Científicos del departamento de Energía del Laboratorio Nacional de Idaho (INL, por sus siglas en inglés) han diseñado un instrumento que permitirá a los 'rovers' que trabajarán en Marte en los próximos años buscar vida en el planeta.
Los expertos trabajan porque la próxima generación de 'rovers' o vehículos diseñados para la exploración espacial sea más pequeña, más barata, más robusta y sensible en sus instrumentos de detección y estudio. De hecho, el INL ha creado un espectómetro, un aparato que separa las partículas o radiaciones de una determinada característica, como la masa o longitud de onda, y que además mide su proporción, para la búsqueda de vida en el planeta rojo.
El aparato del INL permitiría a los científicos descubrir la composición química de las partículas marcianas e indagar así en los posibles indicadores de vida en el planeta, como los aminoácidos o proteínas. Estos tienen innumerables aplicaciones como la detección de explosivos en los escáneres de los aeropuertos o determinar de qué forma las medicinas pueden afectar al cuerpo humano. En estos instrumentos, las muestras de granos de suelo marciano se vaporizan con un laser para poder ser estudiadas.
Así, este nuevo instrumento formará parte de la misión 'ExoMars' de la ESA y la NASA, prevista para ser enviada a la órbita en 2018, y que ha sido diseñada específicamente para la búsqueda de indicadores biológicos en el planeta. Hasta la fecha han sido lanzados al espacio los rovers Spirit y Oportunity, que han estudiado las formaciones rocosas y minerales sobre las superficie de Marte, y encontraron la evidencia de agua en el planeta.
ExoMars es un proyecto para enviar un orbitador a Marte, un aterrizar fijo y dos exploradores (rovers) que efectuarán la búsqueda de posible vida en Marte, tanto pasada como presente. la misión consta de dos lanzamientos: uno en 2016 y otro en 2018. El lanzamiento en 2016 colocaría en orbita de Marte al satélite europeo Trace Gas Mission (TGM) y un aterrizador inmóvil -también fabricado por la ESA- sobre la superficie de Marte. El lanzamiento en 2018 colocaría dos exploradores robóticos (rover) en la superficie de Marte: el rover europeo ExoMars y el rover estadounidense Mars Astrobiology Explorer-Cacher (MAX-C).
En 2011, la agencia espacial americana enviará el el Mars Science Laboratory (MSL). Este vehículo será tres veces más pesado y dos veces más grande que los vehículos utilizados en la misión Mars Exploration Rover, que aterrizaron sobre Marte en el año 2004. Portará con él los intrumentos científicos más avanzados que ninguna otra misión dirigida a Marte. Su misión es la de determinar si existió vida alguna vez en marte, caracterizar el clima de marte, determinar su geologia y prepararse para la exploración humana de Marte.
Fuente: Europa Press
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Con estas ambiciosas misiones, las agencias espaciales pretenden aprender más sobre las características biológicas y ambientales de Marte, para facilitar las siguientes misiones robóticas y tripuladas a ese planeta. Cualquier dispositivo que se envíe al planeta rojo, necesita poder soportar las vibraciones del lanzamiento, meses de viaje espacial, los aterrizajes, las gélidas temperaturas y también sufrir el constante bombardeo de los rayos cósmicos de alta energía. Los ingenieros de la ESA, o de cualquier agencia Espacial que realicen esta tarea, necesitan diseñar rovers, aterrizadores y orbitadores teniendo en cuenta estos factores. Además tienen que minimizar la cantidad de datos que los robots pueden retornar a la Tierra, puesto que el envío de datos desde Marte toma unos 20 minutos.
Los datos recogidos sin dudas proporcionarán también una incalculable cantidad de datos útiles para la investigación astrobiológica, es decir, la búsqueda de la vida en otros planetas. También serán un inestimable “ejercicio tecnológico” para ambas agencias, ya que deberán diseñar y construir vehículos capaces de entrar a la atmosfera marciana, aterrizar de una sola pieza, recorrer su superficie y luego despegar nuevamente para traer a nuestro planeta las muestras recogidas (algunas desde más de dos metros de profundidad). Si todo sale bien, dentro de unos 10 o 15 años podremos finalmente ver y analizar el suelo marciano en casa.
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