Revista Talentos
Los que no han dicho “te quiero” en su vida
Publicado el 07 marzo 2012 por TiburciosamsaHasta los mejores escritores tienen momentos en los que se abandonan y escriben las mayores patochadas. Uno momento muy propicio para perder la brújula estética es el del enamoramiento.
Fernando Pessoa estuvo muy enamorado una temporada de Ofelia Queirós. Como sucede con los enamorados, el nombre de su amada le sabía a poco (llamándose Ofelia, posiblemente le supiese a demasiado), y la llamaba con apelativos a cuál más cursi: “Bebecito”, “Bebé-angelito”, “Ninita”, “Ibis”… Cartas que empiezan con un encabezamiento tal, no pueden tener un buen desarrollo. Las cartas de Pessoa a Ofelia contienen todas las cursiladas que uno se esperaría y alguna más, lo que tiene su mérito cuando sabemos que Pessoa afirmaba que no creía en el amor. Tomemos un ejemplo que da un poco de vergüenza ajena:
“¡Bebé mío para sentárselo en el regazo! ¡bebé mío para morderlo! Bebé mío para… (y luego el Bebé es malo y me pega…) (…) Bebé, ven aquí, ven al lado de Ninito; ven a los brazos de Ninito; pon tu boquita contra la boca de Ninito… Ven… Estoy tan solo… tan solo de besitos.”
Que sí, que lo entiendo, que el Pessoa estaba muy salido y con unas ganas de echarle un polvo a Ofelia, que no se contenía, pero eso tampoco es motivo para perder la brújula estética.
Inevitablemente cartas así tienen que contener cantidad de “besos, besitos, besones, besucos, besucas y beserititos.” Ya podía haber escrito escuetamente “Tengo ganas de pegarte un viaje que pa qué”, que es más directo, menos cursi y no se presta a equívocos sobre las intenciones del autor.
El propio Pessoa, que sabía que se había pasado varios pueblos en cursilería, se autojustificó en un poema que dice:
“Todas las cartas de amor sonridículas.No serían cartas de amor si no fuesenridículas.
También escribí en mis tiempos cartas de amorcomo las demás, ridículas.Las cartas de amor, si hay amor,tienen que serridículas.
Pero, al final, sólo las criaturas que nunca han escrito cartas de amorson las que sonridículas.”
Gloria Fuertes tiene un poema titulado “El monstruo” en el que le da la razón a Pessoa:
” Yo estaba en un bar,entró un hombre corriente,se sentó enfrente,le miré distraída pensando en mis cosas,-me espanté-tenía cara de no haber dicho “te quiero” en toda su vida."
¿Cómo escribiría un hombre que no hubiera conocido el amor humano en su vida? Pues diría cosas como: “Esa autenticidad del amor requiere fidelidad y rectitud en todas las relaciones matrimoniales. Dios, comenta Santo Tomás de Aquino (S. Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q. 31 et 141.), ha unido a las diversas funciones de la vida humana un placer, una satisfacción; ese placer y esa satisfacción son por tanto buenos. Pero si el hombre, invirtiendo el orden de las cosas, busca esa emoción como valor último, despreciando el bien y el fin al que debe estar ligada y ordenada, la pervierte y desnaturaliza, convirtiéndola en pecado, o en ocasión de pecado.” Me parece que al final me voy a quedar con las cursiladas de Pessoa.