El amor y el dolor parecen parientes.
El amor parece el padre y el dolor el hijo.
El dolor depende del amor, pero el amor goza de autonomía, su nivel es elevado.
Antes de que llegase el dolor, el amor ya existía, él observa con atención lo amado, vigila noche y día.
El amor por un hijo es tan único como tan único es el dolor que por él puedes tener.
En los corazones de los hijos hay necedad, mas con disciplina saldrá y si no fuera así, la vergüenza punzante no tardaría en llegar.
La disciplina exige diligencia, tenacidad, determinación de parte de quien la aplica, en ella hay castigos y heridas, pero sus frutos aunque tarden son abundantes, limpian la necedad, el desatino y la falta de cordura.
Una madre llora,
se da cuenta que no puede sola y clama...
persevera y sigue clamando hasta no ver respuesta,
la respuesta llega y comprueba que el clamor incesante no ha sido en vano.
El clamor de una madre ante Dios funciona y tendrá respuesta.
Pensando sobre esto he hecho un video.
¡Hasta pronto!
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