Revista Talentos
Mientras que el primer anillo apareció en Roma en 1984, el segundo anillo lo perdí en la azotea de Moguer. Desde entonces poseo dos, uno en cada mano, como los girasoles a izquierda y derecha de la carretera.
Amo a la muerte, la tengo cerca. Un poeta me pregunta si Juan Ramón Jiménez es el Rilke español, para él su poesía tiene mucho de pasteleo. Le explico. No deseo convencer, solo le hablo. La conclusión final es que el poeta no ha leído a Juan Ramón Jiménez, ni siquiera a Rilke. Suele ocurrir y no es una sorpresa para mí. Aquellos que hablan y promulgan lo hacen sin saber, sin entender, sin estar, sin ser.
Antes del verano de 2013, quedé en el centro de Sevilla con Martín Lucía, de Ediciones En Huida. Deseaba publicarme un libro. Coincidimos en una antología de mi obra. El resultado Por complacer a mis superiores. Se presenta el próximo lunes 24 de febrero en Sevilla. Será la primera vez que salga con muletas a un acto después de la operación de cadera.
He pedido un sillón alto y con brazos. Acudiré sin presentador. Todos hablan bondades y una obra se defiende sola o no se defiende. Allí iré con los dos anillos, el ángel negro e intentaré complacer a mis superiores que no son más que indolentes. Los auténticos indolentes del verso.
Me acordaré de los poetas fallecidos recientemente, y de aquellos que se fueron hace años. Los anillos pertenecen a todos.