¡Tierra firme!
Encontré en una librería de Bilbao, por tan sólo un euro, la historia de los pobladores de Cuba contada a plumilla.
Editado en Cuba en el año 1982, Los indocubanos recoge los dibujos realizados por Modesto García para el documental que lleva el mismo nombre y que él dirigió. Los dibujos, hechos a plumilla y con finísimos pinceles, son los cuadros que dieron vida al corto de animación dirigido por el artista plástico en 1962.
Los indocubanos es un dibujo animado que recrea la vida de los aborígenes isleños desconocedores de la copla española “Tierra firme”. En él se describen las costumbres de los indios basándose en los escasos datos que se tienen y que salen de las crónicas, correspondencias, diarios y actas notariales de los colonizadores del Caribe.
Los indocubanos es un buen ejemplo del carácter bicéfalo de los textos históricos. Tiene una cara únicamente descriptiva y otra de marcado acento ideológico, esta última asoma a partir de la llegada de los españoles a Cuba (28 de octubre de 1492). Onelio y Modesto, en cuanto el español pisa tierra, enriquecen los datos. De esta manera, la historia se vuelve imaginativa para responder a las directrices marcadas por la incipiente revolución y su religión marxista.
El corto de Modesto García fue encarpetado al poco tiempo de ser exhibido en las salas del país. Casi nadie lo vio, aunque muchos hablaban de él. Desconozco por qué tuvo una vida pública tan breve. Como podrán comprobar, por las reproducciones de las láminas que aquí dejo, el trabajo tiene un claro carácter didáctico. Y el texto que lo acompaña, escrito por uno de los narradores más importantes de la isla, Onelio Jorge Cardoso, responde a las instrucciones del gobierno revolucionario. Es la historia que me cincelaron siendo pionera. La misma que hizo llorar a los niños de mi escuela y a mí, echando más sal a las quemaduras de Hatuey.
En todo caso, en 1982, la editorial Gente Nueva publicó el libro Los indocubanos, basándose en el guion cinematográfico y en los dibujos creados para el corto que homenajea a taínos, siboneyes y guanajatabeyes. Hoy les dejo aquí el prólogo y los textos escritos para los grabados. Lo hago siguiendo mi idea de rescatar obras y autores que considero no deben ser olvidados, razón de la sección Un poco de todo.
He seleccionado cuarenta y siete de los ciento tres dibujos realizados a mano que aparecen en el libro. Son estampaciones que fueron muy elogiadas. La edición se consideró de lujo en su momento, y ciertamente lo fue, pero el libro ha envejecido mal, el papel no es bueno, la tinta tampoco y el paso del tiempo ha oscurecido los grabados. Aun así, creo que vale la pena rescatar las láminas para esta entrada. Vale la pena contemplar la historia de los primeros pobladores de Cuba narrada a través de las lindas ilustraciones de Modesto García y el guión de Onelio Jorge Cardoso. Para ello divido el libro en capítulos, pues así enlazo el guion, que reproduzco íntegramente, con los dibujos escogidos.
Los indocubanos es un ejemplo de cómo la historia está siempre dispuesta a aceptar las interpretaciones del amo que la publicita. Cuando se descompensa tanto la balanza, cuando se oculta información, cuando no se deja espacio para que todas las partes tengan representación, el libro de historia se convierte en un texto adoctrinador. Los estudiantes cubanos crecimos con la sola versión del Padre Las Casas, pero hubo otras menos excesivas que han sido silenciadas y que explican, porque ponen el hecho preciso en su verdadero contexto, razones y situaciones que llevaron a actos concretos -Con esto no estoy defendiendo la postura del invasor, ni negando la desaparición de los primeros pobladores de la isla debido a las enfermedades y al trabajo desmesurado, sólo intento demostrar cómo, desde edad tan temprana, la revolución hizo de la historia del victimismo una herramienta para manipular a su pueblo.
