A los niños no les gusta la carne y cualquiera de ustedes que haya hablado más de 15 minutos con un vegetariano o vegano sobre el tema de la comida (y hayan pasado ya las dudas trascendentales de: ustedes que comen, o las proteínas (PLOP)), seguramente ya conocerá el argumento de: "si metes a un niño en un cuarto con un conejo y una manzana, ya sabemos cuál se va a comer y con cuál va a jugar"... Claro, alguien puede decir "No todos los niños son así, conozco uno que es cruel... el otro día..." Sobre los niños crueles, que los hay, el mismísimo F.B.I los tiene en la mira, por decirlo así. En unos de sus estudios establecieron que de los grandes y crueles asesinos un alto porcentaje había manifestado en su infancia agresividad hacia los animales. Y hay más: nadie pasa por una carnicería se le hace agua la boca... nadie ve una vaca y le dan ganas de darle un mordisco... Y entonces a todas estas, si es tan evidente, ¿por qué resultamos comiendo carne? ¿Puede estar toda la sociedad tan engañada? La respuesta es sí y no es tan raro, sólo hace falta que el engaño resulte beneficioso para alguien con cierto poder y el resto nos vamos a tragar la mentira como en el cuento de El traje Nuevo del Emperador, en donde el emperador, engañado, paseaba por la ciudad su supuesto traje nuevo cuando en realidad iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo... hasta que niño... Lo mismo pasa con la carne, es tan evidente que hace mal a cualquier noble interés, como lo es la desnudez del emperador. Por fortuna son cada día más los niños mostrando el hecho, no hay que desfallecer, no siempre se hace caso a la primera, como cuenta Ardensen en su cuento: "Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola".