Desde mi particular experiencia, puedo dar fe de que existen más tipos de divorcio -si abrimos un poco la definición del término-, que el habitualmente conocido como tal. Es más, amplificando la explicación de la Wikipedia, yo diría que el divorcio contempla una gran diversidad de acepciones:
El divorcio no es sino el resultado de un conjunto de inconvenientes, desaveniencias y problemáticas vividas en el contexto de… (un matrimonio, una familia, una hermandad, una sociedad, un grupo, etc.) que puede radicar con uno o más miembros, catalogándose por un sinnúmero de investigadores como uno de los procesos más estresante durante la edad adulta.
¿Un ejemplo cercano? Yo estoy divorciada de hecho.
Y me considero de tal forma, debido a que es una situación en la cual te mantienes alejada -de forma irrevocable- de uno o varios de los miembros de un grupo o familia, pero tu entorno próximo continúa la referida relación, y tú debes consentir tal acercamiento con la generosidad que la madurez y la inteligencia te imponen. Tal es el caso del divorcio establecido, en el que los padres separados deben seguir viéndose y comunicándose para garantizar el buen desarrollo de los hijos habidos en el matrimonio. Es, sin duda, un acto de generosidad y responsabilidad que quienes sí te importan sabrán apreciar.
Considero que puedes divorciarte de un marido, pero también de un hermano/a, de un cuñado/a, de un suegro/a, de un socio/a, de un vecino/a… mas el hecho de que sigan existiendo intereses a preservar en el seno de esas relaciones (unas más importantes que otras, por supuesto), como pueden ser los hijos -una vez más-, el otro progenitor, los otros hermanos, los otros cuñados, el otro suegro, el propio cónyuge, los primos de los hijos, los otros socios, los otros vecinos, etc., etc., etc., convierte la ruptura de la parte contratante con el prójimo, en algo muy similar a un divorcio: yo he terminado mi camino en la vida contigo, pero quedan compañeros de viaje que sí desean seguir andando junto a ti, de modo que no sólo no me opondré a vuestros paseos, sino que facilitaré -sin rencores- esos encuentros sin mí.
Son divorcios de hecho, exentos de trámites y legalidades, pero tan reales como las desavenencias y antipatías que los provocan. Pocas relaciones elegimos en nuestras vidas con total libertad. La mayoría son efectos colaterales que debemos asumir porque sí, porque vienen añadidos con la primera y única elección. Ni siquiera un hermano es decisión tuya, mucho menos de tu cónyuge. O una prima. O (y voy más allá) unos padres… y por tanto, no es obligatorio el amor hacia todos ellos, ni la reciprocidad, aun siendo lo más deseable, huelga decirlo.
De modo que si existe el divorcio entre dos personas que SÍ se han elegido… ¿cómo no va a existir la ruptura total con quien te viene impuesto sin más? ¿Cómo aceptar porque sí una relación personal durante toda la vida, con alguien que no tiene nada en común contigo, ni muestra ningún interés en que así sea? Creo firmemente que si existe la libertad de romper con quien has decidido que sea tu compañero de viaje, debe existir aún más para finalizar la travesía con quien jamás hubieras pensado tomarte un café…
Sin embargo, y tal como ocurre en los procesos de ruptura civilizados, también soy de la opinión de que tu divorcio de un familiar/socio/amigo/vecino/etc., no debe incluir -necesariamente- a todo tu entorno próximo, si ellos desean continuar con esa relación. Es difícil y complicado, no diré lo contrario, porque siempre terminas sintiendo el dolor de esa pequeña traición que conllevan sus reuniones sin ti, pero es lo más sano, maduro, responsable y generoso que puedes hacer por los que sí amas, eliges y deseas.
Hagamos que cualquier tipo de divorcio -conyugal, familiar, social, vecinal- sea lo menos traumático y doloroso posible. Nobleza obliga, señores…