La tergiversación conlleva desinformación o, lo que es lo mismo, información trucada. Y así tenemos, desde finales de los años sesenta, a los estudiantes cubanos, a los niños pioneros, afirmando, mientras se alza la bandera y todos se cuadran, que quieren ser como el Che, sin saber lo que simboliza ese rezo laico, ese rezo que forma parte indisoluble del oficio de cada mañana en los patios de las escuelas cubanas.
UNAS PALABRAS
(Onelio Jorge Cardoso)
Este hermoso libro que tienes, lector, en tus manos es, como verás, una colección de dibujos a plumilla realizados por el dibujante y pintor cubano Modesto García. Nosotros hemos escrito sus pies de grabados, labor que resulta de menor cuantía referente a los valores estéticos que en conjunto conllevan sus dibujos.
Aunque no somos especialistas, ni siquiera mayores conocedores en el campo de la plástica, consideramos que es un paciente y acabado trabajo que bien merece le sea reconocida su técnica así como su visión artística lograda.
El tema de los dibujos, naturalmente, se refiere a escenas de la vida cotidiana ocurridas en nuestra isla de Cuba a raíz de su descubrimiento por los españoles, hasta los días en que la conquista exterminó totalmente a sus pobladores.
Modesto García ha realizado sus imágenes, creándolas lo más fielmente posible, desde las escasas fuentes que cronistas y conquistadores españoles aportaron de los hombres y la tierra descubierta.
Considerándolo, pues, un trabajo didáctico y estético, nos complace su publicación y admiramos el hermoso esfuerzo de su realizador.
I
A veces se agotaba un lugar de pesca… Se hacía imprescindible, pues, abandonarlo, buscar otro.
Para ello, se retornaba a la aldea a pedir consejo, a compartir alimento.
Era el viejo cacique el más autorizado para indicar nuevas fuentes de pesca. Sus años lo habían hecho andar la tierra… y la traía en la memoria.
“Más lejos…, aguas abajo”, habían sido las palabras del viejo. Y empezaba el viaje…
II
Así venían las noches y los días, haciendo descansos en el camino de agua.
Por el camino se obtenía la pesca necesaria para alimentarse. Al fin se llegaba al cabo del viaje.
Así se encontraban por primera vez miembros de una aldea con otros desconocidos
La vida se estacionaba donde aparecía el sustento.
El suelo y la existencia eran armoniosamente compartidos.
III
La caza de los papagayos se realizaba usando señuelos.
La aldea también se dedicaba a la caza de patos y eran sus métodos ingeniosamente primitivos.
Unas inocentes güiras flotaban sobre el agua. Engañadas las aves, iban a acercárseles, pero bajo el agua los hombres se preparaban. Así era fácil sorprenderlas.
Un nuevo instrumento de trabajo llegaba ahora a su pobre cultura: la red.
IV
Al simple anzuelo de hueso o de espina de pescado, podía añadirse ahora la malla que atrapaba los peces, que multiplicaba el producto y hacía menos largo el tiempo de trabajo.
La vida transcurría sin mayor contratiempo. Pero no era cierto. Hombres, guerreros de las islas vecinas, hacían sus incursiones para robar alimentos y vidas.
Una mujer había sido raptada por los enemigos. El hombre tenía que transformarse en guerrero.
V
Sin perderlos de vista, andaban días y días tras el enemigo. Esperando la oportunidad. Al fin los veían alejarse y salían tras ellos. También por sorpresa, a recobrar sus mujeres robadas…, a devolver el golpe inesperado.
En medio de aquellas luchas, a veces el tiempo se tornaba inclemente. Se hacía entonces el regreso en desesperadas condiciones. Soplaba la tormenta.
Extenuados, en ocasiones iban a dar a otras playas de la misma isla. Desposeídos, hambrientos siempre, estaban como empezando de nuevo la vida.
VI
Siguas y caracoles, alimentos de la primera civilización, volvían a ser sus alimentos.
Otro día daban con un nuevo cazador… esta vez se trataba de iguanas. Y se regresaba a una nueva aldea.
