Ojalá pudiera recordar todo lo que pienso.
Las noches se mueren de aburrimiento
esperando mantener endeble el instante preciso.
Las moscas, soberanas de este reino en ruinas,
gravitan alrededor de un vertedero de versos destripados
los que vomito cada luna, como si pudiera con ello
purgarme las quimeras que encuentro
al clavar mis ojos en los ojos de otros.
Difusas imágenes, convencidas de ser nube
que se disipan con el movimiento del aire, se diluyen,
dejando sólo los dudosos colores,
los que no podría memorizar aunque tratara.
Brotan, así, como espinosas enredaderas,
situaciones supuestas, momentos imaginarios
para aunarse con los restos
de lo que algunos ojos me mostraron.