Revista Literatura

Los hábitos del entorno

Publicado el 04 marzo 2013 por Migueldeluis

Durante mucho tiempo he creído que podemos hacer muy poco por los hábitos de nuestro entorno. En otras palabras tenemos, más o menos, el control sobre nuestras propias acciones: de suerte que con voluntad y la técnica adecuada podemos ir eliminando hábitos desfavorables y adquirir hábitos mejores. Sin embargo, no tenemos el control sobre las acciones de otras personas, por lo que, salvo que seamos educadores o terapeutas o algo por el estilo, no hay mucho que podamos hacer a ese respecto.

O eso pensaba.

Pero luego me he ido dado cuenta de una cosa: los hábitos forman parte de los vínculos entre la personas. No he hecho nada que se parezca a un experimento científico, pero considerad un momento mi conjetura. Digamos que empiezo a entrar en twitter menos de tres veces al día, por poner algo. Lo lógico es que yo twitee menos y apareciendo menos en twitter genere menos respuestas. Supongamos que me dedico a ver la tele por las tardes, ese tiempo lo quito del necesario para relacionarme con mi familia o escribir en este blog. Como resultado mi familia se relaciona menos conmigo o recibo menos comentarios de vosotros. O digamos que soy un estudiante y dedico tiempo a estudiar más y mejor. Los buenos resultados favorecerán que mis hermanos pequeños hagan lo mismo, no solo por un ejemplo mimético, sino porque se dan cuenta de que funciona.

Hoy me encuentro frecuentemente con la bandeja de entrada de correo en blanco. Como resultado tengo más tranquilidad y sé que no necesito comprobar el correo a cada momento. Aquí no viene tanto como resultado de la relación inter-personal, sino más bien de mi relación con el entorno. Al ir borrando suscripciones a un sinfín de listas de correos y notificaciones varias, me he quedado solo con lo esencial. En cierta manera he “convencido” al correo electrónico para que sea menos plasta conmigo. O digamos otra cosa: si creo el hábito de comer dulces engordaré, el mundo me tratará como gordo y esperará que me gusten los dulces, y me los ofrecerán más, con lo que engordaré más. Si por otro lado me creo fama de que no me gusta gastar dinero –por poner otro ejemplo– la gente irá dejando de ofrecerme comprar cosas raras.

Bueno, pues hasta aquí mi conjetura. Pensadla un poco y ved si la podéis desarrollar.


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