron el negocio, justo en la explanada que hay delante de su pensión colocaron la unidad móvil donde trabajo, el primer dia, cuando acabamos de comer un compañero y yo nos acercamos para ver si el bar estaba abierto, no lo estaba, pero vimos y conocimos a Manolo, que estaba intentando arreglar un vieja bomba de agua que hacia funcionar un pozo, nos presentamos, le explicamos en que consistía nuestro trabajo y en poco menos de 15 minutos nos estaba mostrando su pensión, bar, restaurante, casa… su vida. La parte de abajo era inmensa llena de bodegas para vino y licores y cámaras frigoríficas, lo que mostraba un volumen de afluencia brutal, sino ¿Para que tanto lugar de almacenaje?, luego nos explico que antes era extremadamente necesario tener cámaras frigoríficas por que la carne o los productos frescos a lo mejor solo venían dos o tres veces al mes por lo tanto tenían que comprar con mucha antelación para poder cubrir las necesidades de los clientes.
Como hacia relativamente poco que habían cerrado todavía tenia mucho material en las despensas, bebida y vinos sobre todo, asi que mientras nos hacia la visita nos invito a una cerveza, como todo negocio histórico había partes modernas y otras de madera construidas con sus propias manos, en aquel apasionante lugar cada habitación contenía una sorpresa, un asador de carne de piedra con mas de 50 años, coches antiguos de los que no se quería desprender, un molinillo de café de ronce del siglo diecisiete, libros y documentos apasionantes, un sinfín de cosas imposibles de relatar y definir pero que en nuestras cabezas se reproducía como una película bajo la luz tenue de esos pasillos en el sótano, entre sombras, ecos y las palabras de manolo, entorno y marco que nos traslado en el tiempo, podíamos imaginarnos ese local a reventar y Manolo y su mujer trabajando sin parar durante mas de 14 horas diarias exhaustos pero con una sonrisa en la boca por el trabajo bien hecho.
Luego nos enseño otra parte de su casa donde la historia dio un giro de 360 grados pues uno de sus hijos era MAGO PROFESIONAL, si amigos habies leído bien, mago profesional, por lo que una parte grande del sótano estaba ocupada por sus artilugios de magia meticulosamente ordenados y clasificados, la historia no paraba de mejorar por momentos, sin necesidad de tener un hijo mago, ese lugar y esas entrañables personas eran sin duda mágicas.
Después de recorrer cada recoveco del lugar escuchando las fascinantes historias y anécdotas de manolo con camioneros, borrachos, trabajadores, políticos, peleas, discusiones… mi compañero y yo regresamos al trabajo, no sin que antes Manolo nos regalara unos cuantos refrescos para nosotros y nuestros compañeros de trabajo.
Al día siguiente a primera hora de la mañana, tan pronto tuvimos un hueco manolo vino a buscarnos, y nos invitó a desayunar en su casa, allí estaba su mujer, María, una persona tan encantadora o incluso mas que el propio Manolo, los dos nos contaron de nuevo cientos de historias como si nos conocieran de toda la vida, nos sirvieron dos tazas de café enormes, unos pedazos de bizcocho que no entraban en el propio plato e incluso pasteles de una confitería…Paso casi una hora sin que nos diéramos cuenta, en aquellos minutos donde nos trataron como a hijos comimos mejor que en nuestras propias casas y de nuevo de vuelta al trabajo, Maria nos dio cafés para llevar y botellas de agua para los compañeros que quedaban en la unidad móvil, y nos dijeron que si querían podían ir ellos a desayunar también, después de todas estas atenciones ni uno ni el otro permitió que pagáramos un solo céntimo… fue un momento algo tenso pero al final accedimos con la condición de que nos dejaran pagar o no volveríamos más.
En los cuatro días que estuvimos en ese encantador pueblo nada cambio, Manolo nos iba a buscar varias veces al día para tomar café, charlar y comer algún tipo de dulce, nosotros íbamos encantados cuando teníamos la posibilidad y compartíamos todas esas maravillosas anécdotas con la encantadora pareja, da igual lo que discutiéramos, nunca permitieron que pagáramos nada, la compañía de esas dos personas en esa encantadora cocina será algo que no olvidares jamas.
Prueba de que las personas mayores muchas veces no necesitan amigos, conocidos o familia, simplemente alguien que les escuche.
Sin duda personas inolvidables con las que espero poder reencontrarme algún día en mi vida.
CONTINUARÁ