Con las pelotas construidas con resinas y hojas moldeadas, se celebraba el juego llamado de batos.
Aquí el hombre parecía haber adelantado más en el lento camino de los tiempos.
Ahora era fabricante de ollas de barro.
VII
Con su esfuerzo, su barro y su fuego, había hecho el pequeño milagro de una vasija en que beber o cocinar.
Principalmente, con el fuego se había logrado ahuecar los árboles. Los grandes troncos derribados y secos de los que se construían las canoas.
La planta del tabaco era un descubrimiento absolutamente indígena.
Pero donde su ingenio resultó más hábil, tal vez, fue en la pesca utilizando el guaicán. Este pez suele adherirse a cualquier otro habitante del agua por medio de una ventosa que tiene en la parte superior de la cabeza…
VIII
Así quedaba la presa sujeta.
También recolectaba algodón. De las finas hilachas de algodón formaba los hilos.
El areíto era la fiesta principal. Con un largo toque de guamo se convocaba a los hombres. En el areíto se cantaban los cantos y se hacían sonar los tambores de madera.
Pero, una noche, alumbraron desde el mar tres extraños fanales…
IX
No era el temblor de las llamas tan conocidas por ellos, eran tres extrañas linternas suspendidas en la noche de la isla
Y el sol del día siguiente puso ante los ojos de los indígenas la llegada de tres naves.
Llegaba la civilización de la cruz y la espada.
El primer impulso fue escapar.
¿Quiénes eran? ¿A qué venían? ¿Eran hombres o dioses? El arma de fuego respondía. Era la presencia del trueno que andaba ahora por la tierra. Por eso huyeron.
X
Otra vez en la fuga tuvieron que arañar de la tierra el alimento. Huyeron a las aldeas de tierra adentro. Una extraña raza de hombres o dioses había llegado. ¿A qué bajaban los dioses a la tierra? Es necesario consultar a los hombres más sabios y oír la palabra de los dioses. Y habló el cemí: “Ellos han venido, pero vendrá también un hombre de los nuestros por donde sale el sol… será llamado Hatuey, porque así lo llaman en su tierra y él luchará y nos hará luchar contra los extraños hombres de lanza y coraza”.
XI
Y las palabras del mensajero fueron verdaderas.
Vinieron muchos más, don Diego Velázquez los conducía.
Fue entonces la lucha de la armadura contra la flecha. De la lanza de hierro contra el pecho desnudo.
Huyeron, se dividieron.
Y se fundó la primera ciudad de la isla… Baracoa.
Sólo las montañas podían ser ahora el refugio. Y allí se marchó Hatuey con los suyos.
XII
Los hombres apresados por los nuevos amos fueron esclavos. Para la raza que era libre vino el trabajo forzado.
Pero Hatuey estaba en la montaña y Velázquez no se dio descanso en perseguirlo hasta capturarlo.
Claro que en nombre de Cristo, desde luego que por condenar “la herejía”. Pero esta vez no lo crucificaron, lo quemaron vivo.
“Si van ustedes también al cielo por conversión al cristianismo, yo no quiero estar allá con ustedes”.
Después vinieron como enjambres.
XIII
De nuevo intentaron la rebelión sin más armas que las piedras. Y respondieron los caballos.
Cuando la espada impuso la paz… el resto de la raza pasó a peores condiciones de esclavitud.
Se los tenía trabajando siempre. Por cada tres días de trabajo sin comer, les daban un día solo para que se buscaran alimento.
El resultado no se hizo esperar… suicidios en masa.
Rápidamente fue desapareciendo la apacible raza. Se les exterminó por el hambre, la espada y el trabajo brutal.
XIV
Una vez, sólo por probar el filo de la espada, murieron asesinados cientos de indígenas en Caonao.
Alguno pudo escapar, vivir un tiempo más, pero siempre fugitivo… oyendo siempre el ladrido del perro tras su huella.
Y al cabo del tiempo vio aparecer otro rebelde ante él. Otro cimarrón de piel negra.