Revista Diario

Los misterios del Tango

Publicado el 27 mayo 2019 por Eli Rodriguez @elirodriguez07

tango

Tango

Lilith llevaba a su abuela Casandra a la milonga, su nueva afición de los sábados. Comenzó a estudiar tango el verano inspirada en un sueño que tuvo en el Sabat de Beltane.- Ese sueño me cambió la vida, dijo Casandra.
-Y tu cabello respondió Lilith, ambas rieron con desparpajo al recordar el sueño en el que la abuela se vió bailando tango con un apuesto caballero con la luna azul de fondo, interpretando el sueño como inequívoca señal del nuevo color de cabello que la acompañaría a las clases de tango y en su búsqueda de nuevos amores.
Cabello y blusa entallada azul, pulseras de pandora, aros y collares combinados, jeans y botas negras con taco aguja,  Casandra no era una abuela normal, como nadie en su familia.
Lilith en cambio estaba exhausta después de un largo turno en el hospital apenas atinó a cambiarse el uniforme de enfermera olvidando dejar sus crocs en la casa, después de todo, la idea era llevar a su abuela a la milonga, dormir en el auto mientras ella bailaba para regresar juntas a casa y seguir durmiendo.
- Bajate y quedate conmigo un rato Lilith, no seas aburrida, hacele honor a tu nombre que con tanto esmero te elegimos!!!
Volvieron a reír y entraron. No pasaron cinco minutos cuando el primer cabeceo para Casandra la llevó a la pista del baile, Lilith no entendía como podía gustarle a su abuela esos códigos del tango tan patriarcales, habían debatido largo y tendido sin llegar a ninguna conclusión. 
- El cortejo es divertido sentenciaba Casandra cada vez que Lilith argumentaba en contra y así terminaban horas de debates filosóficos.
- La milonga era realmente divertida, había gente de todas las edades bailando, el ambiente era relajado e informal. Lilith tomaba su agua tónica con hielo y limón mientras miraba a los bailarines que avanzaban en el circulo en sentido contrario a las agujas del reloj, girando en el pavimento mosaico, concentrados en un baile que tenía sus propios rituales.
Una mirada la sacó de su arrobamiento, un hombre la miraba fijamente desde el otro lado de la pista, los ojos oscuros la observaban sin disimulo, percibió un cabeceo, Lilith sonrojada, desvió la mirada, no vino a bailar, tapo su cara con sus manos y cabellos rojos queriendo desaparecer de la intensa mirada, la sensación de ser observada desapareció al minuto, siguió mirando a los bailarines hasta que vio al hombre alto de ojos oscuros bailando con su abuela, la tanda terminó y Casandra se dirigió con su flamante pareja a la mesa a descansar.
- Te presento a Juan, dijo Casandra- Juan, ella es mi nieta Lilith, continuó- Mucho gusto dijo Juan mientras volvió a mirarla. Lilith volvió a sonrojarse.
Lilith no era tímida, ni callada, ni sumisa, ni obediente, pero en ese momento no podía articular palabra, la presencia de ese hombre era tan fuerte que acaparaba todos sus sentidos, dejándola atontada, era interesante, con mucha seguridad, demasiada, pensó para si y tenía una sonrisa absolutamente encantadora. Lilith estaba hechizada. La abuela escuchaba los comentarios de Juan sin mucho interés, buscaba con la mirada a su pareja de baile anterior buscando un nuevo cabeceo que consiguió rápidamente.
Quedaron solos y en minutos la obnubilada Lilith reía como una adolescente dejando de lado todos sus prejuicios acerca de los hombres.
- ¿Bailamos? dijo Juan- Tengo crocs, contestó Lilith con sonrojo permanente.- Juan extendió la mano y saco a bailar a Lilith
Lilith entró a la pista pertrechada con las practicas que su abuela le enseñó cuando comenzaba a estudiar tango, con el recuerdo de esas practicas sabatinas se animó a bailar con Juan ante la asombrada mirada de su abuela Casandra. ¡Alabada sea Afrodita! dijo con una sonrisa mientras se preparaba para la siguiente tanda.
Juan avanzó, primero el busto, luego la rodilla y finalmente el pie, marcaba el ritmo con maestría.-Déjate guiar le dijo al oído.
 Lilith cerró los ojos y por primera vez en su vida se dejó llevar por los misterios del Tango y Eros.

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