Cada día, a las once de la noche, mi timeline de Twitter se llena de imágenes de los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, en el "pase de lista" con el que se mantiene viva la denuncia de que están faltando. Hoy, además, hay marcha y mitin, en la ciudad de México, así que veo fotos y leo por dónde van y qué van diciendo.
En un video, oigo voces, medio cansadas y medio cansinas, coreando una frase de concientización, y me suena a papás y a mamás, y me puede su esfuerzo.
Las personas se vinculan con el movimiento, entre la emoción y la convicción, y se comprometen, en mayor o menor medida, con la causa. Tanto las imágenes de los jóvenes, expresando con creatividad su indignación, como los textos más agresivos, que mezclan la denuncia, el insulto y la amenaza, están llenos de vida; todo eso, de alguna forma, trae consigo una esperanza de que "algo" pase. Como si de alguna forma, todos ganáramos con cada paso que da el que marcha. Pero pienso en los papás y las mamás, gastándose el aliento, y me pueden. Los que les faltan, son sus hijos; son los niños que una vez tuvieron en brazos.
Silvia Parque