Revista Literatura

Los libros doblan bien

Publicado el 03 junio 2013 por B
La felicidad del inicio-final de la primavera, la felicidad del Retiro, del primer helado, la felicidad de él, la felicidad nuestra, momentánea, perfecta, caduca y por esa misma razón infinita. Amor con amor se paga.
El papel se hizo para crear, ya sea escribiendo en él o arrugándolo de mil maneras para darle una nueva existencia. Doblar un papel, doblar una página, doblar una esquina, y hasta aquí se puede saber. A partir de ese paso todo lo demás será nuevo y lo anterior ya no será importante. La exposición de Éric Josiel parece que es mentira y a la vez verdad. Falta en algún doblez de cada figura una clavija con la que dar cuerda al perro de papel para que se ponga a ladrar. Me pregunto cómo se le dice a unos padres que se quiere ser maestro origami sin que se pongan a llorar, algo bastante parecido a la tímida confesión de "es que yo lo que quiero es ser escritor".
Los libros doblan bien
Retomo a Teeange Fanclub de junio a septiembre, rituales de verano absurdos que prometen una estación que luego nada tiene que ver con lo que uno espera del calor. Retomo también a Andrés Barba, con relato inédito y libro nuevo:
Pronto comenzarán los ruidos de la calle. Sonará el despertador y ella se tendrá que marchar. Nada habrá cambiado. Pronto amanecerá de nuevo y cuando la veas salir de la ducha volverás a hacerte el dormido para espiarla mientras se viste frente al armario abierto. Divididas en secciones, como pequeñas deidades familiares, ella pasará la mano sobre las faldas, elegirá una camisa, un jersey, y cuando se siente sobre la cama para ponerse las medias tú fingirás que te desperezas un poco para volver a sumergirte en el sueño. Sentirás una vez más que ella te mira con indiferencia, como si ya estuviese pensando en otra cosa, en su vida sin ti, que comienza ahora, como todos los días, una mirada que es una infidelidad cotidiana. La que está allí vistiéndose es una doble del futuro, una impostora a la que serena dejarte ahí dormido. También sus gestos te parecerán más vivos, igual que todos los días, y será ya como si escucharas una conversación que te elude (pero en la que ella participa) con los objetos mismos de la casa, con los hombres del mundo, con sus amigas, con todas las cosas que debe hacer en ese día y en las que ya está pensando. Cuando termine de vestirse se acercará rápidamente hasta ti y te dará un beso. Sentirás entonces su perfume y la frescura del baño. Y la frase de siempre: “Me marcho, es tardísimo”, su declaración de intenciones.
Amor con amor se cobra.

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