Los perros y los lobos, de Irène Némirovsky

Publicado el 02 octubre 2024 por Jimmy Fdz

 

Bibliometro S06E04. No tenía planeado pedir prestado este libro pero resulta que tres libros de los que sí tenía planeado pedir prestados no estaban (a pesar de que la web indicaba que sí estaban en la maldita sucursal), razón por la cual, por ejemplo, también pedí Quiltras, que no estaba en mis planes actuales (aunque sí en mis vagos planes futuros). De todas formas pedí Los perros y los lobos por el título, que me llamó la atención y porque de algo me sonaba el nombre de su autora, Irène Némirovsky, escritora ucraniana que escribía en francés y que, lamentablemente, murió en Auschwitz, a donde fue deportada por ser judía (de origen, tengo entendido que se hizo católica, pero ante ojos malvados, qué puede importar). Los perros y los lobos fue la última novela que publicó en vida, si bien sus hijas, que felizmente se salvaron del exterminio, rescataron algunos manuscritos que, décadas después, serían publicados.


Los perros y los lobos es una novela bastante curiosa en el sentido de que muta notoriamente, y no estoy seguro si muy favorablemente, si cambia para bien.Ciertamente su primera porción, digamos que su primer tercio, es el que más me ha gustado y el que pienso resulta ser más, cómo decirlo, interesante, mejor logrado, incluso coherente. Al inicio todo parece indicar que vamos a estar ante una novela de corte más o menos épico (si bien se nota que la autora pretende abordar o enfocar esa épica desde un punto de vista o una ejecución más bien intimista, abocada a un pequeño núcleo familiar y relatando el caudal de acontecimientos desde sus respectivos puntos de vista y ateniéndose a sus psiquis personales) sobre una familia judía, los Sinner, y sus escaramuzas para sobrevivir a lo largo del tiempo, debiendo afrontar ese sino trágico de toda persona judía que los personajes constantemente están recordando, con orgullo o todo lo contrario. Así las cosas, centrándose sobre todo en las vivencias de una niña llamada Ada Sinner, hija de un hábil pero poco ambicioso comerciante, la novela comienza hábilmente como un certero y más que convincente retrato de una época y de una forma de vida, dura e implacable en ciertos aspectos, con sus injusticias y desigualdades, la vida en la pobreza, en la marginación, la discriminación, para qué hablar de los pogromos, todo contrastado con la candidez y el entusiasmo y la inocencia de esta tierna muchachita que queda aún más patente cuando, ante las dificultades, sale a relucir su obstinada esperanza de ser asistida por los Sinner ricos, parte lejana de la familia que vive en el sector acaudalado de la ciudad que a veces visita de lejos en sus arrebatos de locura infantil. Una vida mejor, a fin de cuentas, es lo que la niña desea y lo que las circunstancias históricas le impiden con tan enconada crueldad. Luego, para no entrar tanto en detalles, la novela pierde algo de fuelle, de fuerza, al trasladarse a París (por motivos que no detallaré aunque seguramente ustedes puedan imaginar), en donde se convierte en una ligera historia de enredos amorosos y familiares que se complican debido a obstáculos de clase y, bueno, de raza o de fe según dicen. Y es cierto que la autora mantiene ese diáfano y empático retrato de personajes muy bien descritos y construidos y perfilados, y también mantiene esta atmósfera de camaradería o empatía o incluso familiaridad, esa capacidad suya para que sientas que los acompañas y que estás ahí junto a ellos Sous les toits de Paris, todo con esa prosa sobria, sencilla pero también certera, imaginativa y sensible, perfectamente equilibrada entre acción y descripción, sin embargo da la impresión que todo lo dicho se emplea en algo bastante anodino y simple que podría perfectamente prescindir de sus circunstancias o intercambiarlas por otra, digamos que pierde su toque único o distintivo que tan bien planteado estaba al inicio en la ciudad ucraniana. Y aunque el tramo final, sin ser del todo original (sigue la plantilla de los amores trágicos), recupera un poco de esa fuerza inicial, al menos en el plano emocional, al traer un poco de vuelta ese tono como desolado y desesperanzado en el cual hasta la luz más brillante está condenada a resplandecer sola en un terreno baldío e inhóspito, lo cierto es que a grandes rasgos Los perros y los lobos deja una sensación algo descafeinada, en el sentido que pudo haber sido una historia de esas que dejan huella pero que prefirió tomar un camino más amable y conciliador, dramática y narrativamente, e incluso algo forzado en ese sino de soledad y derrota que la autora tan empecinadamente hace caer sobre sus personajes (sin duda como una manera de reflejar la vida de los judíos en esas décadas, desde sus ciudades de origen hasta las ciudades que albergan tan hostilmente sus sueños de prosperidad y libertad, siempre debiendo mirar por sobre el hombro y esperando lo peor de un mundo cruel y violento).Y me doy cuenta de algo: al inicio esa lógica funcionaba un poco porque la niña luchaba contra ello y esa fuerza suya servía como motor narrativo, pero ya cuando la cosa se pone más sentimentalista, en plan costumbrista o cuadro familiar, la trama no sólo pierde interés dramático y atmosférico (o incluso histórico) sino que la niña al crecer pierde tenacidad y se vuelve mansa ante ese destino fatal, lo que hace que la historia se sienta doblemente estancada, pues es tan sólo una sucesión de cabos sueltos que comienzan a atarse y aclararse. Y creo que la autora se da cuenta, lo hace a consciencia, en tanto hay personajes que manifiestamente dan cuenta de ello, con decepción y desdén.Pero no es una lectura molesta o cansina ni nada de eso, todo lo contrario, como se mencionó la escritura de Némirovsky es ágil, de buen gusto, y, con todo, a pesar de todo lo dicho, sus personajes se sienten reales, aún los más encorsetados, y uno no deja de lamentar lo que les sucede, por más forzado que resulte ese destino y por más mansos que se pongan, estos personajes te caen bien y te piden compasivamente tu compañía. Además, testigo de su época, la autora recrea lugares y ambientes con contundencia, te hace fácil imaginar visualmente todo lo que ocurre, como en una película. Su epílogo, sin embargo, me gustó, pero es como un círculo que vuelve al inicio, lo cual, para los personajes, no deja de ser terrible: en efecto, la paz es un sueño huidizo...
No es la ficha más desordenada, ineficaz ni caótica que vamos a encontrar, pero el despelote visual ciertamente es extraño: espacios en blanco, timbres apenas visibles contrastados con los más oscuros, fechas timbradas sin orden ni concierto cronológico... Doce préstamos desde julio del 2016, con una larga siesta entre el 2018 y el 2022. En todo caso hay otros diez ejemplares más, por lo que quién sabe cuántas personas han leído Los perros y los lobos. Vayamos preguntando por ahí, a ver qué tanta suerte tenemos.