Algún día, cuando sea muy mayor, tanto que las arrugas que decoren mi piel se conviertan en las costuras de mi cuerpo, escribiré una carta de amor a todos los hombres de mi vida.
No necesariamente de amor romántico, porque en el mundo hay muchos tipos de amores, pero si unas líneas donde les agradezca - estén o no estén aquí para leerla- todo aquello que han acabado significando para mi y cual fue su grano de arena en hacerme ser quién soy.
La lista no es muy extensa y, estoy casi segura que, el día que me muera, quienes estén en la lista, se podrán contar con facilidad con los dedos de las manos.
Es un club exclusivo, pues tu confianza y cariño verdadero, no se lo das a demasiada gente; pero tampoco es un club permanente para todos los miembros - aunque algunos tienen el título de VIP desde que se fundó.
Es curioso que siendo yo mujer, y de ideas feministas ( que no radicales) me hayan acabado influyendo más hombres que no mujeres; que amigos, muy amigos, sean hombres y que con ellas no siempre el trato haya sido fácil y que me acabe fiando siempre más de una opinión masculina que de una femenina por costumbre.
Tal vez sea porque ellos me resultan más simples en pensamiento - no en el mal sentido, si no en uno que implica una falta de complicación sistemática que las mujeres solemos desarrollar de manera, en ocasiones, enfermiza- tienen ese sentido del colegueo que entre chicas resulta complicado encontrar sin que acabe saliendo esa tendencia a la crítica y el chismorreo.
Puede que sea por esa dualidad que todo ser humano tiene de masculino- femenino, que en mi caso, se ha desbordado del lado femenino y mi otra personalidad, me reclame ese espíritu masculino.
Puede que no sea nada de esto y que la explicación sea tan sencilla como que hay personas con las que se tiene más afinidad en la vida que con otras y que, en mi vida, haya dado la casualidad de que esa afinidad haya sido con hombres más que con mujeres.
Sea como fuere, lo cierto es que les debo pequeños momentos que, de una forma u otra, han influido en mi de tal manera, que han llegado a cambiar cosas -afortunadamente, de las buenas-.
Una palabra, un gesto, un estar ahí cuando más se necesita que estén, una llamada... tal vez han sido nimiedades, pero han acabado cobrando una fuerza tal, que han activado un botón que hace "click" y lo cambian todo.
Es por eso, que algún día, más temprano, más tarde, de una manera u otra, les acabaré escribiendo unas palabras para darles las gracias por haber existido y haberse cruzado en mi camino, para darles la enhorabuena por haber sido aceptados en el club de los hombres de mi vida y para decirles - seguramente, de manera bastante torpe- todo lo que les he querido, los quiero y los querré.