Los misterios, esas multitudes
que se cruzan en las esquinas del alma.
Incertidumbre abarrotada
de charcos cenagosos,
como barro que en la vida
enterraron nuestros pies
tocando fondo
en la lava ardiente de la duda.
Cuando la palabra
es una carrera desquiciada
hacia el espanto.
Cuando se quiere estar
del otro lado del umbral
de la corriente,
llevándote a cuestas el llanto
y a vos mismo, viéndote herrumbar
y anegando de fango tu presente.
se abre tu pecho, se esparce el silencio
de la hoja en blanco
y el terror puebla duramente,
inconscientemente tu hastío,
dejándote llevar por la nada de la inercia,
que no quema ni duele.