El cinismo, el sarcasmo y la crítica social que tanto han caracterizado al cine de Berlanga (estando por ello muy cercano a Billy Wilder) iban poseyendo cada vez una forma más tenue, más definida, en sus películas. De esta forma en Los jueves, milagro hace uso de la sátira más mordaz de una forma mucho más amplia y menos ingenua que en sus anteriores films: Bienvenido, Mister Marshall (1952), Novio a la vista (1954) y Esa pareja feliz (1951). Con ella podemos hablar del nacimiento en cuanto tal de un estilo, una autoría y una forma de hacer cine que continuará a partir de Plácido (1961) y El verdugo (1963), ya con la impagable colaboración de su habitual Rafael Azcona.Berlanga parece tener en mente la famosa frase de Karl Marx: “La religión es el opio del pueblo” al construir el guión junto con José Luis Colina. Los jueves, milagro habla con humor de la manipulación que en nombre de la religión sufren los estamentos más bajos de la sociedad, hombres y mujeres sin cultura y por ello fácilmente manejables. La religión es usada por Berlanga como un poderoso medio que es usado por la tiranía de los hombres capaces de todo con tal de extraer beneficio económico en pos de engañar vilmente al alma simple. La religión como parte de un feroz capitalismo que carece de moral.Como ya ocurría en Bienvenido, Mister Marshall Berlanga sitúa la acción en un pueblo. En él, el alcalde, el maestro, el médico, el terrateniente y el dueño del balneario deciden, con la intención de aumentar el turismo y mejorar la economía del pueblo, organizar cada jueves apariciones “místicas” de santos, como la de Lourdes. El teatro estará representado por el gran José Isbert, que se meterá en la piel de San Dimas.
El arranque y la primera mitad es magistral. Berlanga crea con su brillante ingenio algunas de las mejores situaciones cómicas de toda su carrera. La primera aparición de San Dimas constituye, para mí, la mejor secuencia de la película, donde José Isbert está inmejorable al igual que Manuel Alexandre, quien interpreta a un vagabundo a quien nadie cree que ha sido testigo de una aparición mística. El resto de la película, desde que hace su aparición el actor americano Richard Basehart, conocido por haber participado, entre otras muchas, en Moby Dick (1956, John Huston) y La strada (1954, Federico Fellini), decae considerablemente con respecto a su magnífico comienzo. No es por el hecho de que Berlanga no sepa resolver con acierto la situación inicial, ni mucho menos, sino que el moralista tono elegido contrasta con el cinismo propio de Berlanga y que Los jueves, milagro desde el comienzo posee. Es evidente que el film, para evitar la censura, sufrió fuertes sacrificios de guión por parte de su director. Su final, de haberse rodado en años posteriores, no hubiera tenido moraleja alguna. Es un final anti-berlanguiano, impropio de un crítico como Berlanga, ajeno a ese otro en que el motocarro conducido por las víctimas de la hipocresía se aleja al compás de un villancico amargo que nos recuerda que en el mundo ya no hay caridad, en Plácido.
Sin embargo, censura aparte, este film forma parte de nuestro mejor cine. Los años han terminado por rendirse a este clásico que en su momento fue un fracaso comercial, por cierto, uno de los mayores de la carrera de Berlanga. EDUARDO MUÑOZ