Los desvelos de Nian

El cierre de las festividades del Año Nuevo chino me pilló por sorpresa. Creía que había caído otro meteorito despistado, o que China había amasado medallas de oro en algún acontecimiento deportivo. Pero el domingo por la noche bajé a la calle y me encontré a los hombres que se encargan del mantenimiento de mi urbanización (ya sabéis: los del martillo) encendiendo petardos y fuegos artificiales con cigarrillos.

La escena se repetía en las casas de enfrente, y en la parada del autobús, y en la puerta de la farmacia. Junto al puesto de pirotecnia (durante las fiestas hay uno en cada calle) un pequeño mar de papelitos rojos de fuegos ya gastados.  Los chinos creen que cuantos más fuegos y petardos compren, más riquezas y salud disfrutarán en el año venidero. Es casi como acumular boletos de Doña Manolita. 

Dice la leyenda que Nian (que en chino también significa año) era un espíritu malo con forma de león temeroso del color rojo y del estruendo de los petardos. En el país donde se inventó la pólvora –y la pirotecnia– los chinos celebran la conquista de Nian (el guo nian, sinónimo de celebración del año nuevo) con toneladas de ambos. Ciertamente después de estas últimas noches no creo que quede ni un espíritu, ni bueno ni malo. Probablemente sólo en mi pequeña urbanización los fuegos triplicaron a los de una ciudad grande española cuando festeja sus fiestas patronales. Y eso que esta temporada las ventas se han reducido a la mitad por culpa de la polución.

En San Diego, en Estados Unidos,  se dispararon todos los fuegos al tiempo en las celebraciones de la fiesta del 4 de julio, el verano pasado, por culpa de un error técnico. Pues bien. Si esto pasa aquí, en Pekín, el planeta entero se sale de su órbita y se coloca en alguna galaxia lejana.