He hallado tras tu partida
la fragilidad de cristal de tus "te quiero"
Una vez navegamos juntos por un río
que se tornó ciénaga un temprano anochecer.
El miedo cubrió nuestra ilusión,
con manto de noche sin luna ni estrellas.
Te vi marchar. Te alejaste sin decir adiós,
te fuiste sin prometer un regreso,
sin dar nombre a la nada,
sin pronunciar el mío.
Te fuiste sin poner puntos, ni comas,
sin versos, sin citar poetas,
sin atarme a la cama,
sin amarme del modo
en que me acostumbraste,
Yo te amé por última vez,
sin ponerme al cuello tus delirios,
sin darme cuenta siquiera que
aquella noche sería la última
en que bebería de tu boca
y acariciaría tu piel.
Aquella noche susurré tu nombre
aun consciente de tus mil mentiras
y lloré por última vez imaginándome
entregada al ritmo de tus caderas.
Ahora creo que el llanto vino
al presentir tu partida.
Ese día me amaste con una cadencia inusual,
como si quisieras retener mis besos,
la suavidad de mi piel,
mis caricias, mi almizcle y todo mi ser.
Al ver que era otro hombre
quien partía y no el que
entre mis piernas se deshizo
entre noches blancas,
y sentí que mi alma marchaba contigo,
aun engañada...
Esa imagen que retuve en mi memoria,
creyendo que sería eternidad y recuerdo,
se hizo olvido ayer.
Hoy me mece otra piel,
me besan otros labios,
me atan a la cama otras cintas de terciopelo,
sujeta mi cuello el nudo del deseo,
me acarician otras manos con lujuria,
susurra en mi oído un lobo blanco.
La seda de su cuerpo se mezcla
con mis ansias,
el dulce sabor de su esencia
riega mi boca
con embriagador perfume.
Grita mi boca un nombre
distinto y no lloro ya
al no ser el tuyo
el que pronuncia.
Hoy me entrego
y mojo las sábanas mezclando
mi ser con otros besos.
Hoy posee mi alma otro hombre
y por entero me entrego a su cuerpo.
Hoy, te digo adiós por fin
pasando página con estos versos.
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