Fui al cine. Fiesta total. Salgo poco y al cine ya tenía más o menos un año sin ir. Debía ver esta película y no duraría mucho más en cartelera, así que fui. Lo disfruté muchísimo a pesar de que un papá y su hija hablaron durante toda la función. Eso me hizo pensar lo siguiente:
Primero.- ¡En el cine hay que estar callados! Esa niña tendría unos diez años, tal vez más; si no era capaz de permanecer en silencio, al menos podrían haber susurrado. ¡Pero no! Hablaban como en la sala de su casa. Estuve a punto de pedirles que dejaran de hacerlo, pero me contuve.
Segundo.- No les dije nada, en principio, por no mortificarme: para no exponerme a que me contestaran de modo majadero. Pero luego, les dejé en paz porque los vi queriéndose y no quise moverle nada a eso. ¡Él se notaba tan satisfecho de estar a su lado! Ella se veía consentidota, descalza y con los pies sobre el asiento. Pensé en mi B con su papá.
El amor unge a los niños. Les deja protegidos porque les coloca en una posición de valor. No "te metes" con el hijo amado de alguien.
Silvia Parque