No sé exactamente qué es lo que esperarán leer en estas líneas que escribo, después de leer el título, pero sí les diré que el asunto no será un monotema sobre la escudería japonesa en la F1. No, el presente texto lo dedico a uno de los que creo mejores pilotos de la F1 actual, quizá el mejor, Timo Glock.
Ya sé, sorprendidos, no me ataquen inmisericordemente, que Glock nunca ha estado en un gran equipo, ni ha sido campeón, ni tiene un porvenir halagüeño, ni ha ganado un carrera en la F1, pero es un señor que ha hecho muy buenos números con los monoplazas que ha tenido, unos mediocres y otros no tanto, pero siempre lejos de la capacidad técnica de escuderías como McLaren, Ferrari, y ahora Red Bull.
¿Sabían que en su primer año en la F1, 2004, subido en un Jordan en franca decadencia, consiguió una séptima posición, en el Guilles Villeneuve? Todo un logro en el penúltimo año de la escudería de Eddie Jordan, que ya estaba culebreando para vender su equipo al mejor postor. En dicha temporada, Glok quedó solo un punto por debajo de su compañero de equipo, Heidfeld, que corrió todas las carreras, aunque Timo solo corrió cuatro. De Giorgio Pantano, su otro compañero, hablaré otro día.
Timo regresó a la F1 de la mano de Toyota en 2008. La marca japonesa comenzaba a jugárselo todo a una carta, y estaban dejándose muchos millones de dólares en el empeño. Los nipones estaban en auge, armados de un coche que sorprendía a ratos, de un Trulli veterano y de un curtido, joven y brillante Timo Glock. Eran sus años dorados y dos eran sus protagonistas. En el GP de Hungría, el piloto alemán consiguió el que fue el mejor resultado de Toyota en la F1, una espectacular segunda posición, que junto a otra segunda posición de Glock en 2009, en Singapur, y otra el mismo año de Trulli en Japón, completan el gris palmarés de un equipo que trató de dejar una huella imborrable en la F1, y solo dejó una pisada en el cemento fresco, que alguien reparó con la inmediatez con que somos sustituidos en nuestro puesto de trabajo, justo cuando creíamos que éramos imprescindibles para el correcto y eficaz funcionamiento del sistema ¡perra vida!
Dos paréntesis. En 2005 participó en la extinta ChampCar de Estados Unidos, quedando octavo en el campeonato, y consiguiendo una gran segunda posición en el que es su circuito talismán, el Guilles Villeneuve. Y ello, subido en un troncomóvil del equipo Rocketsports Racing. El segundo inciso en su carrera en la F1 fue en los años 2006 y 2007, en la GP2. El primero de los años consiguió una cuarta posición en el campeonato, logrando dos victorias; su segundo intento fue más fructífero y consiguió el campeonato, con cinco carreras ganadas por el de Lindenfelds.
El padecimiento de Glock en la Formula 1 actual no deja de sorprenderme por un lado, y decepcionarme por otro. Me causa estupor porque no me entra en mi sesera, creo que correctamente amueblada, que un piloto como Glock, versátil, muy técnico, valeroso cuando hay que serlo, que mima la mecánica, frío, y arropado por unas cifras que le avalan y alaban profesionalmente, está ocupando asiento en otro de los equipos nefastos que han procesionado por la “categoría reina”. Me sorprende. Y me decepciona que Glock, con todas sus virtudes, viese como en 2010 se quedaba sin equipo por la desaparición de éste, ocupándose día a día toda la parrilla con pilotos de pago, teniéndose que conformar con ser comparsa, dedicando sus habilidades a probar un coche con una capacidad de mejora mínima.
Hace unos días, Glock hablaba a la prensa, quejándose de que tienen una diferencia con el resto de la parrilla mayor que en 2010, pues aunque alegaba que se había trabajado y mejorado mucho, los demás lo han hecho más y y mejor, pidiendo a Richard Branson una mayor implicación en el proyecto. Que un tipo como Glock, prudente como él solo, se queje a la prensa y pida públicamente que su jefe trabaje más, muy mal tienen que andar las cosas en la escudería Virgin.
El bólido que pilota en la actualidad Timo Glock, escudería Virgin Racing, no es digno de dar cabida a uno de los mejores y más dignos (sí, dije dignos, porque hay muchos en la F1 que son indignos de subirse a un monoplaza, y alguno que otro indigno también de construir un coche) pilotos que pueblan la parrilla, y no solo de F1, sino de todas las grandes competiciones. Algo similar a lo que le ocurrió a Fernando Alonso en 2008 y 2009 en Renault, subido en su furgoneta Renault; solo que el asturiano sí tenía posibilidad de escoger un equipo mejor y no lo hizo, y a Glock no le quedó más remedio que bailar con la más fea.
En la carrera de Glock, aparte de los éxitos narrados, hay un hecho que le ha marcado negativamente, cara a la opinión pública, y es que es el “culpable” de que Lewis Hamilton ganase el campeonato 2008 de F1. ¿Recuerdan aquella loca carrera final de Brasil, cuando el alemán se quedó sin neumáticos y Hamilton le adelantó en la última curva, logrando la posición que necesitaba para coronarse campeón? Las críticas malintencionadas llovieron sobre el alemán, acusándole de favorecer adrede a Hamilton. Españoles y brasileños fueron los perjudicados por la pérdida de esa posición. Los españoles, corroídos por el resquemor de lo sucedido a Fernando Alonso en McLaren en 2007, acusaban, insultaban e incluso amenazaban a Glock por supuestamente favorecer a Hamilton. Los brasileños, más taimados, lloraron la pérdida de otro campeonato para Brasil, que Massa perdió en esa última curva, un campeonato que Felipe quizá nunca vuelva a olisquear. Me parecería muy triste que ese pequeño lance de carrera quedase como el recuerdo imborrable y más característico de un piloto con la valía profesional de Timo Glock, un piloto que ha demostrado que puede darle clases de conducción a casi cualquiera de los que componen la parrilla.
Hay pilotos con los que uno cruza los dedos para que todo les salga bien, pero con Timo no necesito cruzarlos, solo quiero que le den un coche bueno, que del resto ya se encarga él.
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Los dorados años de Toyota
Publicado el 04 abril 2011 por MartinherzogTambién podría interesarte :