Cuando nadie me mira, enseño las heridas que tienen sangre y costra a la vez, pican porque están curando.
Cuando nadie me mira, enseño la uña del pie, esa rota por culpa de unos tacones demasiado altos. La cicatriz paralela, producto de unas zapatillas de ballet que se usaron la tarde en que se perdió espuma y sólo hubo vendaje de huesos.
Y bailo desnuda... no, eso lo hago cuando todos me ven. ¿Por qué esconderse?
Las teclas nácar blanco y negro.
Cuando nadie me ve, tengo todos los libros en la cabeza y las estanterías vacías. Sería mejor al contrario para hacer dos millones de reseñas inútiles. Así leerían centenares este blog escondido, alguna utilidad. Pero no. No. ¿Qué mas da?
Sólo quiero que lo leas tú.
El águila real de 2:30 se colocó en mi antebrazo pero pesaba demasiado. Arañó la carne y sumó otras cicatrices de ojos naranjas.
Oh, gran Jaguar, ¡corre! Al final del campo de lavanda, aparece la laguna.
Acompáñame a Estigia...