Les llaman tontos a quienes viven juzgando las inmundas
tretas de la sociedad moderna, para luego estirarlas en
tramas y jugarretas que den cabida a sus temas. Les llaman
fenómenos, a quienes no se desviven irritados por el
carrierismo y las malas apariencias de las empresas…
Les llaman mundanos, a quienes cuestionan con letras,
mientras torpes bárbaros arrebatados con el signo de la prensa,
les importan las leyendas que no cuentan. Lanzando su insultos
con ligereza, sobre el pobre hombre que pena a cenar en días de
fiesta, mientras la rapiña le hierve su cabeza para comérsela.
Les llaman idealistas, a quienes vierten sobre esteras sus
pensares más ilusos, mientras no vislumbran al brujo que les
inocula la mortandad en sus esencias. Les llaman dotados de
consciencia, a quienes descubrieron la estrella errática que
iluminó la tierra en la noche del diluvio; tras las nieblas…
Y no le reconocen el lujo a la piedra adjetivizada que le salvó
el alba al mundo, manifestando en tumultos contra las guerras
sin rumbos; y contra los sistemas absolutos. Y aun hoy les llaman
intrusos, a quienes acusen a los políticos de paradójicos, a los
dictadores de Muros ideológicos; y a los del Vaticano de opio.
Y a los funcionarios del Club lampiño del Banco de los oprimidos
crónicos, entre el neoliberalismo y la sublime sociedad de los
productos; los nuevos ricos los tildan de estúpidos sin culparse
ellos mismos de verdugos. Y les llaman nauseabundos, a los
redentores cultos y a los estudiantes de dibujo en claroscuro…
Los que sectorizan en facciones la desilusión del bajo mundo,
que nada tiene de puro y propio; y mucho de corrompe todo.
Y a quienes se preparan a sabiendas de su pobreza, a pagar
bien lo que deban y a decirles, si hay dilemas: Soy ciudadano,
por lo que aunque me detestes; ¡me respetas! Y a los que no
encuentran problemas para quitarse las cadenas del elitismo
de imprenta y de la desvergüenza ecléctica moderna…
Ellos los llaman condenas y les aspiran sus inteligencias;
¡sentenciándolos a penas cruentas alejado de sus celdas…!
Y…; los llaman profundos que gustan de hembras, los llaman
ambiguos si quieren quererlas. Los llaman testigos del amor
sin rumbos, que confunde el mundo con buenas maneras. Les
llaman confusos si los ven desnudos, les llaman embrujo del
amor difunto. Y…, yo; los llamo atrevidos, osados y pulcros.
Les llaman obtusos y faltas de estrella, a todo aquel que la lleva.
Pero yo, los llamo profundos y exentos del culto, a quienes ellos
llaman flema de bocas con flujos; justo porque piensan mucho.
Picture Eiden Nareth by Ariel Arias
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